El corazón y otros frutos amargos
Ignacio Aldecoa
16 septiembre, 2004 02:00Aldecoa, Antonio Gades y Mario Camus
Una encuesta entre profesores, críticos y escritores llevada a cabo por "Quimera" en su número de abril (dedicado en exclusiva al cuento) destacó El corazón y otros frutos amargos, de Ignacio Aldecoa, como el mejor libro de relatos de la literatura española del siglo XX.Esta noticia y la certeza de que el afortunado libro de Aldecoa no se había vuelto a publicar desde su primera edición en 1959 (salvo en recopilaciones de cuentos completos del autor) invitan a recibir con el máximo interés la inclusión de esta obra en el primer número de la nueva colección "Reloj de arena".
Estos relatos contienen las mejores virtudes de Aldecoa como excelente escritor de la generación del Medio Siglo que supo aunar en sus textos la denuncia de aquella situación social en la posguerra española con el alto mérito artístico de las mejores técnicas del neorrealismo y la cuidada elaboración de una prosa de suma precisión léxica, variada riqueza expresiva y contenido aliento poético, sin perder nunca su solidaridad ética y estética con los humildes, pero lejos de la "estética del rastrojo", como el mismo Aldecoa llamó al más romo realismo social de los años 50. Coincido con lo dicho por Fernando Valls en su inteligente prólogo y también señalo como los cuentos más logrados "La urraca cruza la carretera", "Joung Sánchez", "Los hombres del amanecer" y "El corazón y otros frutos amargos", que da título al volumen y otorga una profunda unidad de sentido al conjunto de relatos, centrados todos ellos en las amarguras de una existencia crucificada en el duro oficio de sobrevivir. Por mi parte, aún podría destacar algún relato más, como "En el kilómetro 400", "Un cuento de reyes" y "Al otro lado".
En estos "cuentos con algún amor" por decirlo con palabras prestadas de un título de Medardo Fraile, otro grande del género, se hallan excelentes frutos literarios del autor de Gran Sol, entregado a contar "la épica de los pequeños oficios". Su mirada crítica se extiende por un amplio abanico social de camioneros, peones de carretera, inmigrantes, empleados con sueños de boxeador, cazadores de víboras o de ratas y trabajadores de la vendimia que comen cuando pueden, sueñan, se resignan y beben para sobrellevar la lucha por la vida en circunstancias adversas para ganar "el con qué de cada día". El autor los observa en un momento concreto de sus vidas, con la incertidumbre como futuro inmediato, y compone su testimonio literario con la exactitud documental de quien habla de lo que conoce y una calculada economía expresiva que trasciende su objetividad, riqueza y precisión lingöísticas por medio de un realismo simbólico cargado de poesía.