Tiempo de venganza
Francisco González Ledesma
9 septiembre, 2004 02:00Francisco González Ledesma
La última novela de González Ledesma (Barcelona, 1927), ganador del Planeta con Crónica sentimental en rojo (1984) y autor de abundante cosecha de novelas, de las cuales tuvieron éxito las del policía Méndez, construye una intriga en la que se producen muertes, suicidios, crímenes y venganzas.Al tiempo, desde la actualidad, esboza una revisión crítica de la posguerra en algunos sectores de la sociedad española, en especial de la educación en colegios religiosos y de la vida secreta de personalidades de la esfera política, jurídica y militar. La historia cuenta con ingredientes para interesar al público lector sin muchas exigencias. Se centra en dos abogados de prestigio, jubilados, que se proponen matar a un colega, falangista en la posguerra, hijo de general franquista y triunfador en la democracia, por haber violado a una compañera que luego se suicidó. Pero casi nada es lo que parece en esta trama urdida con habilidad.
Miguel Blay y Sergi Mora son dos abogados que lograron prosperar en Barcelona después de haber nacido pobres. Blay es homosexual y está siendo investigado por el comisario Gil a causa de la muerte de otro amigo también homosexual. Mora tiene un hijo dedicado a operaciones de ingeniería financiera. A través de su empresa se realizan los pagos para contratar al encargado de matar a Guillermo Grandes. Pero cuando se llega al final, se van descubriendo sorprendentes novedades, las certezas se van derrumbando y nada resulta ser como antes se pensaba. Así se llega a un desenlace poco creíble porque la conducta y las inquietudes de quien parece cometer el asesinato y quien se implica en ello no resultan coherentes con esta venganza criminal.
Entre los valores dignos de mención cabe destacar el acertado tratamiento de la nostalgia por el paso del tiempo, como tema central, pues de eso se trata en el fondo. Su mundo ha pasado y no comprenden la nueva realidad, representada por la empresa de mediación financiera de Carlos Mora con sus transacciones opacas de capitales. Por ello, aunque su configuración sea demasiado tradicional (por explícita siempre), es un acierto la pluralidad de perspectivas en las voces narrativas alternantes de los personajes principales, sobre todo de Blay y de los Mora. Así se puede rememorar la sexualidad pervertida en plena posguerra bajo la férula de ciertos colegios religiosos y en manos de "honorables" próceres del régimen franquista (caso de Blay); es posible confrontar los viejos modos de vida con sus valores ya caídos en desuso y la nueva realidad social dominada por la especulación, las apariencias y el engaño (caso de Carlos Mora); y también así se puede mostrar cómo los dueños del capital y los triunfadores de la España democrática en tiempos del euro siguen estando en las mismas familias que han sabido acomodarse bien en la desmemoria colectiva de la sociedad española. Aunque también aquí se descubren al final relevantes novedades ocultas entre tanta farsa.