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Novela

Gente independiente

Halldór Laxness

3 junio, 2004 02:00

Halldór Laxness

Traucción de de Floreal Mazía. Turner. Madrid, 2004. 644 páginas, 22 euros

La literatura islandesa apenas ha roto su ensimismamiento. Halldór Laxness (Reykiavik, 1902-1998) obtuvo el Nobel en 1955, pero su popularidad nunca ha desbordado la pro sa de las sagas o la poesía de la Edda, que refleja el esplendor literario del siglo XIII.

SIN abandonar el influjo de Rousseau, Laxness transitó del catolicismo al marxismo, aproximándose a la poética del realismo socialista, pero sin descuidar el análisis de las emociones ni incurrir en esquematismos ideológicos. Su pasión por la naturaleza y el interés por las tradiciones medievales islandesas nunca desaparecieron de su obra. Viajero incansable, su escritura siempre regresa a sus orígenes, a esa isla desolada, volcánica, donde la civilización apenas ha logrado colonizar una franja de costa. Gente independiente (1935) recrea esa tensión entre el hombre y la tierra, que implica servidumbre, pero también libertad, rebeldía, inconformismo.

Bjartur de la Casa Estival necesitará treinta años de trabajo para convertirse en propietario. Desde sus inicios como ovejero, conocerá los cambios que transforman Islandia en un país moderno, industrializado, pero su indiferencia hacia todo lo que sucede más allá de la granja, le sitúa fuera de la historia, en un lugar atemporal, que sólo se abre al mito, a las fuerzas primordiales del instinto o a la necesidad de despojamiento del alma ante lo elemental. Su escepticismo religioso no excluye el afán de absoluto, la vocación de fundirse con algo trascendente, que en este caso no se identifica con lo sobrenatural, sino con un pegujal que permite realizar su sueño de independencia. La ferocidad de este ideal justifica la desgracia de la familia, que no comprende su disposición a inmolarlo todo por una pequeña propiedad en medio del páramo. Su esposa pierde la razón, los hijos emigran o se entregan a la lucha política. Sólo Bjartur conserva su fidelidad a la tierra. La invocación de lo telúrico no está exenta de poesía, pero tampoco es ajena a la utopía de los fascismos.

Bjartur escribe poesías que respetan los metros tradicionales, cuartetos rimados que evocan la lírica medieval, mientras Einar, otro granjero, utiliza el verso libre. La postura de Bjartur recuerda las teorías de Heidegger, según el cual "la poesía es el lenguaje original de un pueblo histórico". Su inadaptación al mundo moderno contrasta con la prosperidad de Einar, que no percibe el crecimiento de las ciudades como una amenaza, sino como la aparición de un espacio donde el hombre se encuentra con el hombre, resguardándose de la hostilidad de la naturaleza. No es descabellado comparar Gente independiente con La montaña mágica. Torrenciales, morosas, ambas novelas recrean el conflicto esencial del siglo XX: la resistencia a la modernidad, la nostalgia de lo telúrico, del mito que nos vincula con la tierra y la comunidad frente a la dispersión de las grandes ciudades. La peripecia de Bjartur es la peripecia del hombre contemporáneo, obligado a sobrevivir en un mundo sin dioses.