Image: El emperador o el ojo del ciclón

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Novela

El emperador o el ojo del ciclón

BALTASAR PORCEL

28 marzo, 2001 02:00

Premio Ramon Llull. Traducción de R. Artís y B. Porcel. Planeta. Barcelona, 2001. 256 páginas, 2.500 pesetas

Con esta novela el mallorquín Baltasar Porcel ganó el último Premio Ramón Llul de narrativa en catalán. Su traducción al castellano pone al alcance de muchos lectores la posibilidad de leer una espléndida novela que puede divertir con su intriga a los buscadores de historias de acción y misterio, atraer a los interesados en los dramáticos sucesos ocurridos en España, sobre todo en las Islas Baleares, durante la dominación francesa y, al mismo tiempo, hacer reflexionar al lector exigente acerca de las pasiones del ser humano en el sueño de la historia, entre la necesidad de la ilusión y los riesgos de la quimera.

El emperador o El ojo del ciclón es una obra compleja que se aprovecha del modelo de la novela histórica para convertirse en relato existencial con eficaces dosis de introspección psicológica y calculado planteamiento como metanovela que exhibe su proceso de escritura e incluye la reflexión autocrítica sobre las dificultades superadas en su devenir creativo y editorial. Como novela histórica, el texto recrea el trágico destino de los prisioneros franceses confinados en la isla de Cabrera entre 1809 y 1814, después de su derrota en Bailén en 1808 y su dramático paso por los pontones de Cádiz en 1809. El autor ha cuidado la reconstrucción del marco histórico en tiempos de graves convulsiones políticas y bélicas en plena dominación napoleónica, con especial hincapié en las crueldades de la guerra, las maquinaciones políticas y la soledad y el abandono de los deportados en Cabrera. Significativos fragmentos de esta historia van siendo relatados en pertinente desorden temporal, según las investigaciones tardías del narrador en primera persona, que escribe su memoria de lo sucedido desde un presente narrativo situado en el reinado de Napoleón III, mediado ya el siglo XIX. El fragmentario desorden temporal contribuye a la creación de suspense en las pesquisas del narrador en varios lugares que van desde su presente en París hasta sus contactos para averiguar el pasado de uno de los personajes más importantes en Córcega o su entrevista con otro en su castillo pirenaico, además de sus recuerdos de la guerra en Andalucía y del cautiverio en Cabrera. Pero no es esto lo que más interesa de la obra. Porque la verdadera relevancia de su significado está en su carácter de novela existencial y psicológica que indaga en las más oscuras pasiones del ser humano.

En este sentido el auténtico protagonista es el misterioso Gérard de Fleury, personaje fascinante seducido por la figura de Napoleón y su idea imperial. La novela se convierte así en el relato de una decepción, con los prisioneros abandonados como pingajos en la isla balear, y en testimonio de una locura en la delirante tarea de Fleury absorbido, cual nuevo Sísifo grotesco, por la construcción de una torre del imperio en la inhóspita Cabrera. El personaje de este conspirador cumple una doble función. Por un lado, aporta muchos elementos de intriga, desde la propia duplicidad nominal en el paso de su pueblo corso natal (el mismo de Napoleón) a su enganche francés en pos de la quimera imperial hasta encarnar él mismo, en su asendereada peripecia existencial, la imagen contenida en las citas de Tocqueville y de Chateaubriand, al principio y al fin de la novela, la primera referida a "una fuerza desconocida" que arrastró a los hombres de entonces, y la segunda, de alcance más amplio: "Vivimos entre la nada y una quimera". He aquí el sentido de la novela, que recrea un cataclismo colectivo encarnado en la individualidad de unos personajes representativos de una quimérica ilusión y su posterior desengaño. Por último, pero no menos importante, su planteamiento como metanovela que da cuenta de la gestación del manuscrito (e incluso de sus lecturas), con su historia editorial hasta llegar a manos del autor y su editora, añade más ingredientes de suspensión en la dudosa identidad del narrador con sus máscaras y aporta en su autocrítica oportunas orientaciones de lectura. A lo cual hay que sumar la riqueza estilística atesorada en la variedad formal y de registros lingöísticos de un texto que no defraudará.