Stephen Smith: "Regular la inmigración africana es la única solución para Europa"
El periodista y antropólogo publica La huida hacia Europa (Arpa), una llamada de atención hacia el gran desafío que supondrá la inmigración africana en las próximas décadas.
10 abril, 2019 02:00Stephen Smith. Foto: Institut français de España © Magali Martos
"Como cada familia europea alguna vez tuvo un tío en América, cada familia africana tendrá en dos generaciones un sobrino o una sobrina de Europa". Esta afirmación descansa para Stephen Smith (1956, Connecticut), uno de los mayores expertos mundiales en África, en un proceso normal que resulta de un desequilibrio entre una Europa que albergará en 2050 450 millones de habitantes, la mayoría de edad avanzada, y una África que tendrá 2.500 millones, de los cuales casi la mitad será menor de 15 años.
Corresponsal en África occidental y central de las agencias France Press y de Reuters, director de la sección africana de Libération y Le Monde y analista de la ONU para temas africanos, el ahora profesor de la estadounidense Universidad de Duke opina que esta transición demográfica por la que ya han pasado el resto de continentes es inevitable y será un gran desafío para Europa. ¿Qué podemos hacer ante la contundencia de unas cifras que de momento son sólo estimaciones de futuro? La respuesta está en su ensayo La huida hacia Europa (Arpa), que presenta en España a su paso por el Intituto Francés, donde ofrece las claves de por qué esta presión migratoria pondrá a nuestro continente a una prueba sin precedentes.
Pregunta. Sostiene que esta migración africana será uno de los grandes desafíos de nuestro siglo, ¿en qué puede afectar a Europa a nivel de tensiones étnicas y beneficiar a un continente envejecido?
Respuesta. Hablar de desafío o reto es algo que me parece normal teniendo en cuenta que hablamos de millones de personas. En cuanto a las tensiones es algo que ya estamos viendo hoy en día con muchos migrantes de segunda generación. Llegar a Europa no convierte a los africanos en europeos, es necesario un proceso de integración que en muchos casos no ha funcionado. Es una cuestión de esfuerzo mutuo donde también los europeos deben esforzarse por un bien común. Por ello, tampoco es defendible la tesis del reemplazo generacional: llenar el hueco de un europeo jubilado con un africano en edad productiva. Los africanos no vienen a Europa para servir como "carne de jubilación", sino a vivir como los europeos. La inmigración debe ser concebida como una oportunidad tanto para el migrante como para quien le acoge.
"Cuanto más se enriquece África, más tiene su clase media el deseo de buscar una vida mejor y más candidatos hay para la emigración"
P. Asegura que la demografía tiene mayor influencia social que, por ejemplo, la economía, ¿qué papel cumple en África esta constante y sostenida explosión demográfica?
R. Los números son elocuentes. En la década de 1930, la población de África era de unos 150 millones de personas. Hoy, con todas las mejoras sociales son ya 1.300 millones y en 2050 serán 2.400. Y además, el 40% de esos 1.300 millones son menores de 15 años, lo que produce una rápida rotación generacional que desemboca en una mayor emigración. Aún así hay que decir que recordar que 7 de cada 10 migrantes africanos se desplaza dentro de la propia África, de un país a otro. 3 van más y allá y sólo el 50% de estos van a Europa. Pero pronto serán 5 de cada 10 los que se vayan al extranjero porque tendrán más medios y por eso aumentará la migración hacia nuestro continente.
P. En este sentido, conecta esta migración cada vez mayor con la ayuda al desarrollo y el auge del nivel de vida en África. ¿Cómo favorece la emigración este desarrollo?
R. La ayuda al desarrollo está pensada para mejorar los países que la reciben, y a largo plazo esto es así. Se reduce la pobreza y se fomenta una prosperidad que permite a los ciudadanos africanos permanecer en sus casas. Sin embargo, debido a las brutales desigualdades entre Europa y África un relativo equilibrio entre ambos continentes no se producirá hasta dentro de, por lo menos, 20 o 30 años, por lo que estas ayudas son hoy en día una especie financiación a la emigración. Emigrar no es barato, cuesta como poco unos 2.500 o 3.000 euros, y es por eso que cuanto más se enriquece África, cuanta más gente sale de la pobreza absoluta, más tiene su clase media el deseo y los medios de buscar una vida mejor y más candidatos hay para la emigración. No obstante, estas ayudas son un peaje necesario, porque no debemos olvidar que el objetivo final es el desarrollo de África.
P. En los últimos años, tendemos en Europa a mezclarlo todo, pero ¿qué diferencia a estas migraciones que describe de las recientes crisis de refugiados?
R. Es importante hacer esta distinción. De lo que hablo en este libro es de la migración estructural, hasta cierto punto elegida y buscada, porque aunque partimos de países en vías de desarrollo y con una prosperidad relativa, hay muchos senegaleses, por ejemplo, que permanecen en su país y tiene un buen nivel de vida. Refugiado, en el contexto de África, sería alguien que procede de Sudán del Sur o de Somalia, que huye de guerras o represiones políticas. En esos casos, Europa tiene que honrarse respetando el derecho internacional de asilo, algo que no siempre se cumple.
"África todavía está a la espera de su industrialización y habrá que ver el impacto que tendrá en esta explosión demográfica"
P. Su libro apunta también la influencia de la tecnología, y la paradoja de que África sea un continente que consume muchos aspectos de la globalización sin producirlos ¿qué provoca esta situación y cómo puede subvertirse?
R. En muchos sentidos, África todavía está a la espera de su industrialización y habrá que ver el impacto que tendrá en esta explosión demográfica. Porque lo que está claro, es que al igual que África, sin caer en tópicos burdos participa a nivel global en campos como la música, el deporte o la literatura, también entrará en esa cadena económica en un ámbito que irá más allá de la producción de materias primas. Lo vimos ya en China, un país que durante mucho tiempo ya estuvo globalizado pero no participaba en el proceso. En África será igual comenzará a producir tecnología paulatinamente y el déficit digital se corregirá.
P. Defiende que la juventud africana es ciudadana de segunda y por eso emigra, pero es precisamente la emigración la que frena el progreso democrático y material de estos países. ¿Cómo se rompe este círculo vicioso?
R. Es cierto que en África juventud y emigración están estrechamente ligadas porque es un continente todavía priman mayoritariamente las estructuras patriarcales y la gerontocracia. Los jóvenes y las mujeres son ciudadanos de segunda y por eso buscan huir de la tutela de sus mayores. Una cara de este fenómeno de choque generacional es el éxodo rural, que lleva décadas poblando masivamente las capitales africanas. En su día se intentó frenar tratando de convencer a la gente que podría vivir mejor en los pueblos, donde las oportunidades de sobrevivir y alimentarse eran mayores que en una chabola en la ciudad, pero la gente nunca ha vuelto al pueblo, porque allí la vida es rutinaria y está sometida a las tutelas de la tradición. Del mismo modo, los jóvenes de hoy prefieren vivir una dura aventura en Europa, donde participan de la modernidad. Por eso no van a permanecer en África mientras no se desarrolle lo suficiente, algo que conseguiría la inmigración legal, que podría permitir regular este deseo de mejorar, no sólo económicamente y hacer que volviesen a África.
"En España, a pesar de VOX, estáis en buena situación, porque todavía hay varias generaciones que recuerdan su propia emigración"
P. Su libro ha levantado una polémica en Francia, donde lo han acusado de haber escrito un ensayo alarmista que despierta el temor hacia los migrantes. ¿Cómo se alcanza el equilibrio entre la visión egoísta y nacionalista de algunos y la de un África optimista y con un gran futuro que venden las ONGs y otras organizaciones?
R. Es un equilibrio complejo, porque está en el ojo del observador. En los últimos tiempos la visión de los migrantes en términos de amenaza para los estados nacionales europeos se ha convertido en un lugar extremadamente común, por lo que hay que intentar ser lo más objetivo posible sin temer los aplausos y abucheos de ambos lados. Sabemos que la presión migratoria sobre Europa va a ser enorme y hay que poder decirlo para que la gente se dé cuenta de cuando esto sirve a una agenda populista o activista en una u otra dirección. La clave es poder generar un debate abierto, sin negar los posibles problemas, pero sin demonizar y usar a los migrantes como chivos expiatorios. En España, por ejemplo, a pesar de VOX, seguís estando en una buena situación, porque todavía hay varias generaciones que recuerdan su propia emigración, y hay esa sensación de solidaridad y diálogo entre vecinos que deben llevarse bien por el bien común.
P.Hablamos mucho de soluciones para Europa, de la conveniencia o no de bloquear las fronteras y basarlo todo en la seguridad, pero ¿cuál sería una medida conveniente y positiva para ambos continentes?
R. Es importante pensar en las dos partes. Hoy en día, la huida de la clase media es una pérdida hiriente para África. Por otro lado, es comprensible que Europa quiera regular y asegurar sus fronteras, pero a largo plazo esa no es una solución viable. O no la única. Además, veo con inquietud la tendencia a tratar con cualquiera, como los señores de Libia que han bloqueado a 600.000 subsaharianos en su país, o a pagar a gobiernos africanos para retener a su población. Me parece peligroso. Europa debe asumir responsabilidades y aplicarle a esta presión migratoria un poco de imaginación. A mi entender, la solución para Europa sería apostar por la inmigración regulada. Traer a ciudadanos africanos durante dos o tres años y darle trabajo y formación. Pasado ese tiempo, él volvería a su tierra de origen y sería sustituido por otro. Esto permitiría, primero, que llegaran de forma legal, y además, que adquiriese una experiencia humana y profesional que llevarse a su país mientras cubre un hueco laboral en Europa. Los dos continentes saldríamos ganando. Este modelo migratorio, y otros como él, fomentarían la convivencia y el aprendizaje en común.