Con tan sólo 28 años, Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) fue lanzado sin frenos al fiero mundo de la industria editorial en 1998 tras ganar el Premio Clarín, lo que determinó su relación con la literatura hasta hoy. No fue hasta 2005 cuando volvió a publicar, primero El año del desierto, y luego Salvatierra, pero de nuevo el escritor se sumió en un bloqueo creativo de varios años. "Quiero escribir pero me sale espuma", decía parafraseando a César Vallejo. No obstante, Mairal canalizó su escritura hacia otros derroteros cultivando, muchas veces con seudónimo, los entonces efervescentes blogs y firmando crónicas, artículos y columnas para la prensa argentina, colombiana y mexicana. Un viaje paralelo que cristalizó en su novela La uruguaya (2017), rotundo éxito de crítica y público que ya se asoma a la novena edición.
Precisamente ese tránsito, la travesía de un escritor que no escribe, es el núcleo de Maniobras de evasión (Libros del Asteroide), una amalgama que aglutina todos los rastros y ensayos literarios sobre quien es Pedro Mairal, que el escritor ha vertido durante varios años en internet y las páginas de los periódicos, para trazar una especie de autobiografía íntima e involuntaria. "Escribí este libro sin darme cuenta de que era un libro. Lo intuí, pero lo vio Leila Guerriero, que fue quien encontró en estas estrellas desparramadas una constelación", explica el autor.
Pregunta. Une aquí crónicas y artículos periodísticos con posts de su blog y algún ensayo inédito, ¿cómo se unifica este maremágnum de textos?
Respuesta. Yo tenía la intuición de que este libro existía, porque en realidad todo esto es el sustituto de la novela que no estaba escribiendo. De pronto me sentí encorsetado con la idea de novela, y busqué otros lugares donde mi escritura pudiera encontrar espacios de libertad, como artículos para prensa, crónicas para revistas, los posts de mi blog... De ahí el título. Me escapé hacia la escritura periodística, hacia lugares donde no estaba la imposición de escribir ficción, narrativa, "La Novela", y eso me dio mucha libertad. Escribir siempre se trata para mí de encontrar espacios de libertad creativa. A lo largo de los años se fue conformando ahí un magma de textos en los que yo intuía que había un libro que intenté hacer, pero no podía, era como una especie de acordeón que se me escurría para los lados. Este libro existe gracias al rayo iluminador de Leila Guerriero, que, con una pericia y una crueldad total, sin ningún pudor, se puso a seleccionar y ordenar mis textos con un hacha creando esta especie autobiografía involuntaria o no autorizada.
P. Estos textos están plagados de aspectos personales, de confesiones, ¿qué se siente ante esa exposición tan directa, sin el tamiz de la ficción?
R. Se vive con mucho pudor, claro, porque hay mucho derrape: borracheras inconfesables, muchos recuerdos de antihéroe, situaciones de descontrol… Aquí soy lo contrario del voyeur, un exhibicionista. Estos textos son como ir abriendo ventanitas en toda una vida, y la pregunta sería quizá para el lector, ¿qué se ve a través de todas esas ventanas, de estas pequeñas muestras? Creo, y espero que se vea un padre, también un hijo, un tipo que sale constantemente de viaje, que es un perdedor con las mujeres, que se emborracha, pero también un tipo que está todo el tiempo reflexionando sobre la escritura, sobre cómo funciona y sobre cómo puede usar este gran caos que es la vida para establecer un cierto orden de escritura. Espero que eso aparezca. La idea de qué significa traducir la vida a palabras.
"La literatura da una ilusión de orden, de caos controlado, y mi lucha como escritor es cómo traducir ese gran caos que es la vida en palabras"
En efecto la escritura está muy presente y los textos muestran la absoluta apuesta de Mairal por ella, una vez naufragado su intento de estudiar Medicina. Tanto fue así, que llegó a incitar a sus padres, reacios a la idea de tener un escritor en la familia, a ir al cine a ver la famosa película El club de los poetas muertos. "Me doy cuenta mirando hacia atrás que sí hice una fuertísima apuesta por la vocación literaria. Porque hacer eso con mis padres fue una psicopatía bastante horrible. La idea de vayan a ver esta película donde había un chico que se suicida porque no lo dejan estudiar teatro...", rememora sonriendo Mairal. "Yo no me pensaba suicidar, obviamente, pero había algo ahí de plantarme y decir yo voy para este lado, en una familia donde no había un modelo de artista, todos tenían profesiones liberales. El libro narra cómo me convertí en escritor, cómo logré ser quien soy hoy".
P. Cuando habla de su infancia y adolescencia, se percibe también que, como ha dicho alguna vez, para usted la literatura tiene un punto de función terapéutica, vehicula en el escribir muchas experiencias y frustraciones que le da la vida...
R. Sí, es cierto, pero eso lo veo en todo el mundo. Dando talleres, me doy cuenta de que escribir siempre hace bien, sin duda es terapéutico. Aunque la gente escriba sólo media página de las cosas más oscuras, dejando salir monstruos espantosos, eso es positivo para ellos. La idea de poner en palabras cosas y sacarlas fuera de la cabeza hace que algo en uno se sienta mejor. A mí personalmente me sirve para asimilar una cantidad de experiencias, desorden y sensación de caos en una ilusión de orden que da el texto. La literatura da una ilusión de orden, de caos controlado.
P. Uno de los ensayos inéditos, "El sobrino de Bioy", da una visión bastante cruda del mundo editorial y de su fulgurante irrupción ganando un premio importante con 28 años, ¿fue ese choque tan grande el que le hizo tomar distancia de la literatura, ir poco a poco?
R. Sí, puede ser, porque tras semejante estallido tuve muy pronto claro que la máquina del mercado literario era algo que no me interesaba demasiado. O quizá no estaba listo para ella. Me llevó mucho tiempo acostumbrarme porque era muy, muy ingenuo. Tengo mil anécdotas sobre este gran circo, muchas de aquellos años 90, pero incluso en 2010 en la Feria de Frankfurt me sorprendí cuando mi agente me hizo convencer a los editores de que estaba escribiendo una novela, daba igual de qué. Editores y agente tenían citas rápidas donde se contaban las novelas en una frase... Todo este camino fue duro y a la vez muy aleccionador. Lo que aprendí con todo esto es que yo tengo que escribir lo mejor que pueda mi libro, pero luego lo que pasa después es un azar y es pericia de los editores y agentes. Son variables que un escritor no controla. Y aprendí a que no me importara, a no enfadarme ni frustrarme. A ser un escritor sólo cuando escribo y el resto del tiempo dejarme llevar por el circo.
"Del mundo literario aprendí que yo tengo que escribir lo mejor que pueda mi libro, pero luego lo que pase con él es pericia de los editores y agentes"
P. Están salpicados en los textos muchos de los temas que luego protagonizan tus novelas: el sexo, la familia, la frustración del no escribir... ¿cómo esas obsesiones se convierten luego en literatura?
R. La verdad es que para que yo escriba ficción tiene que aparecer una historia fuerte, que encauce y justifique todo ese torrente que siempre está en movimiento en mi interior. Por ejemplo, en La uruguaya aparece un tipo medio parecido a mí que cruza por el día Montevideo a buscar unos dólares y encontrarse con una chica. Es esa estructura, esa idea de viaje que transcurre en un solo día, la que me permite contar un montón de cosas personales y hacer un frankenstein metiendo otras inventadas. Voy buscando en la ficción vehículos, canales que me permitan ir introduciendo mis cosas. Esos canales están siempre y es cuestión de animarme a abordarlos.
P. Le comentaba esto porque ya desde el primer ensayo del libro un tema recurrente es el de la frustración del escritor, la incapacidad de escribir. ¿Cómo se vive esto?
R. Cuanto menos estoy escribiendo más impostor me siento en la figura del escritor. En realidad, uno pasa por varias fases, como cuando escribí ese texto, que estaba enojado con la idea de la literatura. De hecho, este libro tiene ese paso a un costado. Me dije, ya no soporto la literatura, así que voy a escribir para el periodismo a ver qué pasa. Con toda la sequedad que eso implica también, porque puede ser un mundo muy árido, con poco lugar para una pluma un poco más poética. Pero fue muy interesante vivir eso que García Márquez llamaba torcerle el cuello al cisne. De pronto ponerte menos preciosista, más informativo, fue un aprendizaje total, aprendí mucho escribiendo las columnas para el diario Perfil.
P. Más allá del periodismo, estuvo varios años escribiendo en blogs, a veces incluso con seudónimo, ¿cómo fue esa experiencia por qué?
R. Entrar en el mundo de los blogs fue clave para mi escritura. Para empezar, me aportó una forma de escritura más cercana a lo coloquial. La gente del mundillo no estaba haciendo literatura, y eso siempre es bueno, que la gente al escribir se olvide de que hace literatura. Contaban cosas como con la ropa suelta, anécdotas de la vida cotidiana. Y eso me ayudó a cambiar el tono literario, a acercar mi escritura a la lengua hablada sin perder precisión verbal ni lirismo. Escribir más coloquial, pero sin perder filo. Esa época de bloguero fue un laboratorio, un campo de experimentación que después decanta en La uruguaya, que mezcla ese tono coloquial con momentos muy líricos y con ese antihéroe que tiene un tono muy íntimo, algo que también me dieron los blogs. Al escribir con seudónimo narraba cosas muy privadas con total impunidad. Todo eso fue un gran laboratorio de escritura, aunque yo no sabía que me estaba preparando para una novela.
Esa cultura del blog está para Mairal hoy desaparecida, "sustituida por Facebook o Instagram, donde prima la imagen", pero en la década posterior a 2005 gozó de una gran vitalidad conformando una especia de generación. "Yo vengo primeramente de la poesía, y la poesía es un género más tribal. Los poetas se leen entre ellos y se conocen, tienen festivales, veladas… Pero algo pasó en Argentina tras la crisis de 2001 que se trasladó esa dinámica propia de la poesía a la narrativa, porque se cayó todo, las grandes editoriales dejaron a los autores jóvenes solos y ellos comenzaron a autogestionarse al estilo de los poetas, armando ciclos de lectura…", explica. Un proceso que favoreció que en unos años sin "manifiestos ni corrientes literarias hubiera una interacción, un entramado de diálogo y de compartir ideas, porque, aunque está claro que en el momento de sentarte estás solo, si antes discutiste un montón de cosas y compartiste ideas, ese diálogo se refleja en tu escritura".
"La poesía es la forma de literatura más tribal. Es precisión, puntería verbal, saber que no es lo mismo una palabra que otra"
P. Habla mucho de poesía, pero aquí en España conocemos básicamente sus novelas, ¿qué significa la poesía en su escritura?
R. Para mí es el ADN de la escritura, la esencia. Si dejás secar un cuento al sol lo que queda es la poesía. O al revés, si tirás unas gotitas de esencia de poesía en un litro de agua hacés un cuento. La poesía es precisión, puntería verbal, saber que no es lo mismo una palabra que otra. También puede ser un movimiento centrífugo alrededor de una idea hasta que realmente le sacás todo el jugo. Pero por encima de todo es como una varita mágica temporal. La poesía es capaz de contar una historia, la vida entera, condensada en tres líneas, pero también de dilatar un instante durante diez páginas.
P. Vamos a dar por superada esa etapa de bloqueo literario de la que este libro es crónica y medicina, ¿qué será lo próximo de Pedro Mairal?
R. En realidad siempre estoy bloqueado... (risas). Estoy con un libro de cuentos en camino, una especie de cuentos reunidos con mis antiguos relatos y varios nuevos. También estoy con un pie en la música, haciendo canciones con mi dúo. Y tengo una novela como girando en órbita, pero no puedo decir mucho de ella porque si lo hago no la voy a hacer. Es como destapar una Coca-Cola, que se le va el gas. La tengo que cuidar un poco. Siempre estoy escribiendo, pero ahora que estoy haciendo bastantes canciones y hay una libido, una energía, que se va por ahí. No es algo estrictamente literario, menos en el Nobel de Dylan. Quizá estoy apuntando a eso, ya que no me lo dan por la literatura...