Proclamación de Juan Carlos I
Lo primero que sorprenderá al lector atento en este nuevo libro de Santos Juliá (Ferrol, 1940) son las fechas que acompañan en el subtítulo explicativo al concepto medular de Transición. Acostumbrados a una delimitación cronológica escueta (1976-1978, según el criterio más extendido), la amplitud de las fechas aquí consideradas (¡nada menos que desde 1937 hasta hoy mismo!) sorprenderá y hasta desconcertará a cualquiera. ¿Qué pretende decirnos el reputado historiador, que la transición ha durado ochenta años?No se trata de eso. Juliá nos propone un amplio recorrido, no de tipo especulativo -formas y modos de transición-, sino de índole política empírica, la transición como alternativa concreta de las fuerzas políticas españolas desde la guerra civil. La indicación es más importante de lo que pueda en principio parecer porque, como el autor advierte desde el preludio, este libro no es exactamente un ensayo de interpretación ni una sociología de la transición ni un fresco cultural del período, sino algo claramente diferenciado de todo ello, la reconstrucción de la historia política de una propuesta y un largo proceso.
La tercera advertencia importante es que Juliá ha hecho un esfuerzo sostenido por atenerse literalmente a los documentos de cada una de las fases que aborda. Siempre que puede deja que hablen los propios textos tal y como fueron redactados en su momento, atendiendo a todos sus matices. Es verdad que esa determinación convierte en farragosos algunos pasajes de las más de seiscientas densas páginas del libro, pero no es menos cierto que al final el interesado o el especialista agradecen ese retorno a las voces originales en vez del habitual refrito adobado con valoraciones particulares.
A pesar de que no resulte evidente en la estructura formal de la obra, el libro tiene dos partes diferenciadas: los primeros siete capítulos, la mitad del conjunto, abarcan las casi cuatro décadas del franquismo. Quizá resulten las más difíciles o incómodas para el lector común, pues se detienen con meticulosidad en los distintos planes de la oposición democrática para superar el trauma de la guerra. Podemos seguir así los sucesivos encuentros y desencuentros de monárquicos y socialistas desde el pacto de San Juan de Luz (1948), las aproximaciones de exiliados y opositores del interior (Munich, 1962), así como las modulaciones comunistas hasta culminar en la fórmula de "reconciliación nacional" (desde 1956).
Los seis capítulos restantes se ocupan de los hechos más próximos a nosotros, o sea, lo que usualmente conocemos como peripecias de la transición y los problemas políticos surgidos en las últimas décadas. Al igual que en páginas anteriores, Juliá ha optado aquí por una fórmula que respeta el orden cronológico pero que en el fondo da primacía a la ordenación temática. Ello se percibe, más nítidamente aún que en las páginas anteriores, en los capítulos que dedica a la transición propiamente dicha.
En el titulado "Libertad" trata de aquel experimento político que no fue a la postre "ni reforma ni ruptura". En "Amnistía", quizá uno de los capítulos más impactantes, Juliá demuestra que la transición fue muy generosa con los terroristas -con ETA en particular- sin recibir contrapartidas no ya de quienes empuñaban las armas sino tampoco de nacionalistas ni intelectuales en general. En "Y estatutos de autonomía" analiza las sinuosas negociaciones que dieron como fruto los diversos gobiernos autonómicos, sin que la satisfacción por lo conseguido lograra desplazar una extendida sensación de desencanto. Este último concepto le sirve para rotular el siguiente capítulo, dedicado al ambiente político que rodeó el ascenso y caída de Adolfo Suárez.
Las dos últimas partes de la obra se ocupan de los avatares políticos de las tres últimas décadas. En este caso tanto el análisis como la reflexión de Juliá pivotan sobre dos ejes fundamentales, la cuestión de la memoria histórica y la crisis de la articulación territorial. Por lo que respecta a la primera, el autor, un consumado experto en la materia, disecciona cómo, cuándo y por qué el uso del pasado se convirtió en un momento dado en un arma política al servicio de intereses oportunistas o espurios. En cuanto a la deriva centrífuga de las autonomías, Juliá se centra en las demandas insaciables de los nacionalismos y la convergencia de estos -en particular el catalán- con un populismo antisistema (el fenómeno de Podemos y sus confluencias) hasta desembocar en la crisis actual.