Marcelo Cohen. Foto: Daniel Mordzinski
Cuando se lee sabiendo que se reseñará, leer es un estadio de la escritura tendente a la simplificación del qué diré. Atravesé Notas sobre la literatura y el sonido de las cosas, de Marcelo Cohen (Buenos Aires, 1951), vacilante por la síntesis que iba a transmitir a los lectores de El Cultural si les decía que el libro habla de cómo y por qué escribimos o leemos ahora que el siglo XXI se ha desperezado.En este volumen que recoge prosas diversas entre el ensayo, la crónica y la narración, Cohen demuestra una inteligencia tan irónica y precisa, y la lanza en tantas direcciones, que la reducción parecía gruesa. Y sin embargo, en el último texto del volumen Cohen recorre el metro de Buenos Aires para escuchar el sonido de la lectura, y finalmente le cede la palabra a un señor mayor que anda con un Graham Greene a cuestas (referencia oportuna cuando se habla de narración y poder, más en un autor que habla de una "prosa de Estado", legitiminada como todo el mundo sabe por Ministerios del Miedo) y afirma: "Yo con una novela no progreso; no me lleva a ningún lado".
Pero entonces, ¿por qué lee? "Por eso", ríe el señor. Me consuelo: tal vez no sea tan reductor decir que Cohen habla de cómo y por qué escribimos o leemos en el metro, en el siglo XXI multiversal y concentracionario (cuánto tiempo sin leer ese adjetivo aplicado con tanta decisión a hoy).
Esa armonía se va vertebrando bajo acumulaciones y experimentaciones de todo tipo. El libro de Cohen se beneficia de una superposición de experiencias como escritor, traductor, exiliado, regresado, cronista, lector: dedica páginas a Zurita, Agota Kristoff o Di Benedetto, pero también atiende a la combinatoria musical de Uri Caine o al paso de Diego Armando Maradona por Barcelona. Esto último le permite hablar sobre un momento histórico de la relación de esa ciudad con la comunidad latinoamericana, al tiempo que practica el enésimo giro sobre la idea de relato productor de sentido: en este caso, el relato del héroe argentino. Y aunque Cohen se burlará de la recurrencia del término "relato" hasta en la sopa televisiva, lo cierto es que parece difícil esquivarlo: todos explicándonos todo el tiempo, las ficciones multiplicándose en mil canales y formatos inmunes a la paciencia, favoreciendo desorientaciones fértiles o traidoras. "Todos somos collagistas", escribe, y es cierto.
Cohen narra y ensaya y retrata (el procesador de textos no me deja escribir esas tres palabras superpuestas, quizás la vieja Olivetti era más abstracta), y me temo que sí, que todo el tiempo se pregunta por qué narramos o leemos, cómo lo hacemos, en el siglo XXI.
Y ofrece respuestas, cautelares, aproximadas, que también podrían escribirse con Olivetti: por ejemplo, que "leer y escribir son artes del desmentido, de la diferenciación (aunque aspiren a lo indiferenciado)". Por ejemplo, que "escribir, tarde o temprano, es preguntarse en qué ha consistido, consiste y podría consistir en el futuro la esencia de la literatura".
Si a esto añadimos que este libro de escritor y traductor es el más brillante aporte sobre estilo y precisión lingüística que he leído en los últimos años junto a Estilo rico, estilo pobre del escritor y editor Luis Magrinyà, el balance es claro: vamos leyendo en el siglo XXI para afrontar páginas como estas.