Havel. Una vida
Michael Zantovsky
17 marzo, 2017 01:00Havel
"Este es un libro interesante, cubre un hueco o demanda que nadie había satisfecho y lo escribe la persona indicada", decía hace dos años la exsecretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, de origen checoslovaco y gran protectora de Václav Havel, en la primera presentación de este libro en Washington.Una buena biografía tiene que contar en pasado la vida de alguien, lo conocido y lo desconocido, lo bueno, lo regular y lo malo, sus virtudes y sus vicios, sus motivaciones y sus sueños, sus éxitos y sus fracasos.
Si se hace con la lupa de un investigador riguroso, obsesionado por el dato, se puede pecar de frío, denso y aburrido. Si, habiendo vivido al lado del sujeto retratado, como es el caso de Michael Zantovsky (Praga, 1949) -amigo, asesor y primer secretario de prensa del presidente Havel-, te vuelcas en la persona con quien hiciste historia dejándote llevar por el corazón y la memoria, ganas en vibraciones lo que puedas perder en precisión.
La primera parte de Havel, una vida, el tercer gran estudio en inglés (traducido al español dos años después de ver la luz la versión original, coincidiendo con el 25 aniversario de la revolución de terciopelo) sobre la vida del ensayista, dramaturgo, disidente y presidente checo, es una obra magna de investigación. La segunda parte, que abarca desde la elección como presidente en 1989, dos meses después de la caída del muro de Berlín, hasta el final, no cae en la lisonja o el botafumeiro burdos de tanta hagiografía, pero se guía más por los sentimientos.
El resultado final (casi 800 páginas) es una obra de excelencia, sin duda la mejor de las tres. En The lesser-known Václav Havel: civic responsibility in the postmodern age (Rowman & Littlefield, 2004), James F. Pontuso se había fijado en el filósofo político de los ensayos y de las obras de teatro, un hombre retraído y temeroso de oropeles, sillones y poder. John Keane, autor del mucho más conocido Václav Havel: a political tragedy in six acts (Bloomsbury, 1999), nos presentó a un manipulador y ambicioso intelectual, sediento de poder. Zantovsky, actual director de la Biblioteca Václav Havel de Praga tras muchos años de embajador en Washington y en Londres, ni siquiera cita a Pontuso (para mi sorpresa, pues recoge y digiere a conciencia en su libro 84 obras de unos 75 autores, además de 23 obras del propio Havel), pero coincide mucho con él y muy poco o nada con Keane. De hecho a este lo rebate en varias referencias y notas a pie de página.
Más de cinco años después de su muerte (18 de diciembre de 2011), Havel sigue siendo un enigma para la mayoría, incluso para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y entrevistarlo en el Castillo de Praga en la cumbre de su "reinado". Puede que sea el destino de todo humano cuando traspasa el umbral que le separa del olimpo. Desde su humildad y bonhomía, él nunca se vio a sí mismo de esa manera.
El Havel con el que hablé para El Mundo la víspera de su visita a Madrid para asistir a la cumbre de la OTAN de 1997, en la que se aprobó el ingreso de su país en la Alianza (su gran objetivo, junto con la entrada en la UE, que se retrasó hasta 2004) coincide con el contradictorio y paradójico perfil de Zantovsky: muy próximo, muy humano, admirador de los EE.UU. y entristecido por la ruptura de Checoslovaquia en 1993, ante el riesgo de una confrontación sangrienta como la que empezaba a romper Yugoslavia. Volvería a España tres meses después para recoger el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de aquel año.
"Con este libro he intentado recrear, con mi pobre inglés y mi mala pluma (lo dice un buen escritor y uno de los mejores traductores del inglés al checo), al hombre de carne y hueso imposible de fijar en una estatua", decía Zantovsky en 2014 tras presidir la instalación en el Capitolio de Washington de un busto de Havel, el cuarto extranjero que logra tal honor en la historia de los EE.UU. "Havel fue siempre él mismo, siempre íntegro", añadía. "Lo recuerdo como un hombre, un escritor, un actor, un amigo, un amante (tuvo muchas), un esposo (se casó dos veces), un preso (5 años por impulsar a finales de los setenta Carta 77, el movimiento disidente que abrió la primera gran grieta en el régimen tras la Primavera del 68), un político, un presidente y un jubilado enfermode los pulmones, que jamás cambió en nada esencial ni cedió en ninguno de sus principios".
El texto de Havel que mejor recoge esos principios, aunque literariamente lo superan muchos de sus ensayos y trabajos de dramaturgo, es, posiblemente, El poder de los sin poder: un manifiesto de 24.000 palabras en el que, a través del ejemplo de un verdulero, distingue en 1978 el postotalitarismo de Husák del totalitarismo de Stalin y Hitler, defiende la capacidad humana para "vivir en la verdad" y propone toda una metodología individual para hacer frente a la represión del sistema mal llamado socialista contra el que luchó sin violencia toda su vida.
@sahagunfelipe