Razón: portería
Javier Gomá
28 marzo, 2014 01:00Javier Gomá
En una tira cómica de Mafalda, la genial niñita argentina entra en una cerrajería y pide al anciano dependiente la llave de la felicidad. Éste le responde: "Con mucho gusto, nenita, ¿a ver el modelo?". Mafalda sale de la tienda, entre frustrada y admirada por la respuesta, exclamando: "¡Astuto viejito!" En su último libro, en el que emplea como metáfora del filósofo la figura del portero de una finca, que guarda las llaves de pisos en oferta para mostrarlos al público interesado y dar razón de ellos, Javier Gomá (Bilbao, 1955) protesta contra la astuta cautela de la filosofía contemporánea, que, perpleja ante la creciente complejidad del mundo, recelosa de los viejos modelos omnicomprensivos, parece haber extraviado la llave maestra que abre la puerta de la vida. Con el aire infantil de una pregunta ingenua, el autor se plantea si con ello la filosofía no estaría incumpliendo su tarea más genuina: la de dar razón de la realidad y suministrar orientaciones relativas al problema, siempre recurrente, del sentido de la existencia. Su tesis es que en las últimas décadas no ha habido gran filosofía, aunque sí un exquisito criticismo y una encomiable labor académica, porque el pensamiento filosófico ha desertado de su misión histórica, consistente en proponer un ideal.Gomá no renuncia a esta ambición teórica y de ello ha dado sobrada muestra con su tetralogía Imitación y experiencia (Premio Nacional de Ensayo 2004), Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario, pero imposible, en lo que constituye una de las aportaciones más significativas al ensayismo español de los últimos años. Al mismo tiempo, ha venido poniendo a prueba su propuesta de articulación de experiencia, ejemplaridad y esperanza en forma de una filosofía mundana, mediante colaboraciones en el diario El País. Una primera entrega de este material se publicó en 2012 con el título de Todo a mil. El presente libro reúne los veintidós "microensayos" con los que Gomá da por cerrado este ciclo de colaboraciones, y otros cuatro artículos más extensos sobre el devenir reciente de la filosofía, el Jesús histórico, la vocación literaria y su propia andadura filosófica. Se trata de unas piezas excelentes por su estilo y concisión, así como por su claridad conceptual. Los grandes temas de su pensamiento, en particular el de la ejemplaridad y el de la debida reconciliación con las imperfecciones de la vida, emergen a partir de vivencias y observaciones aparentemente intrascendentes, pero en las que el autor acierta a sorprender las huellas de verdad, belleza y bondad que siguen latiendo en nuestro mundo.
En el último texto, Gomá parece esbozar posibles desarrollos futuros de su obra, necesarios en la medida en que su propuesta filosófica resulta harto problemática para la sensibilidad actual. Y es que una vez desencantada la imagen clásica del mundo como un cosmos armónico, nuestra conciencia hipercrítica cuestiona toda oferta de sentido unitaria, como la que sugiere su principio de una ejemplaridad concreta de imitación universal. El portero de la sospecha cierra hoy día la puerta filosófica a cal y canto y tira la llave, con tal de que ningún okupa fundamentalista pueda pillarla y venga a colarse en el domicilio. Gomá prefiere ventilar la casa del concepto, diciéndose que es mejor resfriarse un poco de trascendencia que acomodarse a la atmósfera de un nihilismo cada vez más irrespirable. Y bien que hace, aunque estemos en primavera y los excesos de ventilación agraven alguna que otra de nuestras alergias.