Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la belleza
Rafael Argullol
11 octubre, 2013 02:00Rafael Argullol
Hay veces en que uno cultiva el placer de la lectura con cierta pereza, más por hábito que por devoción, frecuentando a autores que antaño nos conmovieron con el aprecio moderado que se le dispensa a viejos amigos con los que tuvimos un alto grado de intimidad, a sabiendas de que aquella cálida emoción nunca podrá volver a repetirse: sus nuevos libros nos agradan porque evocan el recuerdo amable de los días pasados, pero poco más. Nada de eso encontramos en la obra de Rafael Argullol (Barcelona, 1949), catedrático de Estética de la Universidad Pompeu Fabra, premio Nadal de Literatura y premio de Ensayo FCE. Los suyos no son textos que se presten a languidecer en esa suerte de melancólico consumo. Siempre despiertan sensaciones jóvenes y alientan la reflexión más ágil; siempre descubren paisajes inéditos o enfoques insospechados de lo cotidiano; siempre sorprenden con una poderosa inflexión, vivísima y original.Con ese rasgo de partida, que es común a otros miembros de la Escuela de Barcelona como Eugenio Trías o Félix de Azúa, Argullol ha aquilatado un estilo de muy personal, que él mismo define como "escritura transversal", donde los diferentes géneros se despojan de sus contornos más rígidos y se asocian de manera fecunda. Así, en la producción de este cuidadoso orfebre de la palabra y del concepto hallamos monografía, ensayo, novela, memoria autobiográfica, etc.; pero sobre todo textos vivos que transmiten autenticidad, porque nacen de una genuina experiencia personal de búsqueda incesante.
Este nomadismo tan propio de un viajero impenitente como es Argullol cuajó hace unos años en la que para muchos es su obra maestra, Visión desde el fondo del mar (2010). Pero también se puede apreciar en una obra menor, más contenida en su formato ensayístico, como es la que ahora llega a las librerías, Maldita perfección. A través de sus 22 estaciones, esta espléndida recopilación de ensayos realiza un recorrido por el territorio de la creación artística, reivindicando su valor formativo esencial frente al ruido de los discursos imperantes en una sociedad donde la cultura cada vez vale menos. Lucrecio, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Nietzsche, Mann, Dostoievski o Picasso son algunos de los nombres convocados para ilustrar una idea capital: el arte como espacio de celebración de la belleza, por su voluntad de transfiguración de lo real, pero también como ámbito de reconocimiento inherente al ser humano, como un singular modo de conocimiento que certifica asimismo la pujanza del lado terrible de la existencia. En esa tensión trágica se constituye la creación artística, y de su alzado a aguda consciencia crítica nace el arte moderno, tanto en su dinámica más revolucionaria y optimista como en su deriva más escéptica y descreída, la de una "modernidad espectral".
Argullol rastrea además sus formas antecedentes, la lucha entre los procesos de creación y destrucción en que se debate la mentalidad clásica, la obsesión por el cierre y la estaticidad del cosmos medieval, el hallazgo de la profundidad en los albores del Renacimiento; y prosigue luego todo el despliegue de la modernidad hasta su convulsión romántica y su sostenida confrontación con el nihilismo, hasta ahí donde las pinturas negras de Rothko dejan atrás el lugar del arte moderno y comienzan a explorar el no-lugar. Un lugar -apuesta nuestro autor- donde lo poético sea capaz aún de rescatar la riqueza de la vida y no quedar sepultado por el ruido de la barbarie.