Burke. Circunstancia política y pensamiento
Demetrio Castro Alfín
22 marzo, 2007 01:00Demetrio Castro Alfín
Edmund Burke (1729-1797), parlamentario y escritor inglés, figura habitualmente entre los clásicos del pensamiento político. El libro de Castro supone un acercamiento a su figura que no se centra exclusivamente en sus escritos e ideas, sino que tiene el acierto de estudiar al personaje a partir de un riguroso análisis de las características de la política británica del XVIII.Nacido en Dublin y de madre católica -hechos ambos que aprovecharán algunos de sus críticos- Burke vive toda su vida activa en Inglaterra, que en aquellos años ofrecía una realidad política y social bastante distinta a las de los países continentales. La Gran Bretaña, constituida como tal a partir del acta de unión de Inglaterra y Escocia de 1707, era una excepción en un mundo dominado por el absolutismo, pues la revolución Gloriosa de 1688 había consagrado el parlamentarismo como base de la vida política. La formidable eclosión de la opinión pública se manifestaba en numerosos periódicos, clubs y sociedades; todo ello respaldado por los intereses de los terratenientes y la potente burguesía, en la época en que tenía lugar en Inglaterra la Revolución Industrial. Era, sin duda, un país distinto, aunque tuviera notables defectos como las injerencias de la corona en la vida política, la escasa relación entre la densidad de población y los distritos electorales, la índole faccional de los partidos, el caciquismo o el carácter fuertemente restrictivo del electorado.
Vinculado a una de las facciones de los whigs, el partido que hegemonizaría la vida política británica durante buena parte de la centuria, Burke desarrolló una amplia trayectoria como parlamentario durante casi treinta años, inicialmente a las órdenes de uno de los grandes patrones oligárquicos, el vizconde de Rockingham, y tras la muerte de éste en las filas encabezadas por Charles Fox. Aunque llegó a desempeñar algunos cargos secundarios en los momentos en que sus patrocinadores ocuparon el poder, lo hizo por poco tiempo, de forma que casi toda su vida política estuvo en la oposición. Pero su actividad parlamentaria fue intensa, reforzada además por una importante obra escrita, fuertemente polémica en muchos casos, pero caracterizada también por su altura teórica y su brillantez literaria. Su herencia ha sido reivindicada tanto por conservadores como por liberales. Enemigo y odiado por los tories, no solo se opuso a los whigs gobernantes, sino también a las intromisiones del rey -la Corte- en la vida política. Sus sólidos principios antiabsolutistas, la defensa de la revolución Gloriosa o su oposición al gobierno en la política colonial, abonarían la interpretación liberal de Burke; lo mismo que su postura abierta y comprensiva, aunque imprecisa, hacia los rebeldes americanos; o su participación activa en la acusación y el proceso contra Hastings -un antiguo gobernador británico en la India- que era en realidad un ataque a los abusos del gobierno y los intereses de la compañía de las Indias Orientales. Sin embargo, Burke poseía una concepción social y política muy tradicional, basada no sólo en la permanencia de las instituciones y las prácticas políticas, sino también en su defensa de la preeminencia de la vieja clase aristocrática. Pero fue sobre todo la reacción contra la revolución francesa -que acabó por enfrentarle con su propia facción política en los últimos años de su vida- la que fundamenta su vinculación a los orígenes del pensamiento conservador.
Su condena temprana, decidida y constante de la revolución se manifestó esencialmente en su obra Reflexiones sobre la revolución de Francia, que tuvo un formidable éxito editorial. No obstante, el pensamiento de Burke es mucho más rico y variado, lo que explica las diversas interpretaciones a que ha dado lugar. El libro de Demetrio Castro tiene, entre otros, el mérito de acercarnos a un personaje y una época más próximos a nosotros de cuanto pudiéramos pensar.