Ensayo

Novedad en el Frente

Remi Skoutelski

2 febrero, 2006 01:00

Remi Skoutelski. Foto: Archivo

Traducción de Gerardo Gambolini. Temas de Hoy, 2006. 503 páginas, 29 euros

Las Brigadas Internacionales representaron un caso singular en la historia de los conflictos bélicos. Más de treinta mil voluntarios, reclutados por la Internacional Comunista, se jugaron la vida en una guerra civil que había estallado en un país desconocido para la mayoría de ellos. Rémi Skoutelsky ha narrado muy bien su historia.

Sobre las Brigadas Internacionales se ha escrito mucho, pero Novedad en el Frente es el libro más completo y mejor documentado que hasta ahora se ha publicado sobre el tema. Skoutelsky, quien en 1998 había publicado un excelente trabajo sobre los voluntarios franceses, basado en un intensivo estudio de las fuentes documentales (incluidos los archivos de las Brigadas que se conservan en Moscú), combina en este nuevo libro los resultados de su propia investigación con los obtenidos por otros autores. Ha sabido además integrar una narración muy viva de los principales episodios bélicos en que participaron con el análisis de temas como las vías de reclutamiento y entrada en España de los voluntarios, su composición social, los motivos que les empujaron a alistarse o los diversos aspectos de su vida cotidiana tanto en el frente como en la retaguardia.

El papel de las Brigadas Internacionales fue importante sobre todo en los combates en torno a Madrid de los últimos meses de 1936 y los primeros de 1937, desde el primer asalto a la capital por el ejército de áfrica, en el que tuvieron su bautismo de fuego, hasta la batalla de Guadalajara, en la que contribuyeron a derrotar a las tropas de Mussolini. En esos meses, en los que fueron utilizadas como fuerzas de choque, las Brigadas pagaron un elevado tributo de sangre. Como todos los mejores libros de historia militar, Novedad en el frente presenta a la vez la grandeza y la miseria de la guerra. Hay ejemplos del heroismo de los brigadistas en el combate y en una ocasión se recuerda que lo había en el otro bando; se mencionan los tormentos del soldado invadido en su trinchera por los parásitos; aparecen casos de desertores, cuya combatividad revolucionaria no superó la prueba de los horrores de la guerra; y tampoco se olvidan las prolongadas borracheras y los asaltos a los prostíbulos en los días de permiso. Skoutelsky no oculta que sus simpatías se dirigen hacia la causa republicana, pero sabe mantener esa indispensable honestidad del historiador consistente en no manipular la imagen del pasado que emerge de la documentación disponible.

Cuando el libro se presentó en Madrid hace unos días, algunos medios sostuvieron que desmontaba el mito de que las Brigadas Internacionales fueron un instrumento comunista. Una afirmación bastante sorprendente, porque Skoutelsky prueba que la decisión de crearlas la tomó la Internacional Comunista (en septiembre del 36, cuando Stalin aprobó también el suministro de armamentos a la República), que los partidos comunistas de los distintos países se encargaron de su reclutamiento y que la mayor parte de los voluntarios, dos tercios en el caso de los franceses, eran militantes o simpatizantes comunistas.

Esto no supone, sin embargo, que no fueran genuinos voluntarios ni que en sus filas no hubiera un minoría de militantes socialistas o de otros grupos de izquierda. En cuanto a la pregunta de si los brigadistas acudían para defender la democracia o para promover la revolución, los testimonios citados por Skoutelsky apuntan hacia lo segundo. Un brigadista, por ejemplo, recordaba que durante toda la guerra estuvieron convencidos de que luchaban por la revolución, "pero que no había que decirlo para no perjudicar a nuestra causa frente a las burguesías occidentales".

En definitiva, estamos ante un libro honesto, interesante y que se lee bien. El único reproche que cabría hacer a su autor es el de no haberse documentado lo suficiente sobre ciertos aspectos de la guerra civil no directamente relacionados con su tema. Menciona, por ejemplo, el restablecimiento del culto católico por el gobierno de Negrín, pero parece ignorar que fue una medida puramente retórica, sin eficacia práctica alguna.