La nacionalización de las masas
George L. Mosse
5 enero, 2006 01:00Concentración nazi en Nuremberg
Hay que agradecer a Marcial Pons que el lector de lengua española pueda disponer de la traducción de este valioso y muy recomendable libro sobre el simbolismo político y los movimientos de masas en Alemania desde las Guerras Napoleónicas al III Reich, obra del eminente historiador George L. Mosse (1919-1999).
En Alemania, la emergencia del nacionalismo y la democracia de masas fueron los factores que durante el Ochocientos estimularon el culto al pueblo como religión secular. Estos "movimientos exigían un nuevo estilo político que transformara la multitud en una fuerza política coherente" y ahí el nacionalismo "proporcionó un culto y una liturgia que podrían alcanzar ese propósito". Al estudio del proceso dedica Mosse parte sustancial de este espléndido libro con el análisis de las asociaciones civiles que fomentaron mediante sus actos festivos y liturgias la conformación del nuevo culto político.Otros elementos que contribuyeron a preparar la multitud para la nueva política de la época de masas fueron los monumentos conmemorativos, elevados para enraizar los mitos y símbolos nacionales en la conciencia del pueblo.
El nuevo estilo político que se iba imponiendo, rival del concepto liberal de gobierno parlamentario, se basaba en una estética que resultaba crucial para la unidad del simbolismo, forma idónea de someter el pasado y de dar coherencia a la implicación de las masas mediante un ideal de belleza que simbolizaba el orden, la jerarquía y la nueva plenitud. Lo que hizo el nacionalsocialismo fue adoptar la tradición y costumbres políticas que estaban vigentes desde hacía décadas y adaptarlas. Mosse señala que esa tradición "llevaba un siglo ofreciendo una alternativa a la democracia parlamentaria". El mejor ejemplo del nuevo estilo que culmina con el nazismo, uno más de los elementos que contribuyeron al desarrollo del III Reich, son las reuniones nazis de Nuremberg: grandes grupos alineados militarmente, junto a sus estandartes, con un juego de luces que enfatizaba al grupo, lo que supone la desaparición de todo signo de individualidad en medio de una multitud ordenada que actuaba y se significaba como comunidad. Hasta el Föhrer, que quedaba sumido en medio del espectacular protagonismo de la masa, en su forma particular de discursear facilitaba la participación del público que vivía extasiado la experiencia. Mosse rechaza la calificación estricta de "propaganda" y manipulación. No era un fenómeno artificial, tenía una "naturaleza esencialmente religiosa" que apelaba a las emociones e impulsos inconscientes de la gente, creando una suerte de magia que cohesionaba y subrayaba la interdependencia entre el líder y la masa, reforzando el espíritu de grupo.