La Batalla. Historia de Waterloo
Alessandro Barbero
21 octubre, 2004 02:00Lo hace a través sobre todo de los testimonios de quienes estuvieron allí y vivieron para contarlo, porque la batalla en que Napoleón fue derrotado constituyó uno de los más sangrientos combates conocidos hasta entonces. La fuerza mítica de Waterloo radica en parte en ello, aunque también en la explotación propagandística realizada por Inglaterra para ensalzar la genialidad militar del duque de Wellington, comandante en jefe de las fuerzas aliadas que acabaron con el Imperio de los Cien Días, o en la importancia histórica de la caída final del emperador. Unos meses antes, su regreso de Elba había conmocionado a los soberanos europeos, cuyos delegados aún discutían en Viena la reordenación del continente, por lo que se comprende el suspiro de alivio que recorrió la Europa aliada, encabezada por Inglaterra, Prusia, Austria y Rusia.
Una de las conclusiones que se desprenden del libro es la de que, aunque la victoria fuera finalmente de las tropas británicas, alemanas y de los Países Bajos, las cosas pudieron haber sido muy distintas, y durante buena parte de aquella larga jornada el ejército francés estuvo cerca de lograrla. Wellington ocupó hábilmente una posición defensiva y se limitó a sostenerla. Las últimas horas fueron especialmente dramáticas, con las unidades de infantería que aún estaban en situación de combatir resistiendo los ataques del ejército imperial gracias al mantenimiento estricto de la formación de la infantería en cuadro y a pesar de las bajas constantes. En muchos momentos pareció inminente el derrumbamiento de las líneas aliadas, sobre todo ante el ataque final de los batallones de la Vieja Guardia. De no haber sido por la llegada del ejército prusiano en ayuda de Wellington, el resultado final -y seguramente la historia- habrían cambiado.
El autor recrea minuciosamente los cálculos y planes de los respectivos comandantes supremos, los movimientos previos de cada uno de los tres ejércitos, la intensa lluvia del día anterior al 18 de junio de 1815, y las penurias de los soldados, empapados de barro y hambrientos, sin poder dormir apenas a la espera de la batalla. Con una notable habilidad narrativa, analiza los diversos ejércitos y unidades, las tácticas de combate y las diversas alternativas del enfrentamiento. Constantemente alude a personas concretas de uno u otro bando, y a su peripecia individual o sus sentimientos durante la batalla.
Distinguimos los accidentes del terreno, la actuación de las diferentes unidades. Conocemos los nombres de muchos combatientes, les vemos actuar y morir. ¿Qué historiador no ha soñado con describir al detalle un acontecimiento? Ayudado por la abundante bibliografía y los testimonios, Barbero parece haberlo conseguido de forma brillante. Con todo, no hubiera venido mal una mención más detallada de las fuentes y los historiadores en que se basa, por dejar claros los límites entre el relato historiográfico -que ha de ser siempre riguroso- y la novela histórica, mucho más libre y abierta a la invención.