Trece rosas rojas
Carlos Fonseca
27 mayo, 2004 02:00Las hermanas Trinidad y Julia Conesa
Desde perspectivas variadas (la historia y la novela, si se prefiere la simplificación) han sido numerosos los acercamientos producidos en los últimos años a diversos episodios de la represión durante la guerra civil y el primer franquismo, hasta el punto de que puede decirse ya que forman un subgénero peculiar.Tanto la recreación del ambiente como el análisis preciso o la minuciosa crónica se revelan vehículos eficaces de transmisión, al tratarse de acontecimientos de gran intensidad y dramatismo. Aún puede añadirse, cuando estamos -como es el caso- ante una reconstrucción casi periodística de los hechos, que confluyen así dos líneas en boga, la "recuperación de la memoria" como "deber cívico" y el interés por la historia a ras de suelo, protagonizada por personas de carne y hueso. Uno de los episodios más conocidos y patéticos tuvo lugar poco después de terminada la guerra civil, en el Madrid de las depuraciones, los chivatazos y los ajustes de cuentas. El Madrid de la represión radical de la "semilla roja", bajo el muy tenue barniz de la legalidad implacable de la "nueva España". En la madrugada del 5 de agosto de 1939 fueron fusiladas trece mujeres jóvenes -menores de edad siete de ellas- por haber pertenecido a las Juventudes Socialistas Unificadas. El"ajusticiamiento" no puede decirse que fuera algo excepcional en aquel momento, más bien lo contrario (decenas de militantes comunistas y socialistas eran pasados por las armas en aquellos días), pero sí reunía una serie de elementos que le conferían categoría de símbolo: la juventud, idealismo e ingenuidad de las víctimas frente a la crueldad de las carceleras, la saña de los vencedores y la implacable razón del nuevo Estado.
Consciente de que el material que tiene entre manos propicia el desbordamiento plañidero, Carlos Fonseca adopta un tono contenido, desgrana los fatídicos acontecimientos y procura que cada personaje hable por sus actos y sus testimonios. En concreto utiliza con profusión cartas y otros documentos de los implicados para trazar un retrato de una juventud soñadora y sus modestas familias, culpables de delitos como haber votado al Frente Popular o no exteriorizar suficiente adhesión a la Revolución Nacional Sindicalista. El libro da cuenta detallada de las circunstancias que llevan desde la derrota a la reorganización del partido comunista, el papel de las juventudes, las actividades clandestinas, las delaciones y los encarcelamientos, para culminar con los asesinatos del comandante Gabaldón y su hija, oscuro suceso que sería instrumentalizado por el Régimen para dar una respuesta ejemplar: lavar la sangre con más sangre. Aunque para ello tuviera que sacrificar a inocentes.