Agur Aznar. Memorias de un vasco en Madrid
Iñaki Anasagasti
5 febrero, 2004 01:00Anasagasti expone la versión del PNV de la etapa presidida por Aznar. Foto: Alberto Martín
Más que un libro de memorias, como el autor advierte, es un conjunto heterogéneo, entre otras cosas, de episodios, intervenciones parlamentarias, análisis y formulación de agravios en el que Anasagasti expone oficiosamente la versión que tiene el PNV de lo ocurrido en la etapa presidida por Aznar.La rememoración prácticamente carece de autocrítica. En comparación, las contribuciones al libro de M. A. Iglesias de los políticos que formaron parte de los gobiernos de González constituyen una manifestación de masoquismo. En su caso, Anasagasti no incurre en ningún error que no fuera inducido por las añagazas e incumplimientos de los adversarios. Su actitud y la del PNV siempre han estado presididas por la trasparencia, buena intención y máxima coherencia.
En definitiva, el lector no se encontrará con la exposición de la experiencia política vivida por un destacado personaje del escenario público español, lo cual hubiera sido muchísimo más interesante por subjetiva que fuera. Aquí, las anécdotas e interioridades que surgen de las relaciones entre los hombres públicos van al servicio del discurso partidista. Es otra opción, pero entonces no hay que tomar la obra más que como lo que es: una defensa apasionada del discurso del PNV, el cual ha sido, según el autor, manipulado por los medios. De ahí la aparición de esta versión oficiosa.
Así, la acción política del PNV ha venido siendo impecable, el derecho a la autodeterminación (léase independencia) siempre fue el objetivo principal del partido, aunque omita que en algún momento Arzalluz, personaje omnipresente a lo largo del texto, haya dicho que su ejercicio sólo serviría para plantar berzas; el PNV ha sido, aparte de las víctimas directas, quien más ha sufrido con ETA, algo que desmiente la afiliación de los asesinados; los nacionalistas vascos nunca han pretendido pactar con ETA-HB para sacar ventajas políticas frente a los defensores de la Constitución, sino para acabar con el terror, pero éste tiene un fundamento político... con lo que Anasagasti acaba justificando de forma indirecta a ETA, en la línea de la metáfora de que unos mueven el árbol y otros recogen las nueces.
A esto se añade el discurso victimista, la apropiación de la interpretación de qué es lo vasco, las ensoñaciones historicistas y la continua tergiversación de la historia en clave nacionalista para deslegitimar a la derecha democrática española a través de su asimilación con el franquismo, argumento de consumo masivo, hay que constatarlo, también en la izquierda. Por ello, es un factor permanente el recuerdo de la Guerra Civil, vista como agresión contra el País Vasco.
Es particularmente mezquino el trato que da a los distintos personajes públicos, periodistas, asociaciones cívicas y sus representantes. De Savater dice que su norte es el del "estómago agradecido", aunque entonces extraña que la haya tomado con los cocineros vascos; de Antonio Elorza que es un vocero del PP; pero donde la abyección alcanza cotas que revelan la altura moral de Anasagasti es en el tratamiento de las asociaciones de víctimas del terrorismo. En contraste, se encuentra la defensa de Sabino Arana, criticando que sus citas están sacadas de contexto....