El universo, los dioses, los hombres
Jean-Pierre Vernant
24 enero, 2001 01:00Este libro constituye una nueva versión del tema de tantas obras en que se trata de los mitos y leyendas de la antigöedad clásica, accesible desde luego a los niños. Sin embargo, Vernant no puede prescindir de todo el bagaje teórico que respalda su visión del tema
Entre los objetivos de la Escuela y del propio Vernant se encuentra desde los comienzos el análisis de los mitos griegos. Desde su punto de vista, se trata de la expresión de una forma específica de pensamiento derivada de las formas sociales presentes en el mundo clásico. Por ello, el rasgo más característico sería el de la expresión de la alteridad, concepto siempre presente en sus análisis, como derivación de la absoluta diferencia existente entre las sociedades presentes y las antiguas, regidas por fundamentos sólo comprensibles desde su propio mundo. Por otro lado, como actitud derivada del estructuralismo, el mito sólo se explica de manera sincrónica, sin acudir a interpretaciones que necesiten desplegar un amplio desarrollo histórico. Aunque los personajes se sitúen en un teórico pasado, lo que expresa el mito es el pensamiento de la época a través de la que son conocidos, el mundo de la ciudad antigua. En ese mundo, a los griegos les preocupa sobre todo la conformación de su propia identidad, definida a través de una nueva forma de alteridad, la que los contrapone a los no griegos, a los no ciudadanos, a los no vivos, a los que se hallan en el mundo subterráneo, a los dioses... En uno de los temas más debatidos de la mitología griega en sus orígenes, Vernant se inclina a pensar que los mitos de Hesíodo no contienen influencias orientales más que para aquellos aspectos presentes en su obra que realmente proceden de añadidos de época helenística. La coherencia del mito se revela en su relación con una sola forma de sociedad, la Grecia de las ciudades.
En El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos, como se indica en el subtítulo, Vernant sólo pretende hacer un relato. Responde, dice, a la petición que le han hecho de contar los mitos como se los contaba a sus nietos, sin ánimo de exponer las diferentes versiones existentes sobre cada uno. En ello también se muestra su tendencia estructuralista, que prescinde de las diferentes vicisitudes por las que atraviesa el mito a lo largo de la historia griega. Resulta así como si el mito hubiera sido un fenómeno estático o sincrónico. Sin duda, con ello gana en valor narrativo y sirve como difusión de los contenidos de esa vitalísima expresión espiritual. La narración ofrecida resulta por ello accesible a cualquiera que pretenda buscar un entretenimiento fructífero acompañado de un enriquecimiento en el acceso al contenido de los mitos. En ello, en efecto, el libro constituye una nueva versión del tema de tantas obras en que se trata de los mitos y leyendas de la antigöedad clásica, accesible desde luego a los niños. Sin embargo, Vernant no puede prescindir de todo el bagaje teórico que respalda su visión del tema tratado. Incluso, aunque en general no se puede decir que sea un ferviente seguidor de la teoría de la trifuncionalidad, que veía en los mitos indoeuropeos siempre una representación de las tres funciones originarias, la soberanía, la guerra y la producción, sí entra en ello para explicar la contraposición entre Zeus y los Gigantes, como representantes del poder monárquico y de la función guerrera respectivamente. Entre las preocupaciones de las sociedades clásicas se halla, según Vernant, la distribución de los grupos de edad y las transiciones entre ellos, desde el nacimiento a la muerte. De este modo se explican muchos de los temas tratados en las diferentes narraciones míticas, sobre todo en la definición de la función del joven que accede a la vida militar y a la actividad relacionada con la función ciudadana.
Así, desde la formación del universo a partir de la Tierra y el Cielo, a través de la afirmación de la soberanía de Zeus como padre de los dioses y de los hombres, se llega al protagonismo de los hombres, siempre representados por héroes ilustres, como Edipo o Perseo, que terminan configurando una imagen específica del mundo griego, que, desde el punto de vista de la Escuela, correspondería a aquella que poseían los propios griegos de sí mismos, con la que trataban de explicarse a sí mismos. Por ello, bajo la forma de una narración neutra, el libro esconde toda una posición interpretativa del mito griego que, así, tal vez se imponga más eficazmente que si el autor tratara de transmitir una explicación directa a través de argumentos hermenéuticos. Así, además de una lectura amena de los mitos emanada de los estudios llevados a cabo por la llamada Escuela de París, de la que el público español conoce la obra de Vidal-Naquet, Detienne, Lisarrague, además de la de algunos autores españoles influidos por ella, como Bermejo, Iriarte o García Quintela. La presencia de la escuela en la vida intelectual francesa es testimonio de su capacidad para conectar con un público amplio, preocupado por la vigencia de los conocimientos sobre el mundo antiguo.