El libro negro de la justicia chilena
Alejandra Matus
5 abril, 2000 02:00En El libro negro sobre la justicia chilena, Alejandra Matus analiza el comportamiento del poder judicial chileno durante las últimas décadas. El resultado es magnífico. El ágil estilo periodístico atrapa al lector llevándole por hitorias e intrincados vericuetos
El 3 de marzo de 2000 Augusto Pinochet dejaba la ciudad de Londres tras quinientos tres días de arresto domiciliario. A su llegada a Santiago de Chile las cámaras de televisión de todo el mundo retransmitieron cómo el todavía senador vitalicio se levantaba de la silla de ruedas a la que había estado pegado en los últimos meses y con paso firme saludaba a los familiares y a la cúpula militar que en pleno le estaban esperando para darle la bienvenida.Las notables ausencias del entonces presidente en funciones (Eduardo Frei) y del presidente electo (Ricardo Lagos) -el acto de investidura se realizó el sábado 11 de marzo- pusieron de manifiesto que Chile todavía sigue fracturado y que la memoria del pasado goza de buena salud. El alejamiento físico del dictador durante un largo período y la realización de las últimas elecciones en un clima de transparencia han permitido e impulsado importantes transformaciones en la sociedad chilena. Quizá una de las más importantes haya sido haberse comenzado a hablar con más libertad de muchos temas considerados tabú hasta ahora. No obstante, la Justicia todavía sigue siendo una asignatura pendiente.
Alejandra Matus -periodista chilena que ha trabajado para las revistas y diarios "Hoy", "Pluma y pincel", "La época" y colaborado en "Las últimas noticias" y "Radio Nuevo Mundo"- es una profesional residente actualmente en los Estados Unidos con un merecido prestigio dentro y fuera de las fronteras de Chile. Prueba de ello es que en 1996 recibió el premio Ortega y Gasset por su reportaje (escrito con Francisco Artaza) sobre el asesinato de Orlando Letelier.
El libro negro sobre la justicia chilena analiza el comportamiento del poder judicial durante las últimas décadas (en algunas ocasiones se retrotrae hasta la época colonial). Denuncia con precisión los numerosos casos de fraude, corrupción, sobornos y tráfico de influencias que se han venido cometiendo en Chile en los últimos años y en especial durante la dictadura de Pinochet. Se pone rostro a algunos de los más de cuatro mil casos de desaparecidos o asesinados por la DINA (policía política pinochetista) desde 1973.
Se defiende algo tan claro de enunciar, pero al parecer tan difícil de lograr, como es la libertad de expresión y la necesidad de que el periodismo investigue e informe para sacar a la luz la verdad, aunque ésta moleste a algunos de los protagonistas.
La autora declara que no fue su intención escribir "todo acerca de la justicia chilena", sino sólo narrar lo necesario para explicar y entender lo que ha sido su itinerario en el ejercicio de sus funciones en tanto que poder del Estado. Algunos lectores especializados encontrarán que hay omisiones y los juristas detectarán algunas simplificaciones. La autora evita tratar aisladamente las historias de los grandes casos judiciales (cada uno constituirá un libro) y cuando se mencionan se hace sólo con la intención de iluminar el comportamiento de la Corte Suprema, hilo conductor del texto.
Otro tanto ocurre con todo aquello que podría relatarse de los abogados, la policía o el Servicio Médico legal. Hay que subrayar que al estar dirigido al gran público se han evitado conscientemente los tecnicismos que dificultaran su lectura, al mismo tiempo que rehuido que se convirtiera en un mero listado de casos. El resultado es magnífico. El ágil estilo periodístico atrapa al lector llevándole por historias e intrincados vericuetos.
El texto demuestra que en la historia de Chile no ha existido un Poder Judicial que se entienda y comporte como tal, sino que lo que ha habido es un servicio judicial que no ha sido diferente a cualquier otro de la administración pública. Ricardo Lagos se ha comprometido públicamente a que la justicia chilena funcione como un poder independiente. Para unos debería ser el comienzo del final de su impunidad; para otros sería el inicio de un despertar largamente esperado. La construcción de un estado de Derecho no se hace de la noche a la mañana, ni se alcanza por decreto presidencial. Chile tiene, como tantos países, que reformar el poder judicial, pero ha de hacerlo teniendo que evitar un posible involucionismo político y la fractura de su sociedad. El hecho de que la comercialización de un libro como éste se haya prohibido en Chile dice mucho de los retos pendientes.