Milan y Vera Kundera. Foto: Tusquets Editores

Milan y Vera Kundera. Foto: Tusquets Editores

Letras

"Escribir, ¡menuda idea!": la vida de Milan Kundera a través de sus libros

Florence Neiville se sumerge en la obra del autor checo para realizar un retrato íntimo y, a la vez, exhaustivo.

13 junio, 2024 01:44

"Olvidad mi vida, abrid mis libros", exclamaba Milan Kundera (Brno, 1929-París, 2023), uno de los novelistas más influyentes del siglo pasado, cada vez que se intentaba profundizar sobre su biografía. El interés que ha suscitado la vida del checo por parte de sus lectores y los medios no sorprende. Al fin y al cabo, sufrió en sus propias carnes las consecuencias de algunos de los eventos que marcaron el devenir de Europa durante el siglo pasado.

De alguna forma, se ganó el desprecio y las suspicacias de los poderes dominantes de su país antes y después de la caída del muro de Berlín y, al mismo tiempo, se resistió con todas sus fuerzas a ser utilizado como símbolo o arma arrojadiza por parte de las fuerzas occidentales. En un contexto cultural polarizado en el que no posicionarse claramente significaba ser enemigo de ambas partes, los matices y las complejidades en las que Kundera quiso ahondar en su obra le supusieron desavenencias con todo tipo de personalidades. 

Aún así, pese a los continuos tira y aflojas que definieron la larga vida de Kundera, que podrían haber dado lugar a varias películas, el novelista fue siempre taxativo: "En cuanto Kafka llame más la atención que Josef K., el proceso de la muerte póstuma de Kafka se habrá puesto en marcha", decía en El arte de la novela. El autor ha de desaparecer sin dejar rastro más allá de su obra, que es donde radica todo su pensamiento, toda su realidad. 

Portada de la edición española de 'Milan Kundera: Un retrato íntimo'. Foto: Tusquets Editores

Portada de la edición española de 'Milan Kundera: Un retrato íntimo'. Foto: Tusquets Editores

Por esa misma razón Florence Noiville (Boulogne-Billancourt, 1961), jefa de redacción adjunta de Le Monde des Livres ha decidido asomarse a la vida del autor checo de la forma más fiel posible a esta postura. En su reciente obra Milan Kundera: Un retrato íntimo (Tusquets) recorre los pasos de Kundera exprimiendo hasta el límite sus obras, de las que extrae las palabras y pensamientos que, en gran medida, se negó a decir de viva voz. 

Una larga relación con el matrimonio Kundera le avala. Junto a su marido, también checo, trabó una profunda amistad con Milan y su esposa, Věra, durante los años de exilio de la pareja en la segunda mitad de su vida. 

La autora francesa no pretende separar obra de artista, cosa que considera que sería un enorme error, lejos de lo que era la voluntad de Kundera. "Su vida se infiltraba en sus páginas. Desde luego, no es ilegítimo, como crítica, observar en qué se convirtieron las circunstancias de la vida en la obra. Ver cómo Kundera reutilizó sus ladrillos originales", afirma. 

De tal forma, Noiville lleva a cabo la tarea opuesta a lo que en un primer momento hizo el autor. Si Kundera deshizo su vida en distintas piezas y las reordenó en su obra, ella realiza el camino inverso para volver a recomponer su biografía. Reconstruye, entonces, la vida del escritor a partir de los temas de sus obras, que se vuelven leit motivs. 

Florence Noiville. Foto: Tusquets Editores

Florence Noiville. Foto: Tusquets Editores

En este sentido, el humor es uno de los pilares maestros de la obra de Kundera que tiene un claro reflejo en su vida. Una broma le supondría en 1948 la expulsión de la universidad y del partido, de la que da cuenta en su primera novela, La Broma (1967). En una época y un panorama político y social en el que no tenían cabida ni el chiste, ni la ironía, ni mucho menos los dobles significados, un hombre como Milan, que repudia la seriedad y el encorsetamiento del lenguaje, se mantuvo firme en su lealtad a la risa.

No salió impune. A partir de entonces, Kundera sería continuamente vigilado por los engranajes del poder soviético, que tenía una de sus más importantes sucursales de Europa central en Praga. La tensión alcanzaría una situación dramática después de que la Primavera de Praga fuera sofocada cuando las tropas del pacto de Varsovia ocuparon el país. Justo antes, el autor de La Insoportable levedad del ser, aprovechando el momento de distensión de aquellos meses, leyó un discurso en el que abogaba por "un comunismo con rostro humano".

Firma de Milan Kundera. Foto: Tusquets Editores

Firma de Milan Kundera. Foto: Tusquets Editores

El resultado para el matrimonio Kundera fue un aislamiento total que desembocó en 1975 en su exilio a la ciudad de Rennes, donde el escritor checo impartiría clases en la universidad de la ciudad. Jamás volverían a vivir en su país natal, ni siquiera después de la caída del Muro de Berlín y la salida de la República Checa del bloque soviético. Las suspicacias de sus compatriotas se mantuvieron hasta el final. En su mayoría parecieron no perdonar la huida del matrimonio y el abandono último de su lengua para sus novelas posteriores.

Kundera tomaría la lengua francesa como herramienta para sus trabajos a partir de su ensayo de 1993 Los testamentos traicionados. "Elegí el lugar donde quería vivir, y también elegí la lengua con la que quería hablar", se defendía el escritor. Y concluía: "El escritor no es prisionero de una única lengua". Como un pintor que decide sustituir la acuarela por el carboncillo, Milan decidió trabajar con una materia prima distinta, que le ofrecía otras posibilidades más afines a sus necesidades de aquel momento. 

Pero algo que no cambió fue su gusto por la comedia. Kundera, de principio a fin, se quiso reir de la insignificancia, de aquella futilidad de la vida que muchos artistas coetáneos entendieron como motivo de zozobra y él de celebración.

Lo hizo, además, en un sentido trágico que, según él, era eminentemente centroeuropeo. "La comedia me parece mucho más horrible que la tragedia, que conserva cierta ilusión de grandeza", decía, para continuar contando una anécdota de Kafka: "Cuando Kafka leyó por primera vez el primer capítulo de El Proceso a sus amigos, todos rieron. Les pareció cómico. Pero era una comicidad que no pretendía aligerar las situaciones trágicas. (...) La historia era horrible porque era cómica, no a pesar de su comicidad". 

Milan Kundera (derecha) con Philip Roth. Foto: Tusquets Editores

Milan Kundera (derecha) con Philip Roth. Foto: Tusquets Editores

Florence Noiville ha hecho un recorrido minucioso por la obra de Kundera, que ha acompañado con numerosas entrevistas con el autor fruto de su larga relación. Lo siguió visitando hasta el final, cuando ya su energía se estaba viendo gravemente consumida por la vejez y la afasia que sufría, que le impedía recurrir a aquellas palabras que él había convertido en arte. 

Sin embargo, incluso al final, en una de sus últimas reuniones con la autora francesa, a la que ni siquiera recordaba, hizo gala de aquel sentido del humor que le dio siempre problemas y, a la vez, le proporcionó tantos éxitos y admiración. Cuando, sin reconocer a su vieja amiga, le preguntó a qué se dedicaba y esta le respondió que era escritora, logró atravesar la barrera de su deteriorada dicción y exclamar: "Escribir, ¡menuda idea!"