'Los viajeros del continente', una novela sobre Europa: de las pesadillas del siglo XX a la incertidumbre actual
Eva Díaz Pérez narra el viaje definitivo de un escritor y su mujer violinista hasta Ginebra para hacer realidad su última y trascendental decisión.
4 enero, 2024 01:51¿Quiénes son esos “viajeros del continente” y dónde nos llevará su viaje?, se preguntará quien se acerque a este libro. No se equivocarán quienes pretendan encontrar una novela de viajes, si bien, además de una ruta por Europa, de interesantes dimensiones y con motivos que trascienden el recorrido, es la historia de la decisión que empuja a un hombre de ochenta años a hacer realidad el que será su último viaje.
Este hombre, “culto y por naturaleza fabulador”, es Hugh de Galard, investigador y escritor de libros de viajes históricos, de manera que conoce bien el itinerario trazado porque lo ha recorrido en numerosas ocasiones. Aunque esta vez todo será único y definitivo; le acompaña su mujer (violinista, setenta años), personaje crucial en la vida de Hugh y mirada fundamental sobre la ruta que emprenden y sobre el recorrido vital de ambos, porque esta es también una novela que contiene una hermosa historia de amor.
Pero volvamos al viaje, a ese recorrido que emprenden sin guía, sin prisas ni ruta preestablecida, salvo la certeza del destino, que será, sin duda alguna, Ginebra, donde está permitido llevar a cabo la resolución de la decisión más transcendente de una vida.
Lo que sí parece planificado es cada detalle de la composición narrativa, de manera que vamos desplegando capas a medida que la lectura avanza, hacia atrás y hacia delante, en diálogo con la literatura y el pensamiento humanista. Este recorrido dibuja un trazado por la memoria de la Europa del siglo XX y “sus pesadillas”, y por la Europa del presente, llena de incertidumbre sobre el futuro.
Es, en este sentido, un viaje horizontal, que arranca en Portsmouth y acaba en Suiza, se sirve del barco, el tren y el coche, tiene parada en Le Havre y Honfleur, y conserva la huella de viajes y escritores anteriores (Shelley, Flaubert, Maupassant, el Languedoc de Paul Valéry) como si se tratara de un palimpsesto de tiempos y escenarios.
Es una propuesta arriesgada y valiente, con la complejidad añadida de articular composición, temas y estilo en una ficción que inquieta y subyuga
La memoria es fundamental para este anciano que no puede olvidar el niño que fue y la Europa que acogió pasajes y paisajes ya arruinados. De ahí que el suyo sea también un viaje vertical, de “recuerdos y ruinas”; una travesía por la vida de Hugh, y por los olores y sabores que impregnan sus recuerdos (el “regaliz de los orines” le traslada a los solares del West End, en el Londres de la Segunda Guerra Mundial, la leche agria, la tierra mojada, la vejez). El olfato de este anciano permite un recorrido de asociaciones sinestésicas y de alucinaciones sensoriales que insuflan realidad a un viaje tan especial, “porque los olores son la memoria más antigua, lo último que se olvida”.
Este viaje vertical tiene, paradójicamente, un recorrido circular, va del presente al pasado, hacia adentro y desde fuera. Tal esfuerzo técnico por construir un personaje coherente con la historia que representa el centro de interés de la trama, nos permite ir descubriendo un interesante viaje emocional por la biografía de un hombre culto y sensible, con un asombroso sentido del humor que permite liberar de excesiva carga dramática los momentos de mayor desazón del viaje.
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Todas estas rutas nos abren a una lectura rica y abierta de Los viajeros del continente, la última novela de la periodista, ensayista, articulista y narradora Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971). Una propuesta arriesgada y valiente de quien ya ha lidiado con interesantes desafíos narrativos, aquí con la complejidad añadida de articular composición, temas y estilo en una ficción que inquieta y subyuga, que acierta también en el tempus del relato.
A esta historia, justo es decirlo, nada de lo humano le resulta ajeno: ni la literatura, ni la memoria, ni el amor, ni el humor, ni la vida… ni la muerte.