Explica Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954) que “como la mayoría de las cosas importantes de mi vida”, su acercamiento a la cultura sefardí sucedió por casualidad. “Sí, en los años 70 del siglo pasado estaba estudiando Periodismo en la recién creada Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense; para un trabajo de curso, una compañera y yo hicimos un reportaje sobre la comunidad judía de Madrid y nos enteramos de que en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) había un pequeño equipo de investigadores dedicados a los estudios sefardíes, dirigido por el filólogo Iacob M. Hassán, un sefardí de Ceuta”.
Allí, la filóloga, novelista, miembro de la Real Academia Española y autora de Breve historia de los judíos en España (Catarata) descubrió que existía una amplia literatura en judeoespañol que se encontraba en gran parte por estudiar, “así que me animé a hacer mi tesis doctoral en el seno de ese equipo y desde entonces he seguido investigando sobre el tema”.
Pregunta. ¿Por qué ha decidido publicar esta síntesis de la historia de los judíos en España precisamente ahora?
Respuesta. En realidad, he escrito el libro a petición de la editorial, que estaba interesada en incluir una obra de estas características en su catálogo. Existe en España un interés creciente por nuestro pasado histórico judío, con muchas iniciativas para su recuperación e interpretación, no solo en el nivel académico y universitario, sino en el ámbito de las políticas autonómicas y locales de la difusión cultural. Este libro pretende cubrir un vacío en el panorama editorial español. Quiere ser el libro que podamos recomendar cuando alguien nos pregunta: ¿qué puedo leer para hacerme una idea general de la historia y la presencia de los judíos en España, desde los orígenes hasta hoy?
P. ¿Cuáles son las raíces del antisemitismo secular español?
R. Las mismas que en otros territorios, en eso España no es una excepción. Como explico en el libro, lo más antiguo es el antijudaísmo de origen religioso; en la baja Edad Media surge un antijudaísmo económico, por la competencia entre judíos y cristianos por una serie de actividades lucrativas; y en el siglo XIX nace el antisemitismo propiamente dicho, racista, que por cierto tuvo bastante poco arraigo en España.
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P. Tras los horrores de las últimas semanas, ¿se ha acentuado nuestro antisemitismo?
R. Creo que debemos quitarnos de la cabeza el estereotipo de que España es un país más antisemita que otros. Los primeros teóricos del antisemitismo racista pertenecían a la burguesía francesa del siglo XIX, por ejemplo. Y no podemos olvidar los efectos del antisemitismo en Rusia, Polonia, Alemania, los Balcanes o los países árabes desde el siglo XIX hasta hoy. En España creo que actualmente hay sobre todo antisionismo y un discurso contrario al estado de Israel, pero no detecto (al menos, de momento) un antisemitismo generalizado. Más bien lo que hay es un desconocimiento de la cultura judía, propiciado porque la minoría judía es muy exigua en España (unas 40.000 personas en un país de casi 47 millones de habitantes). Precisamente para luchar contra ese desconocimiento deberían servir libros como este.
P. En el libro responde a cuestiones como desde cuándo hay judíos en España. ¿Existe alguna certeza, más allá de la lápida de Iunia Salomonula, una niña de un año del siglo III d. C? ¿Alguna prueba que demuestre que pudieron instalarse aquí judíos supervivientes de la destrucción del templo de Jerusalén en el siglo VI a.C.?
R. No, todo son conjeturas. Parece bastante lógico que hubiera judíos en la Península ibérica desde época romana temprana o incluso desde antes, en las colonias fenicias. Pero los primeros testimonios fehacientes son unas pocas lápidas sepulcrales tardías, de entre el siglo III y el V d.C.
P. Explica en el libro cómo el antijudaísmo se convierte en antisemitismo y luego en antisionismo: ¿Cuáles son los momentos claves de esa evolución?
R. Se considera que el antisemitismo racista surge en 1853, con la publicación del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, del francés Joseph Arthur Gobineau, que plantea que hay razas humanas superiores e inferiores, y los judíos se cuentan entre las inferiores. El antisionismo surge al mismo tiempo que el movimiento sionista, a finales del siglo XIX, pero se desarrolla sobre todo tras la creación del Estado de Israel en 1948.
“Desde 1215, los judíos de los países católicos estaban obligados a llevar marcas distintivas en la ropa, cosa que no se aplicó en España”
P. ¿La situación de los judíos en España fue en algún momento igual, mejor o peor que en el resto de Europa?
R. A lo largo de la Edad Media sin duda fue mejor, tanto en Al-Ándalus como en los reinos cristianos. En la mayoría de los países de Europa se los expulsó entre el siglo XIII y el XIV. Y además, desde el Concilio de Letrán (1215) los judíos de los países católicos estaban obligados a vivir en barrios especiales y a llevar marcas distintivas en la ropa, cosa que no se aplicó en la Península ibérica, donde no se decretó que los judíos vivieran en barrios cerrados hasta una fecha muy tardía, en 1480.
P. ¿Y la actuación de la Inquisición, que ahora algunos suavizan o incluso niegan?
R. Ser negacionista de la Inquisición resulta imposible. La Inquisición era una institución muy burocratizada, que documentaba minuciosamente por escrito sus actuaciones. Por eso tenemos en los archivos miles de documentos que describen con todo detalle los procesos inquisitoriales, sus procedimientos y sus consecuencias. Desde hace más de un siglo los historiadores están publicando y estudiando esa ingente documentación, así que conocemos bastante bien cómo funcionaba.
P. ¿Qué perdió (y que ganó, si lo hizo) España con la expulsión de los judíos en 1492?
R. No creo que ganase nada. Perdió una población activa, cualificada en diversos oficios y que pagaba muchos impuestos. Perdió diversidad cultural y masa crítica. No obtuvo nada positivo a cambio.
P. Revisando la personalidad y trayectoria de los grandes sefardíes, de Maimónides a Gabirol o a Sem Tob, parece evidente que tenemos una deuda pendiente. ¿O le parece imposible, dado el antisemitismo general? ¿Qué tendría que pasar para que reivindicáramos ese pasado común?
R. Creo que ese pasado histórico judío está reivindicándose y valorándose cada vez más. Desde principios del siglo XX hay historiadores y filólogos españoles que se han dedicado a estudiar y dar a conocer la cultura judía hispánica. Y, a nivel más popular, un punto de inflexión fueron las actividades de 1992 en recuerdo del quinto centenario de la expulsión, que además tuvieron bastante repercusión en los medios. Me parece importante que ese pasado histórico se divulgue y sea conocido a nivel general. De ahí que aceptase el reto de escribir este libro.
P. ¿Cuál fue la posición del franquismo frente a los judíos? ¿Podía un régimen que creía en la “conspiración judeomasónica” salvar de sus aliados nazis al pueblo “maldito”?
R. La política de Franco fue en este, como en otros casos, bastante errática y variable, en gran medida oportunista. Basta ver la cronología que incluyo al final del libro para comprobar que el régimen franquista hizo bastantes cosas contradictorias.
» Por ejemplo, utilizó el mito de la conspiración judeomasónica como elemento de propaganda, pero en 1949 publicó un folleto propagandístico presentando a Franco como salvador de los judíos frente al nazismo; impidió la legalización de comunidades judías en la España peninsular mientras las reconocía en el Protectorado español de Marruecos; permitió (con severas restricciones) el paso de judíos huidos del nazismo por España para refugiarse en otros países, pero dejó sin apoyo a los diplomáticos españoles que intentaban salvarlos en países europeos con régimen nazi o pronazi; en un mismo año (1941) creó un Archivo Judaico en la Dirección General de Seguridad para controlar a posibles judíos y fundó el Instituto Benito Arias Montano de Estudios Hebraicos en el CSIC. Y así sucesivamente.
“El judeoespañol está clasificado por la UNESCO como lengua en peligro de extinción, aunque hay hablantes en Europa y América”
P. Los judíos expulsados siempre quisieron volver a Sefarad, pero se establecieron en el norte de África, Ámsterdam, en Salónica: ¿cómo consiguieron no contaminar el idioma y seguir hablando ese judeoespañol medieval?
R. La situación era distinta en cada zona geográfica. En el antiguo Imperio Otomano (que abarcaba lo que hoy son Turquía, Grecia, los países balcánicos y buena parte de Oriente Medio y del Norte de África) y en Marruecos, los sefardíes y otras minorías religiosas pudieron vivir de una manera bastante autónoma (aunque sometidos y pagando muchos impuestos), lo que les permitió practicar su religión, mantener sus instituciones (incluidas las escuelas) y conservar el uso de su lengua, derivada del castellano medieval y que con el tiempo fue evolucionando y recibiendo influencias de otras lenguas (turco, árabe, lenguas balcánicas, etc.).
» Desde el siglo XVI hasta el XX se produjeron muchas obras literarias de tema religioso y profano en judeoespañol y desde el siglo XIX se publicaron numerosos periódicos. El caso de los sefardíes de Ámsterdam es distinto: eran comerciantes y hombres de negocios conversos, portugueses y españoles, que en los Países Bajos se declararon abiertamente judíos y formaron una de las comunidades sefardíes más importantes. Pero nunca hablaron judeoespañol: en los siglos XVI y XVII su lengua fue el portugués o el castellano y, desde el XVIII ya solo hablaban neerlandés.
P. ¿Cuál es la relación de las distintas comunidades sefardíes con los libros, tanto con los que se llevaron como con los que tuvieron que abandonar, y con los que escribieron después?
R. La cultura escrita es importantísima para el pueblo judío en general, ya que la práctica religiosa se basa en gran medida en la lectura y reflexión sobre textos escritos. Eso ha propiciado un especial amor de los judíos por el libro y la lectura, tanto de tema religioso como profano. Hace unos años publiqué con el CSIC un librito, Libros, lecturas y lectores sefardíes, sobre la relación de los sefardíes con los libros.
P. ¿Hay esperanza para un idioma y una cultura que han estado en vías de desaparecer, y de los que apenas quedan huellas en lugares como Tánger, Salónica, Lucena o Estambul?
R. El judeoespañol está clasificado por la UNESCO como lengua en peligro de extinción. Aunque hay hablantes en Israel y en varios países de Europa y América, la mayoría son personas que lo han aprendido como segunda o tercera lengua. No obstante, diversas instituciones y asociaciones sefardíes luchan por preservar el judeoespañol y promover su uso, para lo cual Internet resulta un instrumento muy útil, ya que permite comunicarse en judeoespañol a personas de distintos países del mundo.