Oficialmente Diario del ladrón (Journal du voleur), en apariencia la obra más autobiográfica de Genet, se publicó en 1949. Solía olvidarse una edición, casi clandestina, que apareció un año antes. Esa edición de 1948, que ahora se traduce, debe considerarse el texto original de la obra. En la de 1949 –traducida a nuestro idioma en 1976– se suprimen frases y párrafos de evidente contenido homoerótico. Pero es que en la edición de Obras completas de 1953 las supresiones respecto al original eran aún mayores; triunfaba la pacatería –aunque Gallimard contó con el beneplácito de Genet, que no quería ser tenido por pornógrafo- y la siempre detestable censura.
Diario del ladrón se presenta como el relato (sin fechas y con algunos saltos cronológicos) de las andanzas del propio Genet, que habla del significado de su apellido –retama–, de su condición de hijo ilegítimo y abandonado por la madre, y da su fecha de nacimiento: París, 10 de diciembre de 1910.
Establecido así el hecho fundamental autobiográfico, que debe intensificar la fuerza de lo narrado, se cuentan, buscando no el mero relato sino también la meditación que gusta y quiere llegar en ocasiones al lirismo, las andanzas por Europa (la etapa española, especialmente en la Barcelona del Barrio Chino, hacia 1934) de un joven homosexual que vive de la prostitución y del robo, que nada desdeña a los criminales, y que como oposición a una Sociedad del Bien, que rechaza y castiga a estos marginados, se sumerge gustoso en una opuesta Sociedad del Mal, donde la abyección será un valor positivo.
Además, Genet (Juan, Juanito, Jeannot) se enamora y fantasea con esos viriles y hermosos delincuentes con los que se va encontrando, desde Salvador a Java, pasando por Stilitano el manco, o por el suave Lucien. Prefiere a los chicos jóvenes como objetos de su sexualidad y ternura, y como compinches de hurtos y traiciones, pero otras veces le seducen hermosos machos básicamente heterosexuales a los que cautiva y a quienes se somete.
Stilitano, por ejemplo (cuya verga entrevista en el bulto del pantalón le fascina) lo admite en su cama y duermen juntos, sin llegar a lo erótico, aunque a menudo se insinúa que al fin ocurrirá, lo que acrece la sensación de pureza viril del macho, que, claro es, roba y traiciona.
'Diario de un ladrón' es un relato de exaltación de la homoerótica belleza del mal que aspira al lirismo
Cuando, después de Bélgica, Holanda, Polonia y parte de la Alemania hitleriana, el ladrón llega a la Francia ocupada por los nazis (siempre dirá que ama a Francia solo por la lengua) se encuentra a la Gestapo y a muchos delincuentes franceses que se han unido a las SS. En otra novela suya, Pompas fúnebres –1947– Genet narrará la bella historia de amor y traición entre un joven francés y un tanquista alemán en esa Francia ocupada.
Antes de retornar a España, asistimos a estos alternados o compaginados amores –que a menudo abandona el propio narrador– que lo llevan de lo terrible de las prisiones a la belleza del erotismo transgresor. De Stilitano, dirá: “Dediqué mis primeros robos a su belleza, a su tranquila impudicia”. No perdiendo nunca ocasión de ensalzar una cierta suave o recia hermosura viril: “un hombre sólido plantado sobre dos muslos como dos columnas”. Siempre la reflexión sobre la belleza del mal (nada más maldito) y sobre el mundo casi perfecto de la homosexualidad: “La Gestapo francesa contenía estos dos elementos fascinantes: la traición y el robo”.
['Las criadas': Genet contra los 'likes']
Poniendo fin a este relato de exaltación de la homoerótica belleza del mal, Genet promete una continuidad a su libro, Asuntos de costumbres, que tratará de “esa región de mí mismo que he denominado España”. Genet murió en 1986, y casi nada publicó tras Los biombos de 1961.