No es la mejor de las ocasiones para entrevistar a un cineasta cuando este no quiere hablar de sus nuevos proyectos. John Waters (Baltimore, 1946) está secundando la huelga de guionistas en Estados Unidos y eso le impide al autor de culto de Pink Flamingos (1972) o Cry Baby (1990) hacer cualquier tipo de comentario promocional sobre su posible regreso al cine. Un regreso que ya se ha hecho esperar veinte años, desde que dirigiera A Dirty Shame (2004). “Tengo que tener cuidado, me parece muy importante lo que estamos defendiendo —explica al teléfono, desde su residencia veraniega de Provincetown (Massachusetts)—, y aunque podría contarte mis planes, tengo que honrar las condiciones de la huelga y mantener el pico cerrado”. Una de esas condiciones es no hablar sobre proyectos o trabajos en los que están enredados. Si hay que paralizar la industria, que se paralicen también sus expectativas.
De lo que sí quiere hablar es de su primera novela, Mentirosa. Una historia de amor deplorable (editorial Caja Negra), cuya traducción al castellano llega ahora después de cosechar grandes alabanzas críticas en Estados Unidos y no pocos lectores enfebrecidos con el peculiar, grotesco, inimitable universo que vuelca en sus páginas. En realidad, el asunto no es tan trágico porque su próxima película bien podría ser, si las informaciones de hace unos meses no fallan, precisamente la adaptación de la novela a la pantalla. “Hay opciones, he tenido varias conversaciones y se está trabajando en ello, pero realmente no quiero entrar en más detalles. No me tire de la lengua”. Y hasta ahí todo lo que dirá al respecto.
El legendario “papa del trash”, como le bautizó William Burroughs, ha experimentado con todo tipo de drogas y se ha recorrido América haciendo dedo, pero hasta ahora la ficción literaria se le había resistido. Bien es cierto que en el terreno de la no-ficción ha publicados varios ensayos, muy sui generis, y algunos de ellos con gran éxito: Modelos de conducta (2010), Cómo liarla (2017) o Consejos de un sabelotodo (2019).
En su primera novela, el mundo Waters es perfectamente reconocible, esa pulsión por el “buen mal gusto”, por atrapar al público mediante el humor y la necesidad de generar el caos. Lo hace contándonos el enloquecido periplo de la delincuente Marsha, una imponente mujer que odia el sexo y se dedica a robar equipajes en los aeropuertos junto a su chófer Darryl, a quien abandona en las primeras páginas del libro justo en el único día del año en que, según contrato, deben mantener relaciones sexuales.
Pregunta. ¿Por qué escribir ahora su primera novela?
Respuesta. Quería desafiarme a mí mismo con algo que no he hecho antes. Tenía un buen editor y les di un resumen de la historia, les pareció bien y me puse a ello. Me ha llevado tres años hacerla. Ojalá hubiera encontrado un atajo para hacerlo más rápido, porque cuando escribí el primer borrador me dije "¡Dios mío!, ¿pero quién ha escrito esto?", y la cosa no empezó realmente a gustarme hasta la segunda reescritura. Lo entregué al editor en la quinta reescritura, y tenía tres generaciones de mujeres trabajando para mí, maravillosas correctoras… En América tenemos algo horrible que se llama “sensitivity editor”, alguien a quien tienes que enviar el libro por aquello de mantener cierta corrección y no ofender a las minorías por lo que puedes o no decir. Nunca me llamaron de vuelta. No ha habido ningún tipo de cancelación.
P. Marsha, la protagonista, es una persona realmente despreciable, odia a la condición humana y miente compulsivamente con crueldad. Supongo que uno de los desafíos fue provocar la empatía con ella en el lector.
R. Creo que Marsha es alguien a quien no me gustaría conocer en la vida real, pero para eso también escribes ficción, para pasar un tiempo con gente que te da miedo o te pone nervioso. Así que cuando digo que es una novela de amor deplorable, eso es lo que sentí escribiéndola. Vives con los personajes mucho tiempo y creo que es bueno tener ese conflicto con ellos.
"En la novela hay una necesidad de llevarla al límite hasta que todo resulta inverosímil, caótico y anárquico"
P. El argumento es realmente frenético. Es una suerte de road movie barroca que no te da respiro, pero al mismo tiempo te exige una alta suspensión de la credibilidad. Como en sus películas, crea un universo que solo se rige por sí mismo.
R. El secreto es establecer unas reglas para ese universo y mantenerte fiel a ellas, aunque sea imposible que ocurra en la vida real. También quería hacer un gran chiste con el sentido de la aventura, de la peripecia, de que la trama nunca se detenga. Algo pasa prácticamente en cada frase, es un movimiento constante. Alguien me dijo que la novela te deja exhausto y estoy de acuerdo. ¡Ocurren tantas cosas! Me gusta la idea de que sea un libro fácil de devorar en ese sentido, no te puedes aburrir, pero creo que también hay una parodia sobre la propia narrativa en ello. O al menos una necesidad de llevarlo al límite hasta que todo resulta inverosímil, caótico y anárquico. Pero creo que la continuidad es correcta. En realidad todo es posible si entras en el universo que he creado.
P. Cada uno de los personajes se define por lo estrafalarios que son. ¿Los crea a partir de gente que conoce o de trozos de sí mismo?
R. Los creo de ambos modos, pero no tanto de personas que conozco. Proceden más de mi mente enfermiza. Sí sé de alguien cuya novia se dedicaba a robar en los aeropuertos, pero en realidad me invento todo. No conozco ningún saltador de camas elásticas, pero eso no me impide crear una secta de “rebotadores”, de saltarines obsesionados con las camas elásticas y los trampolines. Siempre tengo que imaginarme dónde viven mis personajes, pero está todo en mi cabeza. Mi trabajo es encontrar ideas. Tomo notas todo el rato que me ayudan a recordarlo. Creo que cuando estoy despierto siempre estoy escribiendo de algún modo, al menos en mi mente.
P. ¿Qué le ha aportado la literatura que no le puede aportar el cine?
R. Me ha permitido profundizar más. Puedes crear un universo mayor. Puedes expresar los pensamientos de los personajes… Pero al final todo es una cuestión de ritmo y de capacidad de seducción, como el cine. Los lectores tienen que querer pasar tiempo con tus personajes incluso si los odia.
"El humor consiste en andar en el alambre. No debe tener límites, pero se puede decir lo mismo a través de analogías delirantes"
P. Pareciera que la más importante de las reglas de la novela es que toda transgresión es posible siempre que sea con humor. ¿Tiene límites la comedia?
R. Yo ando siempre sobre el alambre del humor, y creo que eso es precisamente el humor, es decir, andar sobre el alambre. No soy judío, no hago chistes sobre campos de concentración. Eso me hace la vida más fácil. Creo que ayuda saber qué es lo que puedes satirizar, o más bien de qué manera hacerlo. El humor no debe tener límites, pero también se puede decir lo mismo a través de analogías delirantes. Ese es mi método. No hay racistas en mi novela, pero sí hay gente que odia a los fanáticos de saltar en camas elásticas. Nunca ha habido linchamientos contra gente a la que le gusta saltar, pero tal y como yo lo veo, en el mundo actual que vivimos es algo que puede suceder en cualquier momento. Siempre hay gente dispuesta a odiar cualquier cosa.
P. ¿La realidad siempre vence a la ficción?
R. Creo que sí. La ficción puede ir por delante, pero estos días da la sensación de que cualquier cosa puede pasar… Quiero decir, Trump tuvo el nervio de decirle a la fiscal en el juicio por violación: “Por cierto, tú no eres mi tipo tampoco”. Eso me voló la cabeza hasta a mí. Incluso conociendo al personaje, me dejó en estado de shock. ¿Cómo puede decir algo así? ¿Está loco? Pero a sus seguidores les encanta cuando dice cosas así. Yo no voy a morder el anzuelo.
P. El momento en que la historia realmente da el salto a la fantasía incontrolable es cuando el pene de Darryl adquiere vida propia. Crea un nuevo personaje, Richard, que es un pene hablador, y al contrario que Darryl, es homosexual. Es una gran idea que no se queda en la anécdota, sino que la lleva hasta el final.
R. Siempre decimos que el hombre piensa con su pito, así que es natural crear un personaje así. Al menos para mí. No conozco ningún libro en que los penes sean personajes, pero sí dos películas en las que las vaginas hablaban. Una es Chatterbox! (1977) y otra es Pussy Talk (2014), una película francesa. Creo que he utilizado eso. Y me gustaba imaginar qué pasa si tu pene es homosexual y tú no lo eres. Eso no significa que seas bisexual. Es una batalla geográfica. Es complejo que ahí abajo puedas tener un orgasmo pero el resto del cuerpo lo rechace. En realidad es una idea que podría estar en una película de Jerry Lewis y Dean Martin.
"En el fondo pienso que soy muy políticamente correcto, porque hago parodia de cosas que amo, no de cosas que odio"
P. ¿Cómo se las ha apañado para no ser todavía cancelado?
R. Yo es que en el fondo pienso que soy muy políticamente correcto, porque hago parodia de cosas que amo, no de cosas que odio. Quizá por eso he logrado que aún no me cancelen. Lo que odio es el fariseísmo que se hace con ello, esa es mi mayor preocupación. Y también creo que debemos escoger nuestras batallas, porque ridiculizar la corrección política hace que la gente vote a la derecha. Pareciera que los efectos se invierten.
P. ¿Entonces todo debe estar permitido?
R. Por supuesto. La gente tiene miedo de hacer cosas. Solíamos temer la censura que provenía de la derecha cuando era joven, pero ahora si hay censura vendrá de la izquierda, precisamente a causa de esa corrección política. Yo he luchado y me he manifestado por la libertad de expresión en los sesenta, pero ahora algunas personas piensan que no está permitido decir nada. Hay una cobardía increíble en el ambiente. Creo que tenemos que enfrentarnos a los peores efectos de la libertad de expresión para realmente tener libertad, tenemos que permitir los extremos.
"Tenemos que enfrentarnos a los peores efectos de la libertad de expresión para realmente tener libertad, tenemos que permitir los extremos"
P. En todo caso, la derecha sigue usando el arma de la censura. Aquí en España hemos tenido algunas muestras recientes. ¿Sabe que la extrema derecha canceló hace poco una representación de Orlando porque era un hombre interpretando a una mujer? Es probable que su mítico personaje Divine también fuera víctima de ello.
R. Es curioso esto que me cuenta. Aparte de abominable. Pero lo cierto es que Hairspray, en Estados Unidos, se interpreta incluso en colegios. Nadie la ha cancelado y se representa en todos los rincones del mundo. Y creo que no se ha cancelado porque todo es demasiado confuso. El hecho de que Edna sea interpretada por un hombre, y que su hija Tracy no piense que su madre es transexual, es confuso para la audiencia y no saben realmente de qué quejarse. Una vez más, estoy riéndome de las reglas y de la corrección política, incluso aunque probablemente sea políticamente correcto.
P. ¿Y qué le diría a los artistas que se lamentan de que ahora no pueden decir nada debido a ese ambiente de corrección?
R. Claro que pueden decir lo que quieren, solo que tienen que encontrar una nueva forma de hacerlo. El desafío está ahí. En crear una inquietud. Es el desafío del humor. En andar sobre el alambre y no caerte. La cuestión es la siguiente: no puedes hacer que el enemigo se sienta estúpido aunque lo sea, porque entonces no escuchará. Si quieres cambiarle la mente a alguien de derechas, su punto de vista sobre determinadas cosas, entonces le tienes que hacer reír, y así te escuchará y no le haces sentirse estúpido sino listo porque está de acuerdo contigo.
P. ¿Necesitamos cómicos como políticos?
R. Cada chiste es político, así que por qué no.