Independientemente de quien gane las elecciones y de que la cartera de Cultura tenga entidad propia o compartida (¿con Educación?, como ha hecho el PP en ocasiones anteriores...), las necesidades de sector están ya sobre la mesa y el nuevo ministro tendrá que hacer frente a las consabidas peticiones que no por repetidas dejan de ser prioritarias.
Hemos pedido a escritores, artistas, directores de museo, dramaturgos, directores de cine y gestores que pongan negro sobre blanco las que para ellos son las primeras medidas a adoptar para mejorar las distintas áreas, así como el conjunto de la actividad cultural.
El Estatuto del Artista (todavía incompleto), la educación en humanidades, la ansiada Ley de Mecenazgo, la reforma del Inaem, un pacto de Estado... Y que el Ministerio de Cultura tenga más relevancia. Estas son las demandas del sector:
1. Libros y humanidades
José María Merino, escritor y académico. Premio Nacional de las Letras Españolas
Al nuevo ministro le pediría tres cosas:
La primera, que no olvidase que el libro es el objeto de depósito cultural más interesante que ha inventado la humanidad, y no un objeto arcaico: no necesita energía eléctrica para funcionar, el lector es el instrumento que lo descifra, como no cambia de aplicación se mantiene vigente durante siglos…
La segunda, que influya todo lo posible para que las humanidades clásicas sigan componiendo un fundamental campo de formación de las nuevas generaciones, si no queremos regresar a la llamada Edad Media en aspectos esenciales.
La tercera, que hay que fomentar urgentemente y al más alto nivel dos acuerdos internacionales: uno, para que se apliquen a la llamada Inteligencia Artificial las “leyes de la robótica” de Isaac Asimov; otro, para que se establezca la edad a la que los seres humanos pueden comenzar a usar el llamado “móvil”.
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2. Sostener la producción artística
Dora García, artista. Premio Nacional de Artes Plásticas en 2021
El arte es político, como todo lo es, y el que la ultraderecha entrase en el gobierno del país sería una tragedia para muchas cosas, para el arte también. Una de las cosas que hay que soportar de la ultraderecha es que cuando el gobierno, con los impuestos de todos, apoya la producción de arte, dicen que esto es "distribuir paguitas" a artistas "incapaces" de "mantenerse a sí mismos trabajando duro".
Lo que le pido a un nuevo ministro de cultura (si lo hay) es que se informe y eduque a la ciudadanía para mostrarles que el arte es una necesidad humana, no un lujo ni un signo de privilegio, y que debe estar al alcance de todxs, inclusivo con todxs, y que no puede dejarse al "mercado" -exclusivo y elitista y privilegiado y con una agenda propia- como regulador de la producción de arte.
Pido que el ministerio sostenga a largo plazo, económica y estratégicamente, instituciones públicas de educación, producción y exposición artística, para que estén al alcance de todxs, inclusivas con todxs, para eso hemos pagado impuestos.
Estamos en un momento en el que tenemos que luchar (y no retroceder) por lo más básico, y por tanto pido (también) al ministerio que impulse una legislación para garantizar la libertad artística, para que no se vean más episodios tan bochornosos como censurar obras sobre Santa Teresa, obras de Virginia Woolf, o incluso películas de Pixar. Y pido que se siga avanzando en el Estatuto del Artista.
3. Reformar el Inaem y descentralizar su actividad
Antonio Moral, exdirector del CNDM y actual director del Festival de Música de Granada
Sea del color que sea, lo deseable sería que el ministerio de Cultura tuviera mayor entidad que actualmente. Lo adecuado sería que fuese un ministerio único centrado en la cultura, no emparejado con educación, porque cuando sucede así acaba siendo un apéndice de este.
En cualquier caso, es crucial coordinar las políticas educativas con las culturales para que los jóvenes, aparte de adquirir una formación sólida, tengan acceso a los proyectos culturales impulsados o amparados por el ministerio de Cultura.
Fundamental también es que se promulgue de una vez la ley de mecenazgo, que ha estado a punto de salir en varias legislaturas anteriores y al final no se ha conseguido.
Y para la música en concreto, urge la reforma del Inaem para que este organismo pueda autogestionarse y consiga aglutinar bajo su manto a todos los profesionales del sector, aparte de descentralizar su actividad, para que no sea acaparada básicamente por Madrid.
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4. Un gran pacto de Estado
Ernesto Caballero, dramaturgo y exdirector del Centro Dramático Nacional
Nuestro patrimonio cultural ofrece grandes oportunidades, tanto económicas (empleo, modelos de negocio, actividades relacionadas, activación de zonas "vaciadas"), como de orden simbólico: la historia, la lengua, el imponente legado artístico y la creación contemporánea como factores de reconocimiento y cohesión colectiva.
Sin embargo, a veces uno tiene la impresión de que no se valora adecuadamente lo que tenemos entre manos; aquello por lo que, según Churchill, se había merecido ganar una guerra.
Espero que el nuevo ministro asuma su cargo no solo como una mera estación de tránsito en su carrera política, sino con una actitud desacomplejada frente a otras instancias gubernamentales como el Ministerio de Hacienda, convencido de que su labor es vital para la pervivencia de una comunidad que desea proyectarse en el mundo a través de su riqueza artística, lingüística y patrimonial.
Las primeras medidas incluirían la formulación de un modelo respaldado por un gran pacto de Estado por la Cultura. Esto debería ir acompañado de la promulgación de una verdadera Ley de Mecenazgo, el completo desarrollo de la Ley del Artista y una reforma radical del esclerótico INAEM.
Un nuevo modelo debe eliminar trabas burocráticas, diseñar políticas fiscales ventajosas para la industria, emprender un plan decidido de formación de gestores culturales y recuperar la experiencia y el conocimiento de los propios creadores para determinar las líneas de actuación en los espacios públicos.
Actualmente, el artista, tan dependiente de tantas y tan diversas instancias político-administrativas, se encuentra en una posición desfavorable en relación a su propia actividad.
5. Neutralizar la corrección política
Darío Villanueva, filólogo y exdirector de la Real Academia Española
Me tranquilizaría sobremanera que el nuevo Ministerio de Cultura siguiera existiendo, y que su titular fuera un peso pesado en el gabinete. Y que, aparte de todas las políticas concretas que no es difícil imaginar, adoptara una postura de militancia proactiva para neutralizar esa forma perversa de censura posmoderna a la que denominamos corrección política, incompatible con la creatividad más genuina, con la libertad de expresión artística y, en general, con la cultura en su totalidad.
Bien es sabido que a lo largo de la Historia hubo departamentos gubernativos de cultura que en realidad se ocupaban de lo que en la distopía de George Orwell era el cometido del Ministerio del Amor: la represión censorial, la reeducación ideologizada, la propaganda y la instigación al odio contra “los otros”.
Eso es lo que la corrección política, nacida en principio no de una poder político o religioso constituido, pretende ejercer, en virtud de aquel principio, formulado por Herbert Marcuse, de la “tolerancia represiva”. Esto es lo que en la novela de Orwell se denomina “doublethink”: “doblepensar”.
El peligro mayor está, sin embargo, en que los poderes ejecutivos o legislativos asuman principios de esa corrección. Entonces estaríamos reinventando la censura de siempre, pura y dura. Y su secuela más destructiva sería (es) la autocensura, nacida del miedo a la “cancelación”. La autocensura logra la cuadratura del círculo: es como si el tribunal de la Inquisición mandase los reos a casa con un látigo para que ellos mismos se flagelasen en la intimidad.
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6. Que no estropee lo que hay
Borja Cobeaga, director y guionista de cine
Lo primero es que el puesto de ministro o ministra exista y el cargo no quede relegado a una secretaría de estado. Lo digo porque el favorito para presidir el Gobierno según las encuestas acaba de asegurar que mantendrá el Ministerio de Cultura, pero la palabra de un político vale extremadamente poco y en este caso dijo lo contrario hace meses: que no habría Ministerio de Cultura.
En realidad me valdría con que no estropeara lo que hay, que tampoco es que sea mucho y muy bueno pero, viendo lo que se avecina, me conformo con un ministro de Cultura al que le guste más el cine que los toros y que no censure obras de teatro.
En uno de mis episodios favoritos de Seinfeld, uno de los protagonistas, George Costanza, se da cuenta de que todas las decisiones tomadas en su vida han sido equivocadas y que le han hecho profundamente desgraciado. Por lo que cambia de estrategia: hace lo contrario de lo que su instinto le dicta y así consigue triunfar y ser feliz.
No es que pida que el nuevo ministro haga lo opuesto a lo que piensa, sino algo mucho menos retorcido. Porque hay que admitir que el sector cultural no funciona bien, pero como decían Marty Feldman y Mel Brooks: “Podría ser peor. Podría llover”.
Mejor que no haga nada. Porque si hace algo, si la política del nuevo Ministerio ensalza el cine sin ideología, el teatro que le da la razón o el arte que no incomoda, habría que cambiar la frase de “si funciona, no lo toques” por un “no funciona, pero si lo tocas explotará en mil pedazos”.
7. Respeto por la propiedad intelectual
Carme Riera, escritora y académica, presidenta de CEDRO
Creo que el sector cultural tiene una serie de necesidades que hay que acometer con urgencia. En primer lugar, es necesario implementar las medidas pendientes del Estatuto del Artista.
En segundo lugar, hay que habilitar muchos más medios para luchar contra la piratería que sufre el sector del libro y la prensa en servicios de mensajería, especialmente en WhatsApp.
En tercer lugar, es prioritario que los autores y editores seamos remunerados por la reutilización de nuestras obras, tanto en el ámbito público como en el privado, incluidas las grandes plataformas tecnológicas.
Por último, me parece importante que se forme en el respeto a la propiedad intelectual a los más jóvenes en los colegios, institutos y universidades.
8. Inyectar presupuesto y salir al exterior
Juan Antonio Álvarez Reyes, director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
España es una gran potencia cultural y, por tanto, es necesario que la cultura sea una cuestión de Estado. Un Estado, eso sí, descentralizado, que es el que consagra la Constitución y donde no haya los grandes desequilibrios que actualmente se aprecian entre territorios, tal y como padecemos históricamente desde el Sur.
Las dos medidas más inmediatas acordes con esa dimensión están relacionadas con el dinero y la proyección. Respecto a lo primero, es urgente un aumento muy significativo de los presupuestos de Cultura. Los actuales, mermados durante la crisis económica, son claramente insuficientes y no permiten explorar la gran potencialidad que nuestro pasado y presente cultural tienen.
La segunda medida, en consonancia con la primera, es establecer una adecuada proyección exterior, una asignatura pendiente desde hace ya demasiadas décadas. En este sentido, se necesita un Ministerio de Cultura fuerte, que asuma competencias ahora dispersas en otros ministerios, especialmente en Exteriores, y que los institutos y agencias culturales existentes dependan, por tanto, de ese Ministerio de Cultura potenciado.
Estas dos tareas son urgentes puesto que deben ser adoptadas casi de inmediato, en los primeros meses de andadura del Gobierno resultante tras las elecciones: el decreto de estructura es lo primero que tiene que abordar el presidente y los presupuestos deben ser aprobados por el Parlamento antes de final de año. Dejaría ya para el próximo las cuestiones más estrictamente relacionadas con el arte contemporáneo u otras generales como la eternamente esperada Ley de Mecenazgo.
9. Más diálogo entre artistas y ministerio
Raquel Andueza, soprano. Presidenta de Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua (GEMA)
Sería importante persistir en esa concepción de la cultura como un derecho esencial de la ciudadanía, en tanto que se trata de algo que configura y expresa lo que somos, y desarrollar en torno a ella una política de Estado que la convierta en un eje vertebrador de nuestra convivencia.
Partiendo de esa base y dentro de un plano general, sería bueno retomar, y reforzar, los cauces de diálogo que se abrieron durante la pandemia entre el Ministerio y los distintos agentes del sector, con vistas a trabajar en una mejora de los instrumentos legislativos y administrativos para que tener en cuenta la especificidad y las necesidades de los trabajadores y trabajadoras de la cultura.
Asimismo, y dentro de mi campo en concreto, pediría un mayor compromiso con la recuperación del patrimonio musical español y con el reconocimiento y protección a quienes en nuestros días lo investigan y lo interpretan para preservarlo y para difundirlo entre la ciudadanía.
10. Generar nuevos públicos
Juana Escabias, dramaturga y adaptadora de Valor, agravio, mujer
Se debe incrementar el posicionamiento de España como referencia cultural internacional de primer orden, apoyándose en el potencial de su legado artístico pasado y en el de sus artistas del presente.
También es imprescindible generar nuevos públicos entre la juventud para fomentar su pensamiento reflexivo: el engrandecimiento cultural de una población asegura el engrandecimiento de una nación.
En lo que respecta a mi sector específico, el teatro, hay que arbitrar sistemas para que las producciones de los teatros nacionales giren por todo el territorio español.
11. La cultura, un bien de primera necesidad
Valérie Delpierre, productora de Inicia Films (Verano 1993, Las niñas, La maternal...)
Frente a los extremismos, a los partidismos, a los discursos del odio y el rechazo a la diversidad, la cultura debe mantenerse independiente y ser un espacio de libertad de expresión y un referente para el crecimiento de las actuales y nuevas generaciones. A partir de ese concepto, desde mi punto de vista el o la ministra de cultura debe proteger y poner en valor nuestro patrimonio cultural ya existente, implantar políticas que potencien la creación artística y fomentar el acceso de la ciudadanía a las obras sean plásticas, de música, literatura, espectáculo en vivo o cinematográfico.
Una actividad transversal que va muy de la mano de la educación. El arte, puede y debe ser entretenimiento. Pero también es un bien esencial, diría que de primera necesidad. Y una herramienta imprescindible en la formación de los ciudadanos y ciudadanas. Audiencias, aquí y en el resto del mundo.
A través del ICAA, que depende del Ministerio de Cultura, hemos de poder afianzar la producción de nuestros contenidos y su proyección. Desde una política exigente pero también valiente. Hacer las mejores obras aún sabiendo que la cultura es un lugar subjetivo en el que debe existir el derecho a equivocarse o la posibilidad de conseguir una aprobación minoritaria.
Si solo nos sirvieran de referentes quienes fueron aprobados masivamente, por autoridades o el público en su época, nuestros iconos culturales serían muy diferentes. No todo el arte ha de ser subversivo pero se ha de poder explorar. Y de forma inclusiva. Este es uno de los retos actuales para la cultura y la sociedad.
Para ello hay que tener políticas también para proteger a quienes trabajan en este sector. Los profesionales de la cultura, las artistas, tenemos vocación; nuestra carrera conlleva entrega, pasión y talento. Pero no deja de ser una labor por la cual queremos tener condiciones dignas. El estatuto del artista debería ser una prioridad.