Hay lugares en los mapas que aparecen de repente para el común de las personas –más allá de las gentes locales que saben de esos sitios– de la mano de algún acontecimiento particular. Así, desde el 3 de octubre de 1996, cuando saltó la noticia del Nobel, no uno sino tres pequeños enclaves en el mapa de Polonia se materializan al disputarse el honor de ser el lugar de nacimiento de la galardonada de ese año, la poeta polaca Wislawa Szymborska.
Prowent, Bnin o Kórnik son citados por diferentes fuentes como enclaves en los que la autora vino al mundo. Sin entrar en mayores detalles sobre relaciones e interdependencias administrativas y sin intentar tener la llave de interpretación, uno no puede dejar de esbozar una sonrisa cuando piensa en los últimos versos del poema “Mapa” de nuestra poeta:
“Me gustan los mapas porque mienten.
Porque no dejan paso a la cruda verdad.
Porque magnánimos y con humor bonachón
me despliegan en la mesa un mundo
no de este mundo”.
(“Mapa”, de Hasta aquí)
Sea como sea, lo que parece no ofrecer dudas es que Wislawa Szymborska nacía hace cien años, el 2 de julio de 1923, cerca de Poznan y que a los 6 años se trasladaba a Cracovia, ciudad donde viviría el resto de su vida y donde moriría el 1 de febrero de 2012. Estudiante de Filología polaca y de Sociología en la Universidad Jagellónica de Cracovia entre 1945 y 1948, a partir de marzo de 1945 empezaría a publicar poemas en el suplemento Walka (Lucha) del periódico Dziennik Polski (Diario polaco). La poeta manifestaría después que si no le hubieran publicado los poemas con los que acudió a la redacción del periódico, seguramente no habría seguido escribiendo.
Del realismo socialista a la intimidad
Hija de la época, su primera poesía, marcada fuertemente por la guerra y por los retos que se abren ante la nueva Polonia, se encuentra estéticamente inmersa en el denominado realismo socialista. Es el caso de sus dos primeros libros, Por eso vivimos (1942) y Preguntas a mí misma (1954), y de los poemas escritos entre 1945 y 1949, poemas que posteriormente su marido reunió y le regaló mecanografiados y que ella se negaría a publicar en forma de libro. El poemario, Canción negra, vería la luz en 2014, dos años después de su muerte.
Pronto no solo abandonará ese encajonamiento, sino que condenará al olvido todo lo escrito anteriormente. De hecho, Szymborska tampoco aceptará que se reediten aquellas primeras obras e iniciará un camino, ya presente en sus primeros textos, que irá ahondando en una poesía personal ajena a movimientos literarios y tendencias que huye de clasificaciones, una poesía que hace de la cotidianidad uno de los ejes fundamentales de su creación poética, una poesía que se aleja de las grandes palabras para clavar la mirada en lo individual: “Prefiero que me guste la gente/ que amar a la humanidad”. (“Posibilidades”, de Gente en el puente).
[Szymborska: retrato en doce palabras]
La mirada de Szymborska, una mirada de permanente asombro ante lo que es, frente a lo que podría haber sido, ante la casualidad como hacedora de vida, se posa en detalles de esa milagrosa cotidianeidad, se posa también en sí misma y no con menor asombro:
“Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como cualquier casualidad.
[…]
Pude haber sido yo misma pero sin asombro,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente”.
(“Una del montón”, de Instante)
Desde un uso de un lenguaje comprensible, sin complejos ante un desenfadado uso de la rima, especialmente en los poemas más lúdicos, o de la ironía o el humor como piedras de toque que inducen a la reflexión y que permiten huir de todo patetismo o sentimentalismo, [“No uso la desesperación porque no es cosa mía, / y solo me ha sido confiada en depósito” (“Paisaje”, de Mil alegrías, un encanto)]. Su poesía, repleta de preguntas –que no de respuestas; corresponderá al lector buscar las suyas–, con el escepticismo y la duda como ejes centrales y permanentes, más que convicciones tiene dudas, reflejadas en un “no sé” presente en toda su obra.
Juegos verbales
Trece son los poemarios, sin antologías o recopilaciones, publicados por Szymborska: Por eso vivimos (1952), Preguntas a mí misma (1954), Llamando al Yeti (1957), Sal (1962), Mil alegrías, un encanto (1967), Si acaso (1972), El gran número (1976), Gente en el puente (1986), Fin y principio (1993), Instante (2002), Dos puntos (2005), Aquí (2009) y el volumen inacabado y aparecido póstumamente Hasta aquí (2012).
En 2014 aparecería Canción negra, y en 2023, con ocasión del centenario del nacimiento de la poeta y la publicación de Poesía completa –de próxima aparición también en español en Visor–, en una sección con el nombre de “Poemas dispersos” aparecerían 27 poemas –finalmente 26– recopilados de aquí y allá.
[Intensa y transparente Szymborska: un universo prodigioso en los lentes de una visionaria]
Szymborska trabajó durante casi treinta años (1953-1981) en el semanario Lycie Literackie (Vida literaria), y ahí está el origen de Lecturas no obligatorias, aparecidas después en varios volúmenes. En ese mismo semanario compartiría una sección de cartas de los lectores, fruto de la cual nacería Correo literario, consultorio sui generis que destila ironía y humor.
Son muchas las Szymborskas más o menos públicas, la Szymborska poeta, la Szymborska lectora, la redactora, la Szymborska “pseudo crítica literaria”... Hay también una Szymborska traductora, pero hay también una Szymborska amiga de sus amigos, juguetona, sensible, presente en sus collages, en sus juegos verbales (liméricos y demás formas), una Szymborska solidaria, y una Szymborska más íntima. Pronto aparecerá en la editorial Las afueras parte de su correspondencia con el escritor Kornel Filipowicz, su última pareja.
Para nosotros, sus lectores no solo en polaco, sino también en las más de 40 lenguas a las que ha sido traducida, fue una suerte que en 1996 Wislawa Szymborska recibiera el Nobel de Literatura. Para ella, tan defensora de su intimidad, aquella “catástrofe” puso su vida patas arriba.
Abel Murcia, traductor de Wislawa Szymborska, dirige el Instituto Cervantes de Varsovia.