Las simplificaciones son necesarias o, al menos, inevitables tanto en la historia como en la vida. El problema surge cuando se convierten en tópicos que, más que ayudar, dificultan la comprensión de la realidad. Precisamente por ello, una de las misiones del historiador es enfrentarse a esos lugares comunes y, en un movimiento contrapuesto, pensar la complejidad. En el caso hispano, la atribución a la izquierda de una actitud comprensiva con los nacionalismos periféricos ha llevado a caracterizar al franquismo y las posiciones doctrinales cercanas a él como centralistas, españolistas y enemigas a ultranza de todo hecho diferencial que supusiera merma del único nacionalismo autorizado, el español. Es verdad, pero no toda la verdad.
Imperios y danzas. Nacionalismo y pluralidad territorial en el fascismo español (1930-1975), último libro de Xosé Manoel Núñez Seixas (Orense, 1966), se sitúa a contracorriente al estudiar no la persecución de los nacionalismos alternativos por parte del fascismo español sino los modos en que este trató de asimilar la pluralidad territorial de la península desde los años 30 al fallecimiento de Franco. Su título es por ello una paráfrasis irónica del popular Coros y danzas, introduciendo la idea de Imperio, tan cara al franquismo.
Se trata de un ensayo relativamente breve –trescientas páginas– pero de gran densidad y amplio aparato documental, escrito –como es habitual en el autor– con rigor y una gran precisión conceptual que agradecerá el especialista pero que no debe ahuyentar a cualquier lector interesado en el tema. La hipótesis de partida, que se verá pronto confirmada, sostiene que también hubo en los fascismos –tanto en la teoría como en la praxis– una cierta receptividad y permisividad hacia la pluralidad etnoterritorial, siempre y cuando esta no entrase en conflicto o supusiese un peligro para valores patrióticos superiores.
El estudio, estructurado en seis capítulos nítidamente diferenciados como bloques temáticos, comienza con un análisis de la cuestión territorial en el fascismo español antes de la guerra, para continuar desgranando temas como la aceptación de una diversidad no separatista, el siempre espinoso problema de las lenguas, el asunto de los derechos forales, la variedad paisajística, el folclore y las tradiciones locales, sin que esta relación pueda considerarse completa, pues hay más asuntos conexos.
Frente a la tradicional visión simplificadora del fascismo como modelo impositivo de unidad a ultranza –cultura, lengua e identidad únicas–, el autor sostiene y demuestra que el franquismo entendió la diversidad territorial como parte del patrimonio nacional e incluso, dando un paso más, en algunos casos se buscó en las expresiones localistas las esencias patrias: la tradición como reserva espiritual y manifestación más característica de la raza y las raíces del pueblo español.
La hipótesis de partida sostiene que también hubo en los fascismos –tanto en la teoría como en la praxis– una cierta receptividad y permisividad hacia la pluralidad etnoterritorial
Esta realidad, lejos de dificultar el proyecto fascista, debía convertirse en punto de partida para una auténtica regeneración, pues entroncaba con una pureza prístina, el alma no contaminada de la nación.
No es menos cierto que todas esas referencias se articularon en forma que no pusieran en entredicho el proyecto supremo. De ahí su catalogación como regionalismos –término más problemático de lo que en principio podría suponerse– y, sobre todo, su canalización hacia el terreno cultural más que directamente político-reivindicativo. Una narrativa localista, un patriotismo de aldea o terruño, compatible o, mejor dicho, complementario de las glorias patrias, pero aun así no exento de contradicciones y ribetes más retóricos que operativos.
Todos esos hilos confluyen en el último capítulo, quizá el más interesante, porque Núñez Seixas establece que las ambigüedades y aspiraciones del regionalismo franquista pervivieron más allá del régimen y se proyectaron en la configuración del Estado de las autonomías según el conocido dictamen de café para todos.