Este no es otro libro sobre la II Guerra Mundial o, para ser más precisos, sobre el frente del Este en aquella contienda. Es un libro sobre la memoria. Xosé M. Núñez Seixas (Orense, 1966), uno de los historiadores españoles más sólidos y prolíficos, ya nos había ofrecido algunas aproximaciones a la guerra en la Europa Oriental, como Camarada invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (Crítica, 2016) y también se había ocupado de las políticas de la memoria en Guaridas del lobo. Memorias de la Europa autoritaria, 1945-2020 (Crítica, 2021).
Ahora, en este nuevo volumen, galardonado con el V Premio Internacional de Ensayo Walter Benjamin, da un paso más y, como indica su subtítulo, traza un panorama general de cómo se han evocado y conmemorado los horrores de aquel frente en diversos países desde el fin de la guerra hasta casi nuestros días.
No se trata aquí, pues, de un nuevo examen del choque entre nazis y comunistas ni de cómo lo han interpretado unos y otros, sino de los problemas que plantea el pasado –y en particular, un pasado ominoso o traumático– en la imagen interna y externa de los pueblos y en la articulación de una identidad nacional. Al identificar Alemania con el III Reich, la nación germana sufrió las consecuencias de verse universalmente señalada como culpable de las agresiones que desencadenaron el conflicto mundial. Pero este estigma ha tratado de ser compensado con la imagen de una Alemania no nazi, hasta cierto punto sufriente y en determinadas fases o episodios, también víctima –sobre todo la población civil– de iniquidades indiscriminadas.
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La imagen especular sería la de los rusos, de víctimas a victimarios, en particular durante el proceso de supuesta liberación del territorio europeo por donde avanzaba un ejército depredador. El autor analiza la exitosa y movilizadora consigna de Gran Guerra Patriótica, pero también desbroza las diversas caras de un pasado traumático y cómo ha variado la digestión del mismo en una Rusia que ha sufrido en estos últimos setenta años unos giros vertiginosos en su trayectoria histórica.
Núñez Seixas dedica un largo apartado a lo que ha supuesto la era Putin como reinterpretación nacionalista del pasado
Todo ello se aborda en otro extenso capítulo, semejante al dedicado al caso germano –cien páginas cada uno–, que no puede estar de más actualidad en este año marcado por la invasión de Ucrania. De hecho, Núñez Seixas dedica un largo apartado a lo que ha supuesto la era Putin como reinterpretación nacionalista del pasado, con repercusiones y reivindicaciones que desbordan el ámbito ruso y tienen una evidente trascendencia para Europa y aun para el mundo en su conjunto.
Los restantes capítulos, más breves, reflejan la antedicha voluntad del autor de trazar un panorama omnicomprensivo de la memoria de un pasado atroz en coordenadas más específicas: así, la “resignificación” de invasiones y liberaciones que efectuan los países de Europa Oriental (de Ucrania a Polonia, pasando por los bálticos, sin olvidar a los judíos), buscando un patriotismo genuino y una identidad nacional entre las sucesivas ocupaciones imperialistas de nazis y comunistas.
El caso de Finlandia merece tratamiento aparte, en cuanto paradigma de resistencia y heroísmo excepcionales, no exentos de ribetes conflictivos internos. Más curiosa es la aparición en este contexto de una “memoria mediterránea” –italiana y española–, que el autor introduce porque le parece significativa la reelaboración en ambos países de la imagen de un soldado compasivo, un “ocupante benigno”, para justificar su participación en la invasión del territorio ruso.
El escenario del Este fue tan complejo que es imposible establecer unas conclusiones unívocas. El espacio físico común genera interpretaciones divergentes y hasta antagónicas: memoria y desmemoria –mitos e inhibiciones– al compás de las culturas políticas e intereses particulares de cada uno de los países participantes.