Marcel Proust: el aroma de los muchachos en flor
Hasta no hace mucho, la idea final de un Proust solitario y encerrado en el afán de rematar su gran novela hizo que se supiera poco sobre su rica vida sentimental
18 noviembre, 2022 03:21Si acaso se elevaba la idea –cierta– de un hombre enamorado de jóvenes a los que pagaba y del visitante muy asiduo de burdeles masculinos, algunos levemente camuflados como baños turcos, donde llegaba a escenas sadomasoquistas. Todo esto lo negó Céleste Albaret, su última y devota sirvienta y cuidadora, pero su testimonio, en eso, valía muy poco. El barón de Charlus, como personaje, tiene algo del propio Proust en lo más íntimo. Jupien, el que rige en la novela el burdel, era en verdad Albert Le Cuziat, a quien Proust regaló los grandes muebles de su casa paterna, y que tenía en París dos establecimientos con prostitución masculina, el muy famoso Hôtel Marigny y los Baños du Ballon d’Alsace.
El nombre de Le Cuziat –amigo de Marcel, si se quiere amigo secreto– aparece en numerosos informes de la policía de París, que vigilaba esos establecimientos, a menudo con clientela distinguida, hasta que se clausuraron –los que quedaban– después de 1956. En uno de esos documentos sobre el Hôtel Marigny (rue de l’Arcade 11), fechado en enero de 1918, aparece bien claro el nombre de uno de los visitantes asiduos: “PROUST Marcel, 46 años, rentista.102 Boulevard Haussmann.” Céleste podría no dar fe, pero ahí estaba y está el informe… ¿Así que es que el novelista fue sólo el que persiguió al chofer Agostinelli, el que retiró a un camarero suizo del Ritz durante la guerra, de nombre Henri Rochat, o solo el visitante de las casas de chicos?
Ello nos lleva a aceptar la frase de William C. Carter en su libro, Proust enamorado: “Volviendo la vista hacia su vida amorosa, parece justo decir que Proust nunca tuvo una relación sexualmente satisfactoria con un compañero al que amara.” No es incierto el Proust de los variados amores venales, pero el joven que amó y deseó, desde muy temprano, a sus amigos de la mejor sociedad, el joven de aquellas “jeunes filles en fleur”, más bien chicos en flor, fue plenamente real y efectivo, como lo ha demostrado también una muy rica correspondencia que nunca ha dejado de fluir. Valga un somero repaso.
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Desde los tiempos del curso de Filosofía en el notable Liceo Condorcet (1888), Proust empieza a buscar amigos que compartan su sentir homoerótico y su sensibilidad. En algunos sólo hallaría amistad, probablemente no exenta de coqueteos, no raros entre hombres jóvenes solos, pero en otros más –dos en especial– sí halló evidente respuesta, aunque desde hoy debamos considerar que no era la que Marcel, en lo más hondo, deseaba.
Uno de los primeros que conocemos fue Jacques Bizet (1872-1922), que murió trágicamente un mes antes que Proust. Jacques –hay cartas muy tiernas a él– terminó siendo médico y hombre de negocios, pero también adicto al opio y a la morfina, lo que acaso lo llevó al suicidio. Era hijo de Georges Bizet, el autor de la ópera Carmen. Es segura su relación sentimental con Proust, aunque no sabemos si llegó a más. Bizet era primo de Daniel Halévy, otro de los chicos pretendidos por Marcel, sin éxito. El conde Robert de Billy (1869-1953) llegaría a ser embajador de Francia en Japón.
Sólo dos amigos, de ese tiempo -ya en los años 90 del XIX-, fueron de verdad más que amigos de Marcel Proust
Tampoco tuvo suerte amorosa Marcel, pero un tiempo fue un amigo cercano, el que le hizo conocer a Ruskin, y el que –por su título– marcó la entrada de Marcel en el “beau monde”, es decir en la aristocracia de los Guermantes. Otro aristócrata amigo fue Robert Pellevé, marqués de Flers (1872-1927). Robert de Flers será otro de los queridos y anhelados por Marcel, pero poco más.
Sólo dos amigos, de ese tiempo –ya en los años 90 del XIX– fueron de verdad más que amigos, aunque la relación real no pareciera haber cumplido la más honda y algo oscura sensualidad de Marcel: Reynaldo Hahn y Lucien Daudet, ambos más jóvenes que Proust. Compositor ligero y admirado, Reynaldo Hahn (1874-1947) nació en Caracas de padre alemán y madre venezolana de origen español. Discípulo de Massenet, Reynaldo, que llegó a vivir casi un año en Madrid, fue toda la vida amigo y confidente de Marcel, casi el único que tenía entrada franca en el piso del cerrado escritor asmático, pero la relación sentimental consumada apenas llegó a dos años.
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Una foto joven con bigote de Reynaldo (1894) está dedicada “À mon petit Marcel”. Proust llamaba a Hahn “Mon cher Binibuls”. Pero sin duda la más completa –y conocida– relación amistoso-sentimental de Proust (un año después del famoso retrato de Blanche, con la gardenia en el ojal) ocurre con Lucien Daudet (1876-1946) de suave aire afeminado. Jean-Yves Tadié dice “rostro tierno y algo afeminado”. Lucien era hijo del escritor Alphonse Daudet y hermano menor del político nacionalista Léon. Parece que Lucien se enamoró de la “palidez lunar” de Proust con quien tendría amistad y sexo, aunque tampoco pareciera ser lo que Marcel anhelaba.
Amigo del pintor Whistler y más tarde de Jean Cocteau, Lucien tuvo una ocasional carrera literaria, que se cierra en 1941 con una biografía de su padre. La relación Proust-Daudet llega a ser tan clara, que el cronista (homosexual) Jean Lorrain la comenta. Proust, caballeroso, lo reta a un duelo que nunca se llegó a celebrar. La famosa foto de 1893 que deja ver a Marcel sentado en medio de Flers y un delicado Daudet, en pie, lo dice casi todo. Pero no concluyó.
Los más imposibles (pero amigos) “muchachos en flor” serían los aristócratas de poco después, desde el príncipe rumano Antoine Bibesco hasta el vizconde Robert d’Humiéres, el marqués Boni de Castellane (gay) o el bello Armand de Gramont, duque de Guiche, en cuya boda en 1904 se descubre a un discreto Proust. Todos estos elegantes y refinados son los posibles modelos de Saint-Loup y los vanamente deseados por Marcel. Los muchachos en flor llenan, de un modo u otro, la vida sentimental del novelista entre 1888 y 1905. Pero a Proust le faltó algo que le llevó a un mundo, lo vimos, menos decible.
El primer poema (un soneto) conservado de Proust, dedicado al imposible Daniel Halévy, entre cuyos papeles se ha encontrado, se titula y no es casual “Pédérastie” –hablamos del modo griego, es evidente– y data de noviembre de 1888. Lo doy en mi traducción por primera vez en España.
Pederastia
Si tuviese una gran bolsa llena de dinero en oro o cobre
con nervio en mi ánimo labios o manos
dejando mi vanidad -caballo, libro o senado-,
huiría lejos, ayer, esta noche o mañana
a un césped de frambuesa -esmeralda o carmín-.
Sin rústicos tedios, avispas, escarcha o rocío
querría para siempre yacer, vivir o amar
con un tierno niño, Santi, Pedro o Fermín.
¡Fuera del tímido desprecio de los hombres prudentes!
¡Nevad, palomas! ¡Cantad, olmos! ¡Amarillead, manzanas!
¡Hasta mi muerte deseo aspirar su perfume!
¡Bajo el oro de los soles rojos, bajo el nácar de las lunas
quiero… desvanecerme y pensar que estoy muerto
lejos de las fúnebres sentencias de importunas virtudes!