El miedo a la oscuridad forma parte de la cultura popular desde el principio de los tiempos. Ninguna civilización se ha salvado de la “acluofobia”, según el término que propone la periodista Sigri Sandberg (Noruega, 1975) en su libro Oda a la oscuridad. A lo largo de la historia, los seres humanos han luchado contra ella, nos recuerda, lo mismo que el pensamiento occidental relaciona la luz con la verdad y el conocimiento.
Sin embargo, “lo que antes estaba oscuro como la noche ahora brilla como una bola de Navidad”, advierte Sandberg, que especula con los efectos nocivos de la luz artificial, a saber, el insomnio, la locura... Todo nos conduce a protegernos de la contaminación lumínica, por lo que el mensaje de este ensayo no puede ser más oportuno –como poco, vigente–, ahora que la coyuntura bélica nos aboca al ahorro energético.
[Carl Jung, la noche cósmica del alma]
La periodista noruega también ofrece aportaciones científicas. Del lado astronómico, “la oscuridad no existe, sino que solo es percibida”, dice, mientras que “la noche polar” se produce “cuando el sol no sale ni se pone, sino que hace todo su recorrido por debajo de la línea del horizonte del lugar donde te encuentras”. Oda a la oscuridad está narrado como un diario desde la estancia de la autora en Finse, una de las regiones más frías de Noruega y “el mejor lugar para mirar el cielo estrellado”.
Sandberg se ha desplazado hasta allí con el objetivo de pasar unos días sola y escribir. Desde las idílicas montañas escandinavas levanta esta apología de la naturaleza y, en consecuencia, de los valores ecológicos. No obstante, el planteamiento de la oscuridad desde el imaginario colectivo –el duelo, la noche, el color negro– y la aproximación poética que establece (incluye, además, versos) alejan el texto del alegato caprichoso. Sandberg emplea un tono didáctico que, sin embargo, no cae en la moralina, y logra un libro sugerente y hermoso.