“El conflicto es el estado natural de nuestra sociedad”, asegura Francisco Javier Pérez Latre (Barcelona, 1966) en su nuevo libro, Crisis de confianza (2007-2022). El descrédito de los medios, publicado por Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA). Sin embargo, esta vez el trabajo de Pérez Latre, profesor titular de Periodismo y director académico de Posgrados en la Facultad de Comunicación de la universidad que se hace cargo de la edición, donde empezó a trabajar en 1989, cristaliza en un volumen cuyo análisis aborda la relación de la sociedad con los medios de comunicación y las instituciones en un periodo concreto.
Crisis de confianza retrocede hasta la caída de Lehman Brothers en 2007, precedente inmediato del estallido de la burbuja inmobiliaria, para explicar las causas de la sospecha social generalizada. En este sentido, “la pandemia de desconfianza se está convirtiendo en endemia”, dice en un momento del libro Pérez Latre, en clara alusión a otro de los momentos determinantes de estos últimos años. “Los problemas de la crisis de 2007-2008 se han replicado y, en cierto modo, se han intensificado por las consecuencias del coronavirus”, aclara.
Autor de once volúmenes, treinta y cinco capítulos en libros y ochenta artículos científicos y de divulgación sobre comunicación, su investigación se centra en los fundamentos humanísticos y antropológicos de la comunicación, el marketing y la empresa informativa. Charlamos con el autor para esclarecer los motivos que han conducido a la opinión pública a desconfiar de los órganos más importantes de la democracia. “Desde el estallido de la guerra, los gobiernos han experimentado su mayor aumento de confianza en tres años”, avanza en una de las contundentes afirmaciones de su libro.
Título: Crisis de confianza (2007-2022)
Subtítulo: El descrédito de los medios
Autor: Francisco Javier Pérez Latre
Editorial: Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA)
Año de edición: 2022
Pregunta. ¿Dónde se genera esa desconfianza de la que habla en su libro? ¿Confía en una fórmula que le ponga remedio?
Respuesta. La desconfianza la generan los malos comportamientos reiterados en el tiempo. La confianza es algo muy frágil, apenas un salto esperanzado en la oscuridad, siguiendo la feliz metáfora de Katherine Hawley. Sobre todo, para que confiemos en las instituciones es necesario que se comporten como buenas personas. Porque nosotros confiamos sobre todo en las personas. Se puede hablar de confianza en las empresas, gobiernos, medios o instituciones, pero solo por analogía. En el libro hablo de varios caminos para recuperar el terreno perdido: poner a los públicos en el centro, concediendo más espacio a la escucha y la participación; fomentar liderazgos que merezcan confianza, y recuperar tiempo para la investigación y la reflexión.
P. ¿Qué relación tiene la caída de Lehman Brothers con la sospecha generalizada de la sociedad y por qué afecta también a los medios de comunicación?
R. Mi hipótesis de trabajo es que la crisis de 2007 fue un momento de la verdad. Lo singular de la crisis del 2007 es que fue también una crisis ética. Había factores económicos en juego, pero vimos cómo el status quo económico estaba viviendo por encima de sus posibilidades. Con su adicción al juego y al riesgo llevaron a la economía mundial a una situación límite, que en el sur de Europa padecimos de modo severo. El impacto a todos los niveles fue profundo.
"Para que confiemos en las instituciones es necesario que se comporten como buenas personas"
P. “Los sabios de hoy prefieren la crítica al consenso”, dice en su libro. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
R. Es un proceso que tiene una larga duración. Se inicia, al menos, tres siglos atrás. Hoy el contexto digital lo ha intensificado porque todos tenemos opiniones muy contundentes (nos haría mucho bien pensarlas más) y podemos compartirlas al minuto. Falta tiempo porque vamos muy rápido, pero, sobre todo, falta afán por entender al otro y eso genera complicaciones en la vida social.
P. En cualquier caso, ¿no le parece que la conciencia crítica es necesaria para construir una sociedad más libre?
R. La conciencia crítica nos ayuda siempre que no perdamos un genuino afán por dialogar y comprender a los que piensan distinto. Vivimos es una sociedad partidista y polarizada, que vive de etiquetas y piensa que un tuit nos hace mejores, aunque sea hostil y vejatorio.
P. Por remitirnos a un caso actual, ¿cree que la desconfianza es necesaria para derribar el régimen de Jamenei en Irán?
R. Aunque no he estudiado todavía a fondo esa crisis, se aprecian signos de desencanto del régimen iraní que no habíamos visto hasta ahora…Pero para cambiar la situación en Irán hace falta un movimiento de gran espectro con un discurso positivo en el que la mayoría pueda confiar.
P. ¿Qué papel deben jugar los medios en esta crisis de confianza? ¿Le corresponde también a la opinión pública un ejercicio de autocrítica para revertir la situación?
R. Los medios deberían ser escenarios de confianza. Pero hoy sufren una situación económica muy precaria, buscan clics que aumenten de manera inmediata sus audiencias y, en general, pierden su credibilidad tomando postura, no en la opinión (donde tomar postura es plenamente legítimo) sino en las noticias. Es un ciclo letal para la confianza y los medios tienen que darse cuenta porque sin confianza los públicos no pagarán por los contenidos con fidelidad.
"Las redes tienen dimensiones preocupantes, pero las provocan las personas que las usan mal"
P. Habla de la confianza como “un diálogo entre personas e instituciones”. ¿A qué se refiere exactamente y por qué se ha quebrado esa comunicación?
R. El diálogo es un elemento crucial de la confianza. No hay más que pensar en la importancia del diálogo en la relación entre personas. Pues en la relación con las instituciones, lo mismo. Sólo podemos confiar en las instituciones por analogía con las personas y para nosotros hablar es esencial.
P. Al contrario de lo que muchos opinan sobre las redes sociales, a las que culpan de la distorsión que se hace sobre la realidad, usted las defiende como elemento integrador. ¿No le parece que, precisamente por el hecho de ser contenidos generados por cualquier usuario, corren el riesgo de pervertir la veracidad de los hechos?
R. Es verdad que las redes son un elemento integrador. Pero como le gusta decir a mi querido colega José Luis Orihuela, algunos se comportan en ellas como si estuvieran en la barra de un bar. Prefiero verlas como una casa común, donde puedes compartir y felicitar. Además, en las redes no estás obligado a seguir a nadie…Es verdad que las redes tienen dimensiones preocupantes, pero las provocan las personas que las usan mal. Lo peligroso en las redes es que lo viral se convierta en lo banal, que no nos saquen de las superficies de las cosas. Pero, a la vez, siempre que acudo a las redes encuentro luces, buenas personas y textos que inspiran.
P. ¿Cómo relacionaría esta crisis de desconfianza con los modos de consumo del capitalismo tradicional?
R. El problema del capitalismo tradicional es que tiene un déficit antropológico: se basa en el beneficio individual y el beneficio individual no basta para construir el bien común. Como demuestra el auge del propósito y la sostenibilidad, hoy ya sabemos que el mercado es necesario, pero no suficiente.
P. En un momento del libro se hace eco de las prácticas fraudulentas de algunas grandes empresas. ¿Cree que el comportamiento de los propietarios de las sociedades privadas condiciona la confianza de la opinión pública?
R. Claro… La empresa tiene una gran dimensión pública y los comportamientos en ella afectan a la fábrica del bien común. Hemos vivido años malos: Facebook, Uber, Volkswagen, Royal Bank of Scotland, Petrobras, Cambridge Analytica…Hay empresas que no han sabido ser ejemplares.
"La empresa tiene una gran dimensión pública y los comportamientos en ella afectan a la fábrica del bien común"
P. “Las dificultades económicas pueden activar las energías de la sociedad civil: solo es posible encontrar salidas juntos”, dice en otro momento. ¿Qué le hace ser tan optimista?
R. En los primeros compases de la pandemia vimos claramente que se activó la solidaridad. A veces, a ese momento inicial le sigue un olvido posterior. Pero a menudo las dificultades hacen que afloren energías sociales inesperadas. Desde luego, ir cada uno a lo suyo no nos hará mejores.
P. Menciona dos acontecimientos cruciales en el periodo comprendido entre 2007 y 2022: la crisis económica y la pandemia. ¿Qué naturaleza habría de tener el episodio que devuelva la confianza a la población?
R. Para mí es difícil preverlo. Más que un episodio concreto pienso que debemos buscar una recuperación basada en la confianza, que incluye la suma de muchas voluntades y la colaboración de múltiples personas en un proyecto común. Los grandes desafíos que tenemos (piensa en el envejecimiento demográfico o el paro juvenil, por ejemplo) son problemas que requieren el trabajo de muchas personas con habilidades y posiciones políticas diferentes y a largo plazo, más allá de los ciclos electorales.
"A menudo las dificultades hacen que afloren energías sociales inesperadas. Desde luego, ir cada uno a lo suyo no nos hará mejores"
P. Por cierto, ¿cree que las grandes debacles de tipo social, económico o incluso sanitario, como en el caso más reciente, son un caldo de cultivo para los conspiranoicos? ¿En qué grado sus teorías tienen impacto sobre la opinión pública?
R. Con la pandemia hemos vivido otra epidemia de desinformación. Esas teorías impactan porque para muchos lectores una buena información es lo mismo que un Whatsapp que le llega en su grupo familiar. Las noticias llegan sin filtro y sin contexto y parece que todo es lo mismo. Hoy necesitamos un nuevo tipo de alfabetización mediática y es una alegría ver que la Comisión Europea ya está dando pasos en ese sentido.
P. Por terminar con un asunto de la más candente actualidad, ¿cree que Occidente puede ver beneficiado su prestigio debido a la invasión de Rusia sobre Ucrania?
R. Tengo muchas esperanzas. Estamos más unidos, hemos sido más solidarios y nuestras razones son mejores. Pero el conflicto no tiene visos de solución inmediata y es fundamental que en la propia Rusia también haya una reacción y eso no es sencillo.
P. En este sentido, ¿la ética sigue siendo determinante en la modificación del pensamiento occidental? O sea, ¿sigue imperando la moral judeocristiana?
R. La moral judeocristiana tiene un papel clave porque junto con el derecho romano y la filosofía griega es el fundamento de la ética occidental. La ética siempre nos ayuda a construir confianza, porque la ética es el arte de vivir y eso contribuye a construir la casa común que necesitamos en el siglo XXI. Hablar de confianza siempre nos conduce a la ética y la responsabilidad y esa es otra de las ventajas de ponerla en el centro de la conversación.