La escritora Emily Ruskovich, nacida en Idaho (Estados Unidos) hace 36 años, apuntaba alto en la narrativa estadounidense desde que publicara sus textos en medios tan influyentes como The New York Times, The Paris Review o Zoetrope. Además, en 2015 fue ganadora del Premio O. Henry con un relato: “Owl”. Lo que no esperaba Ruskovich, que actualmente vive con su marido en la capital de Idaho, la región donde creció y sirve como escenario de su nueva obra, es que precisamente esta novela, Idaho, le reportaría tanto éxito. En 2019 fue reconocida con el International Dublin Literary Award y finalista del Dylan Thomas International Prize. Tres años después, Random House lanza el título en España.
Idaho es un relato estremecedor. El pulso narrativo de la escritora y su destreza para revelar las pulsiones más hondas de los personajes engulle al lector desde la primera escena. Jenny es condenada a cadena perpetua por el asesinato inexplicable de la menor de sus hijas con un hacha. “No fue un accidente y tampoco lo hizo a propósito. Fue simplemente algo que ocurrió”, desvelaría Wade, su marido, años más tarde. La filicida renunció a su derecho a defenderse, no solicitó la pena de muerte ni intentó suicidarse. Sin embargo, la posibilidad de obtener la libertad provisional a los 30 años de encarcelamiento abre un interesante cauce en la narración.
Ann, segunda esposa de Wade, trata de reconstruir la escena de la tragedia a partir de los recuerdos inconexos de Wade y los retazos de su imaginación: manda un libro a la biblioteca de la cárcel con el objetivo de establecer una relación con Jenny, se desplaza hasta el lugar de los hechos a espaldas de su marido… Wade no solo reacciona con violencia por el comportamiento de su nueva mujer, sino porque el trauma del asesinato se suma a una demencia precoz hereditaria cuyos síntomas comienzan a manifestarse.
Sin duda, la culpa es uno de los espacios psicológicos más interesantes por los que transita la novela. Ann empieza a dudar si su relación con Wade anterior al crimen fue el detonante para que Jenny lo acabara cometiendo. Ruskovich muestra una audacia admirable en una debutante al atribuir esa turbación psíquica al personaje de Ann, que se debate entre el ansia incontrolable por entender qué ocurrió exactamente —aspira a que el hallazgo contribuya a mejorar su relación con Wade— y la sensación culpable de estar ocupando (de esto sí está segura) un lugar que no le corresponde.
La autora se instala en los distintos recorridos de los personajes que gravitan sobre la tragedia, presente en cada rincón del relato, ofreciéndonos el transcurso de sus vidas, sus puntos de vista, la incidencia del crimen en sus comportamientos. Ruskovich acompaña a Ann, a Jenny, a Wade… y también a un perro sabueso que sigue el rastro de June, la hija mayor, que desaparece aterrorizada tras ser testigo del terrible acto perpetrado por su madre. Idaho es una novela psicológica arrasadora, pero lejos de regodearse en lo escabroso, la autora se guarda los detalles del instante en que sucede el crimen. Además, la amistad, el amor puro y la compasión sirven de contrapunto.
Pregunta. ¿Cuándo se decidió a escribir esta primera novela? ¿Tuvo primero la idea del argumento o estaba antes la voluntad de emprender el proyecto?
Respuesta. He estado escribiendo este libro toda mi vida, desde que era niña, como diversas versiones de la misma historia. Yo sentía que había ocurrido algo horroroso en una montaña y tenía ese sentimiento de duelo sin ser mi propio duelo. Para explorar aquello, fui a esa montaña.
P. ¿De dónde surge esta historia y cómo se convierte en tan arrasadora?
R. Procede de varios lugares: en primer lugar, hice un viaje con mi familia y nos encontramos con una camioneta. Como te decía, tuve un sentimiento de tragedia que no había sentido antes. Empecé a escribir intentando explorar ese sentimiento. Empecé a asignar cualidades de algunos miembros de mi familia a los personajes de la novela: a Jenny le di la fortaleza y la bondad de mi madre, a May le di la voz de mi hermana… En mi familia, todos entendieron qué es la ficción, qué es un personaje, así que todos se sintieron emocionados de estar en la novela y nadie se sintió perturbado por los sucesos trágicos, que, por otro lado, están arraigados al contexto de mi infancia y haber vivido en un entorno rural.
"El lugar donde yo crecí era idílico, pero estábamos rodeados de personas extrañas con intenciones que a veces nos daban miedo"
P. A propósito, ¿qué le aporta el escenario de las montañas Hoodoo al relato? No sé si sabe que en España el entorno rural está, en términos literarios, muy vinculado a la violencia.
R. No sabía que esto era así. El lugar donde yo crecí era idílico, pero estábamos rodeados de personas extrañas, con intenciones que a veces nos daban miedo. Yo sentía temor en muchas ocasiones. Esa mezcla de belleza y de peligro que fue mi infancia se plasma en la novela. Es como si la montaña entrara dentro de la gente y como si el incidente que yo describo solo hubiera podido pasar en esta historia. Este sentimiento siniestro procede, en realidad, de los humanos, mientras que la montaña solo representa la belleza.
P. ¿Por qué escoge el personaje de Ann para contar el principio de la historia?
R. La verdad es que no tomo decisiones respecto al papel que desempeñan los personajes. Si me gusta Ann es porque no estuvo allí. El suceso era tan fatal que era mejor que lo describiera alguien que no estuvo allí. Si no, estaría sacando partido de ese suceso, y lo que quería era enfocarlo desde diversas perspectivas: a través de alguien que solo puede imaginar haber estado allí, de una memoria que se pierde, de especulaciones… El objetivo era que ese suceso no fuera, paradójicamente, el suceso central de la novela; ocurre antes y yo lo que quiero es que la novela trate más de cómo sobrevive la gente a algo tan grave; cómo se puede encontrar la bondad a pesar de la tragedia.
"El suceso era tan fatal que era mejor que lo describiera alguien que no estuvo allí"
P. ¿Qué significado narrativo adquiere el hecho de que sea un crimen inexplicable?
R. Ni siquiera yo sé qué le ocurrió a ese personaje. Claro, cómo explicarlo… Estas cosas suceden y la gente se pregunta cómo ha podido ocurrir, pero nunca hay ningún motivo. Nunca hay un motivo para matar a un niño. Si hubiera dado algún motivo, no sería creíble, porque nada puede justificarlo. Son cosas que pasan, pero a mí me interesaba contar las consecuencias en los sentimientos de quienes rodean el suceso.
P. La demencia de Wade se transforma en comportamientos casi esquizofrénicos ligados a un trauma. ¿Cómo ha llegado al tratamiento de la enfermedad mental en su obra?
R. Wade pierde su propio ser, y esa es la crueldad del alzheimer. Es una enfermedad que te roba a tu propia persona. Mientras tanto, Ann sufre los comportamientos de esa persona que siempre había sido cariñoso. Tiene que acabar reconociendo que lo que le pasa a ella no es justo pero se corresponde con una enfermedad, así que hace lo que puede para encontrar a Wade dentro de ese ser que ya no es Wade.
"Nunca hay un motivo que justifique matar a un niño"
P. Si trasladáramos el relato a la realidad, ¿piensa que los comportamientos violentos como los de Wade son punibles o están justificados por una enfermedad mental?
R. No pensaría en términos de justificación. Tenemos a la esposa, que sufre la violencia del marido, y a Wade, que también sufre su propia violencia. Desde luego, si Ann fuera amiga mía, le diría que saliera de allí. O sea, en la vida real, manejaría esa situación de una manera muy distinta, pero lo interesante del personaje de Ann es que ella se propone amar hasta alcanzar la redención.
P. ¿Por qué extiende la trama hasta el futuro, en 2025? Me ha parecido curioso.
R. Efectivamente, lo es. Era importante situar la trama y los personajes de May y June en los años 90, la época de mi infancia. Imaginé que la sentencia de Jenny llegaría en 2025. Era importante ese salto, tener una idea de qué podría pasar. Independientemente de lo que haya pasado en el mundo, los sentimientos serían los mismos en cualquier época.
['Danza de las sombras', de Alice Munro: cuentos para mujeres rebeldes]
P. Ha sido comparada con Alice Munro, Toni Morrison y Maggie O'Farrell, pero desde su perspectiva particular, ¿cuáles cree que son las influencias que aparecen en esta novela?
R. La referencia a Alice Munro es muy importante para mí. Es mi autora favorita y su influencia en mí es realmente muy potente. También Toni Morrison, Isabel Allende… y gente de mi vida: mi marido, por ejemplo, y mi padre, muy especialmente, que es quien me enseñó a escribir.
"Si fracaso en medio de un relato, no pasa nada. Si me ocurre en la escritura de una novela, sí es un problema"
P. ¿En estos momentos está inmersa en algún otro proyecto narrativo? ¿De qué se trata?
R. Estoy trabajando en una historia de relatos. Desde Idaho empecé dos novelas, pero era demasiado teniendo en cuenta mis circunstancias personales: entre tanto, he tenido dos hijas. Si fracaso en medio de un relato, no pasa nada. Si me ocurre en la escritura de una novela, sí es un problema.
P. ¿Cómo ha gestionado los halagos de la crítica? ¿Esperaba ese éxito?
R. No esperaba nada. Cada día, después de la publicación, era una sorpresa. El éxito de Idaho es un sueño hecho realidad porque la novela es sumamente importante para mí. Cuando leo la novela, accedo a partes de mí misma que no habría podido expresar de ninguna manera, así que me siento muy agradecida
P. ¿Su nuevo rol como personaje público ha modificado sus rutinas de escritura?
R. Mi vida ha cambiado bastante, sí. Desde la publicación del libro, siento mucha más paz interior. He hablado y se ha roto un silencio que tenía dentro de mí. Me emociona saber que las cosas que escribo tendrán un recorrido en un futuro.