Siri Hustvedt, en primera persona del femenino
En 'Madres, padres y demás', la escritora rastrea en la historia de su familia y en su propia infancia para encontrar los motivos y los impulsos de su obra
1 mayo, 2022 02:49Noticias relacionadas
“No es fácil trazar una línea firme entre los estados de ánimo y lo que percibimos del mundo, lo que recordamos de él…”, escribe Siri Hustvedt (Northfield, 1955). Una sentencia que resume bien el eje de esta colección de ensayos que la escritora estadounidense ha ido publicando en distintos medios en los últimos años, y que, pese a su distinta procedencia, mantienen la coherencia no solo entre sí, sino con el conjunto de su obra.
Ya sea desde la ficción, la poesía o el ensayo, la autora de Un mundo deslumbrante, La mujer temblorosa o Elegía para un americano mantiene un núcleo fuerte en su obra: la exploración del mundo a través de un yo siempre presente, no como síntoma de narcisismo, sino del análisis del propio cuerpo y los estados de ánimo como filtro esencial de contacto con la realidad. De ahí que Hustvedt siempre acuda a la primera persona en esta colección de ensayos y haya reivindicado su uso frente a quienes perciben en ello la contaminación subjetiva del conocimiento.
Los ensayos incluidos en Madres, padres y demás componen una interesante autobiografía personal, literaria e intelectual de una autora que, con todo merecimiento, recibió en 2019 el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Entonces, el jurado destacó el valor de una obra ambiciosa que “incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista”. El subtítulo —Apuntes sobre mi familia real y literaria— anuncia los dos pilares sobre los que se asienta este libro, que si bien no aborda ningún tema específico nuevo, tiene la virtud de ofrecer una visión panorámica de los asuntos que jalonan la obra de Hustvedt.
Procedente de una familia noruega emigrada a Estados Unidos, Hustvedt rastrea en la historia de su familia y en su propia infancia para encontrar los motivos y los impulsos de su obra. Sus perfiles biográficos son piezas breves de gran literatura. En uno de los mejores ensayos, cuenta que nació un mes antes de lo previsto y con una salud precaria que hizo temer por su vida.
El médico llegó a decirle a su madre que no sobreviviría. Un comienzo frágil que la obliga desde la niñez a sobreponerse. Una debilidad que encuentra reposo en los libros, pero que también le dejó secuelas físicas y emocionales. Así lo cuenta Hustvedt, que se remonta hasta ese momento para explicar su hipersensibilidad y su vocación hacia determinados temas relacionados con el cuerpo y los estados de ánimo.
Incluso a más atrás: “Damos por sentado que nuestras fronteras humanas terminan en el órgano de nuestra piel […] Pero cada uno de nosotros ha sido un grupo de células en división dentro del cuerpo de otra persona, y los sueños, las preocupaciones y la comida que esta comió no pueden separarse del ser embrionario que se convirtió en feto…”.
Un aspecto especialmente interesante de la obra de Hustvedt tiene que ver con su interés por hermanar literatura, arte, biografía y ciencia. En una era de avances en el conocimiento científico, es difícil concebir un ensayismo completo sin que estén presentes la neurociencia o la medicina. Por supuesto, también la psicología o el psicoanálisis, del que Hustvedt es usuaria y que está presente a lo largo de Madres, padres y demás.
Este ensayo es una forma inmejorable de sumergirse en el pensamiento de una escritora que arroja luz propia
Por aquí desfilan Jacques Lacan o Sigmund Freud, y con ellos, los sueños, que Hustvedt reivindica como otra forma de relación con su familia ya fallecida: “Mi padre no es nadie ahora, ya no es una persona, y sin embargo ha frecuentado mis sueños desde que murió, y los sueños son sin duda estados de ánimo, otra forma de conciencia y otra forma de percepción”. De nuevo, su propia experiencia (sus sueños) como filtro con los que interpretar el mundo. En ese eclecticismo de temas e intereses radica la fuerza de la mirada de Hustvedt, que también aborda los debates del feminismo.
En el ensayo “¿Qué quiere un hombre?”, Hustvedt escribe de la discusión entre género y sexo de forma meticulosa, acudiendo a la embriología y a la genética, y a la mitología y a la historia, para poner en cuestión unas fronteras que considera artificialmente nítidas, y de las que pretende revelar su carácter artificial: “¿Qué es exactamente la feminidad? ¿Es una performance, como sostenía Judith Butler? Es muy probable que mucho de lo que hacemos de manera consciente e inconsciente sea una encarnación del género. En el metro cruzo las piernas o las junto con fuerza, pero cuando estoy en casa, me siento tan tranquila con las piernas abiertas”.
No hace falta estar de acuerdo con Hustvedt ni en este ni en otros asuntos para reconocer su ambición ensayística, su honestidad intelectual y su resultado formal.
Siempre es recomendable la obra de Hustvedt. A quienes hayan leído sus obras no les hacen falta muchos argumentos para volver a acercarse a estos ensayos, a la altura de sus mejores libros. Y para aquellos que todavía no la hayan leído, Madres, padres y demás resulta una forma inmejorable de sumergirse en el pensamiento de una escritora que arroja luz propia en una época de incertidumbres crecientes en la que el primer deber de quien escribe es reconocer su herida, su vulnerabilidad, para construir desde ella.