Este libro, finalista del premio Anagrama de ensayo 2021, comienza con una anécdota que conviene no pasar por alto si se quiere descubrir un hilo conductor consistente a lo que, de otro modo, pudiera dar la impresión de ser más bien una serie de pasajes meditativos en torno a las múltiples formas en que podemos hablar del miedo. Se trata de una anécdota que en principio parece involucrar tan sólo a dos grandes de la historia de la filosofía, Kierkegaard y Hegel, por la maldición que el pensador danés lanzara sobre el alemán cuando le deseó que un día, al término de una de sus clases, tan abstractas como sus escritos, un joven alumno fuera a pedirle consejo.
Pero en seguida entendemos que la anécdota no va de historias pasadas, sino que toca de lleno al autor, Bernat Castany (Barcelona, 1977), profesor de literatura en la Universidad de Barcelona, espoleado por la mala conciencia de no haber sabido atender, por timidez o prudencia, a una alumna que le pedía orientación para sus desconciertos.
El detonante de este ensayo es, por tanto, profundamente vivencial y es esta experiencia de las limitaciones que el miedo impone a una vida buena, lo que confiere estructura a las diseminaciones de su recorrido. Porque la cosa no va tanto de sistematizar una fenomenología de las figuras contemporáneas del miedo, cuanto de plantearse cómo afrontar nuestros temores, cómo resistir a las excusas que nos desactivan y aíslan del mundo, convenciéndonos de que así todo está bien.
No, no estamos bien, nos dice de forma rotunda Castany. Nos dejamos adormecer con la consoladora convicción de que vivimos en una de las sociedades más seguras de toda la historia de la humanidad, con estándares de bienestar antes inimaginables. Pero nos cuesta reconocer hasta qué punto nuestras vidas cotidianas se hallan bajo la impronta del miedo, disfrazado de ansiedades, desidias, evasiones y olvidos. Acurrucados en una individualidad cada vez más solipsista, con frecuencia nos limitamos a engatusar la soledad con algún mito identitario o mediante el abandono a distracciones narcisistas.
Si bien hay un nivel en que el miedo es aviso natural ante lo adverso, el mecanismo tiende a alterarse y se sobreexcita. En esos casos, en vez de colaborador activo en la búsqueda de remedio, se alía con el mal y lo agudiza, con lo que nos paraliza y desarma. El sometimiento es entonces el precio que solemos pagar a cambio de una falsa sensación de seguridad.
Este ensayo acierta porque no promete recetas infalibles, como hacen tantos traficantes del miedo
Para Castany, la deriva de la sociedad moderna no ha hecho sino extender esas formas patológicas al conjunto de la vida. Siguiendo los patrones de la filosofía clásica y atendiendo a sus efectos, él las resume en cuatro modalidades esenciales: miedos que nublan la mente, que exageran las amenazas, que reducen nuestra confianza y que erosionan la cohesión social.
Para darles réplica, el autor recurre a aquellas prácticas de liberación del miedo promovidas por las antiguas escuelas de sabiduría, pero lo hace corrigiendo su sesgo individualista y dotando de mayor compromiso ciudadano su combate contra las mixtificaciones. En particular, destaca su denuncia del positivismo tóxico de la literatura de autoayuda, dando la verdadera medida de su valiente apuesta por la filosofía como vehículo de ilustración, sin olvidar un instrumento tan eficaz para lidiar con los temores como es el humor.
Escrito con buena prosa, pulso narrativo y no pocas dosis de ironía, este ensayo de Castany acierta justamente porque no promete recetas infalibles, como hacen tantos traficantes del miedo, sino una mirada lúcida y serena a las ambivalencias de nuestro deseo de ser libres y vivir sin temor.