“No tenía ninguna necesidad de conocer a Manuel Vázquez Montalbán”, bromeó Andrea Camilleri en 2000, durante un ciclo de encuentros celebrado en Brescia, delante del escritor y periodista español. Pero sus caminos estaban destinados a cruzarse. Conversaciones sobre la escritura (Altamarea) recoge cuatro diálogos entre dos de los novelistas europeos de trama policiaca más exitosos del siglo XX. De Sicilia a Barcelona, elaboraron extraordinarios retratos de sus ciudades a partir del suspense. Además de la militancia en los partidos comunistas de sus respectivos países, Montalbano es el nombre que une a los dos escritores. El comisario del italiano, aparecido en 1994, es un homenaje a Vázquez Montalbán, creador del detective Carvalho dos décadas antes. Este libro desvela, de sus propias declaraciones, cómo se forjó “una amistad verdadera, condicionada por las lecturas”, según reconoce el español.
La intensa relación con su ciudad de origen marcó también la vida de otro singularísimo artista. Julio Romero de Torres: Entrevistas y confesiones (1899-1930), de Rafael Inglada, es una interesante recopilación de textos que nos acerca al pintor cordobés y ofrece una idea muy aproximada de su pensamiento. “Ocho años en el extranjero me sirvieron para curarme del extranjerismo que a tantos ataca en España”, dice en una entrevista. Enamorado de la cultura popular andaluza, que materializó en un reconocible simbolismo, aseguraba que “no hay elegancia más verdadera que la gitana”. Las treinta y una cartas que completan el volumen revelan su lado más personal. Gracias a este libro que publica Cántico, descubrimos los sinsabores por la incomprensión de su pintura en Madrid y “un periodo de desaliento artístico” que le apartó de los lienzos durante una década. “Yo nací en el arte y para el arte” pudo ser su epitafio.
El año más trascendente en la carrera de Romero de Torres, triunfador en Buenos Aires con una exposición, coincide con el momento en que G. K. Chesterton abraza definitivamente el catolicismo. En 1922, una ceremonia oficiada por el sacerdote John O’Connor, que inspiró el eterno personaje del Padre Brown, sellaría para siempre la personalidad del escritor británico. Sus famosos y polémicos dilemas morales están presentes en esta conversación imaginada que propone Ricardo Moreno en Qué hay de nuevo, Chesterton (Fórcola). De sus afirmaciones, veraces, se vierten aforismos como este: “La felicidad es un misterio, igual que la religión, y jamás debe ser racionalizada”. Lo más interesante no es cómo logra condensar Moreno una obra complejísima y llena de aristas, sino que además destila una rabiosa actualidad. Aunque tal vez ese mérito corresponde al propio Chesterton.