“No sé por qué se me ha ocurrido hoy la idea de llevar cuenta corriente de mi cuerpo y de mi alma […] desde ahora me propongo escribir todas las noches las emociones y los paisajes de los días de mi vida”. Eso escribió el 28 de octubre de 1903 el joven poeta Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881 - Puerto Rico, 1958) como preludio de lo que iba a ser un diario, proyecto al que había dado el título de Diario íntimo a imitación sobre todo de Journal intime de Henri-Frédéric Amiel, y que cerró unas semanas más tarde la última anotación el 28 de noviembre, de la que solo escribió la fecha.
JRJ, sin duda el mayor poeta contemporáneo de la lengua española, era entonces un joven que, aparte de sus dos libros iniciales, los luego repudiados Ninfeas y Almas de violeta, había publicado Rimas (1902) y estaba preparando Arias tristes, libros en los que los materiales autobiográficos, recuerdos de Moguer, de su estancia en el Sanatorio del Rosario, etc., son bien notorios, lo que hace de unos y otros textos fruto de una misma escritura del yo.
La vida cotidiana de un poeta, visitas a librerías, compra de cuartillas, “en casa de Recarte –lujosas cuartillas–” o de caramelos para repartirlos entre los niños pobres, lecturas, la asistencia a las conferencias de su amigo el doctor Simarro, el piropo a una monja con la que se cruza por la calle, la ingesta de gotas de opio, interioridades de Helios, proyectos de libros, su vida social..., el poeta da cuenta en su Diario íntimo de cada detalle. También, de su patológica obsesión por una muerte repentina, “¿y si me muero?”, “me duele el corazón; tengo miedo […] quisiera morirme” o su amor imposible por la hermana Pilar del Sanatorio, con la que sueña.
En sus paseos o mirando por una ventana, el alma lírica que se emociona con el paisaje abre paso al ensueño. “El sol declina, soñando no sé qué nostalgias primaverales, sueños de bergantines hacia el poniente del mar, sueños de batallas viejas, de esquilas de rebaños. Y a mí me cuenta una elegía amarilla como una hoja seca”; “Sobre el cielo de este día azul, los verdores desteñidos, el oro de los chopos, las notas de carmín, las notas cárdenas, la bruma violeta”. Escenas, colores, sentimientos, todo se hermana con los poemas juanramonianos de la época.
¿Pensaba Jiménez publicar algún día su diario? Lo cierto es que algunos fragmentos los dio a conocer en Helios, la revista de la que él fue uno de sus impulsores y sabemos que pensó incluir algunos de ellos al proyectar su obra completa. Sin embargo, algunas de las cosas que se leen en los textos permiten suponer que o serían retocados o quedarían fuera de una hipotética publicación del diario.
Esta edición corrige las anteriores y, además de una introducción bien informada, incluye los facsímiles de los textos y se completa con una galería gráfica de personas de las que se habla y un apéndice que recoge un buen número de escritos del poeta que complementan alguna de las anotaciones. Una excelente oportunidad para adentrarse en el Juan Ramón Jiménez íntimo.
Hermana Pilar (inédito)
“Allí estarán todas las hermanas –tan amables, hasta cierto punto– con la blancura de sus carnes no vistas –hasta cierto punto también– bajo el hábito negro; esas carnes sin besos. Hermana Pilar, ¿tienes aún tan negros tus ojos? ¿Y tu boca tan fresca y tan roja? Y tus pechos... ¿cómo tienes los pechos? ¡Ay! ¿te acuerdas cuando entrabas a las altas horas en mi cuarto, cuando me llamabas como una madre, cuando me reñías como a un niño? ¿No recuerdas que yo te hablaba siempre lleno de tristeza?... [...]”