Descubierta por la editorial Blackie Books durante la pandemia gracias a su participación en la convocatoria de Relatos confinados, Julia Viejo (Madrid, 1991) debuta como narradora con este libro de cuarenta cuentos, algunos casi microrrelatos, de profundo encanto.
Conviene dejarlo claro desde el principio: el lector que se aventure en las páginas de En la celda había una luciérnaga encontrará un puñado de relatos que recuerdan la imaginación, cargada de inocencia y, en ocasiones, de sutil perversidad, de Ana María Matute, una de las influencias más reconocibles y decisivas de la autora.
Así, en “La fantasma”, descubrimos la historia de una muchacha condenada a pasar la eternidad bebiendo batidos de coco por culpa de un mal trago, mientras que en “Cherry coke” se narra en forma de atestado un crimen provocado por culpa de un refresco.
La aparente sencillez de estos cuentos, pura ficción, apenas disfraza el talento de Viejo, que roza en ocasiones el surrealismo (“Luciérnaga”, “El gordo”) y en otras refleja escenas de la vida cotidiana con descarnado humor.