Como “arquitectura extrahumana y ritmo furioso”, como “geometría y angustia”. Así fueron las primeras impresiones de Federico García Lorca cuando llegó a Nueva York. Era 1929 y el joven poeta de 31 años arribaba a la ciudad de los rascacielos sumido en una crisis personal, creativa e ideológica. “Nada más poético y terrible que la lucha de los rascacielos con el cielo que los cubre —describió después sobre el recuerdo de aquellos días—. Nieves, lluvias y nieblas subrayan, mojan, tapan las inmensas torres, pero éstas, ciegas a todo juego, expresan su intención fría, enemiga de misterio, y cortan los cabellos a la lluvia o hacen visibles sus tres mil espadas a través del cisne suave de la niebla”.
Su experiencia en esta inhóspita pero inspiradora Nueva York, sin embargo, transformó irreversiblemente al escritor que, tras su célebre poemario, Poeta en Nueva York, cambió el rumbo de la poesía en español del siglo pasado. Editados por la Fundación San Millán de la Cogolla y Ediciones del 4 de Agosto los libros Tierra y Luna + Un poeta en Nueva York (Conferencia-recital), publicados conjuntamente en un estuche con material adicional como dibujos y fotografías, recuperan ahora el espíritu de aquellos días con un breve poemario inédito y la conferencia-recital que el propio Lorca pronunció para presentar los versos de aquella etapa.
“El año que Federico vivió en tierras americanas —entre Estados Unidos y Cuba— fue una experiencia que le marcó profundamente y transformó su personalidad y su creación literaria; ya nunca volvería a ser él mismo”, cuenta el editor Hilario Jiménez Gómez en el prólogo a Un poeta en Nueva York.
Autor: Federico García Lorca
Edición e Introducción a cargo de Hilario Jiménez Gómez
Editorial: Fundación San Millán de la Cogolla y Ediciones del 4 de Agosto
Año de edición: 2020
Disponible en Publicaciones de la Fundación San Millán de la Cogolla
Disponible en Unebook
Lorca leído según sus deseos
Y es que fue tras su regreso a España, en la década de los treinta, cuando el poeta, que ya había publicado algunos de aquellos poemas sueltos en revistas como Litoral o Revista de Occidente, clasificó su obra poética del ciclo neoyorquino en dos colecciones: Nueva York y Tierra y luna. En 1934, sin embargo, cuenta Jiménez Gómez, decidió fundir los dos libros americanos bajo un mismo título. “Pero será en el verano de 1935 cuando este conjunto pase a titularse con carácter definitivo Poeta en Nueva York, desechando los proyectos anteriores”.
Publicado finalmente en 1936, algunos de aquellos poemas pasarían a formar parte del simbólico y excelso Diván del Tamarit y el resto, cuatro poemas, quedaron sueltos definitivamente y solo se han publicado desde entonces en libros específicos, fuera del alcance del lector lego. Es bajo esta premisa que Tierra y Luna cobra hoy una especial relevancia al permitir contemplar por primera vez los 17 poemas de aquella fructífera época recopilados ahora como un libro único e independiente y ordenados según los deseos originales de Lorca.
Así este volumen reúne, según dejó escrito el poeta en 1933 en el reverso de la hoja de la segunda versión de 'El niño Stanton', los siguientes poemas: 'Tierra y luna', 'Cielo vivo', 'Nocturno del hueco', 'Asesinato (Dos voces de madrugada en Riverside Drive)', 'Panorama ciego de Nueva York', 'Pequeño poema infinito', 'Luna y panorama de los insectos (Poema de amor)', 'Muerte', 'Vaca', 'Canción de la muerte pequeña', 'Ruina', 'Casida de las palomas oscuras', 'Vals en las ramas', 'Gacela de la raíz amarga', 'Paisaje con dos tumbas y un perro asirio', 'Casida del sueño al aire libre' y 'Omega (Poema para muertos)'.
La abrumadora y negra Nueva York lorquiana
“Me quedo con el transparente hombrecillo
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas”
Esto escribe el poeta en los primeros versos de 'Tierra y luna'. Testigo del Crac del 29, en medio de aquel Nueva York capitalista y deshumanizada, Lorca se quedaría prendado por la espiritualidad y los ritmos de los habitantes afroamericanos de Harlem. “Yo quería hacer el poema de la raza negra en Norteamérica y subrayar el dolor que tienen los negros de ser negros en un mundo contrario, esclavos de todos los inventos del hombre blanco y de todas sus máquinas”, escribió entre las líneas de Un poeta en Nueva York. Un breve libro que incluye la conferencia-recital que el propio Lorca leyó por primera vez el 16 de marzo de 1932 en la Residencia de Señoritas de Madrid, y que después repetiría, alto y claro, en Valladolid, San Sebastián, Barcelona y Santiago de Cuba, además de en Buenos Aires y Montevideo.
Comprende este un hermoso recorrido de la mano del propio poeta que, a modo de guía casi turístico, pero profundamente lírico, desvela y explica algunos de los poemas que concibió en aquella época, como 'Vuelta de paseo', 'El rey de Harlem', 'El poeta pide ayuda a la Virgen', 'Niña ahogada en el pozo' o 'Son de negros en Cuba', entre otros. Un paseo por Wall Street, Coney Island o La Habana donde un Lorca que se nos presenta “solo y errante, agotado por el ritmo de los inmensos letreros luminosos de Times Square”, huye del “inmenso ejército de ventanas donde ni una sola persona tiene tiempo de mirar una nube o dialogar con una de esas delicadas brisas que tercamente envía el mar sin tener jamás una respuesta”.
Inspirado por esa “civilización sin raíces”, Un poeta en Nueva York permite, además, acercarnos a la poesía de Lorca desde la intimidad de sus palabras en lo que supone un excelente complemento a la lectura de Tierra y Luna, a la vida del autor y a cualquiera de sus obras. “Un poeta que soy yo —afirmaría en su discurso en aquel marzo de 1932 en la Residencia de Señoritas de Madrid—. Lisa y llanamente; que no tengo ingenio ni talento pero que logro escaparme por un bisel turbio de este espejo del día, a veces antes que muchos niños”.