Rüdiger Safranski fue quien abrió el camino con sus espléndidas biografías de grandes representantes de la filosofía alemana como Schopenhauer, Nietzsche o Heidegger. No hace mucho le seguía Wolfram Eilenberger, con idéntico éxito de crítica y público, componiendo eficaces retratos corales de pensadores situados en décadas decisivas del siglo veinte, como Tiempo de Magos o El fuego de la libertad. Ahora Peter Neumann (Neubrandenburg, 1987), profesor de Filosofía en la Universidad de Oldenburg, se une al filón de esta atractiva fórmula, que combina la recreación novelada de un contexto histórico, la narración biográfica, el relato introspectivo y la digresión ensayística para acercarnos a episodios estelares de la cultura europea de los últimos siglos.
Neumann juega sobre seguro, pues la época y el lugar escogidos no pueden ser más sugestivos: la ciudad universitaria de Jena a principios del XVIII, segunda ciudad en importancia del ducado Sajonia-Weimar y verdadero epicentro de la vida cultural alemana, donde en esos años vendrían a confluir los poetas mayores del clasicismo, Goethe y Schiller, los principales nombres de la filosofía idealista Fichte, Schelling y Hegel, o los jóvenes poetas y teóricos del arte del primer romanticismo, Wilhelm y Friedrich Schlegel, Novalis o Tieck. A toda esta constelación privilegiada se suman mujeres notables, que dejan de ser meros satélites de las figuras masculinas y diseñan su vida en pie de igualdad: Madame de Staël, Caroline o Dorothea Schlegel, entre otras.
Escrito con absorbente soltura, este ensayo nos acerca de nuevo a una edad floreciente de la cultura moderna
Con el correr del tiempo se irán haciendo cada vez más patentes las diferencias entre estos personajes de temperamento genial y surgirán numerosos conflictos, tanto personales como ideológicos, a menudo insalvables. Pero existe una atmósfera común como punto de partida. A ella alude Neumann en su título, inspirado en aquel cenáculo de los Schlegel de la Leutragasse, 5, donde el culto al arte y a la vida se celebraba como una auténtica experiencia religiosa. Se trata de la atmósfera generada por el sueño de una revolución, no sólo política, como la llevada a cabo en Francia y ahora en entredicho, sino una revolución integral: en las costumbres, en las mentalidades, en la relación con otros seres humanos o con la naturaleza. Se suele decir que Alemania hizo la revolución en el terreno de las ideas al no poder hacerla en el plano real. La afirmación es imprecisa si no se atiende a los modos en que esta joven generación llegó a plasmar una nueva idea de libertad de procedencia ilustrada.
Neumann tiene la habilidad de transmitirnos ese sentimiento de efervescencia intelectual que se extendía por la Jena de 1800 mediante unas vívidas descripciones de algunos de sus momentos centrales: en la cercana Weimar se estrena la nueva sala del teatro de la Corte, donde se representarán las grandes obras de Goethe y Schiller. Fichte abandona la universidad, acusado de ateísmo por identificar a Dios con el orden moral del mundo, pero llega Schelling y pronto le acompañará Hegel para dar nuevo impulso a esas fusiones de naturaleza y espíritu típicas del idealismo filosófico. Durante unos breves años, la revista Athenaeum brillará con luz propia como órgano del movimiento romántico.
Pero el espíritu del mundo no se detiene. Quienes una vez poetizaron y filosofaron juntos, se irán alejando. Muere Novalis. Los Schlegel enfrían sus relaciones con Schiller. Intentan contemporizar con Goethe, pero el distanciamiento se produce igualmente. En la novela Lucinde, Friedrich defiende el amor libre. Mientras, su cuñada Caroline lo practica con Schelling, provocando su ruptura matrimonial con Wilhelm. Hegel se aparta de su amigo filósofo y emprende su propio camino al sistema, hasta concluir la Fenomenología del espíritu justo cuando Napoleón invade Jena. El duro trabajo de bregar con la realidad de lo negativo anuncia así el fin de aquel sueño romántico de una revolución de los espíritus.
Safranski ya consagró a esta temática su libro Romanticismo. Una Odisea del espíritu alemán. Menos cargado de aparato teórico, escrito con la misma soltura y capacidad de atrapar al lector, el libro de Neumann cumple con creces su propósito de acercarnos de nuevo a esa edad floreciente de la cultura moderna, en la que ésta se midió, con ánimo crítico y rebelde, con los límites de sus propias aspiraciones. Tanto de su esplendor como de su crepúsculo podemos seguir extrayendo lecciones.