“Durante siglos se ha atendido de manera muy esquemática al papel que cada una de las mujeres tiene en la obra”, sostiene la profesora Carmen Estrada (Sevilla, 1947), helenista y especialista en la obra de Homero que en Odiseicas (Seix Barral) vuelve su mirada al texto original para plantear una relectura de todos estos personajes femeninos que en los versos del clásico se alejan de todos los estereotipos que la historia ha ido construyendo sobre ellos y en los que los ha encasillado.
“Cada sociedad ha proyectado sobre ellas lo que se esperaba de esos roles en cada época, y como el pensamiento dominante ha sido patriarcal, Penélope se ha interpretado como una mujer fiel, paciente y más bien pasiva, Circe como una amante y hechicera peligrosa, Nausícaa como un objeto de deseo...”, defiende la autora. Sin embargo, insiste, si leemos la Odisea original con mente abierta y receptiva, vemos que sus personalidades son muy diferentes y mucho más complejas.
"Las sociedades patriarcales han proyectado sus roles sobre las mujeres de la obra, pero en los versos del clásico no existen esos estereotipos", defiende Estrada
Pero hay más. En este erudito y heterodoxo ensayo, salpicado de pertinentes y acertadas explicaciones y contextualizaciones, Estrada pone la atención del lector en la tendenciosidad que supone el que de los ocho personajes femeninos de la obra —por cinco masculinos— los más divulgados sean “aquellos que de un modo u otro tienen relaciones amorosas con Ulises: Penélope, Circe, Calipso y Nausícaa, las cuales encarnan, según decía Alejo Carpentier, ‘las cuatro mujeres que hay en la vida de un hombre’”. Por el contrario, aduce la autora, a la perspicaz esclava Euriclea, a la juiciosa reina Arete, a la madura y sabia Helena odiseica, o a la poderosa Atenea, “se les ha prestado mucha menos atención, a pesar de que son caracteres igualmente ricos y llenos de matices”.
Además de aportar este enfoque renovador hacia unos personajes femeninos tergiversados y simplificados en la tradición, Estrada analiza, siguiendo siempre el texto homérico de manera escrupulosa, las grandes diferencias que existen entre el relato del viaje de Ulises y la otra gran obra del poeta griego, la Ilíada, donde las mujeres sí se adaptan a roles canónicos y arquetípicos. “La Ilíada ha generado el prototipo de la madre en el personaje de Hécuba, el de la esposa en el de la fiel Andrómaca o el de la adúltera culpable en el de Helena”, explica.
¿Fue Homero una mujer?
“En la Odisea, en cambio, encontramos a Penélope, una esposa que piensa y actúa de forma independiente durante la larga ausencia del marido, a Circe y Calipso, dos mujeres voluntariamente solitarias y autosuficientes, a una esclava no concubina, Euriclea, que se mueve con soltura y autoridad entre los miembros de la familia, o a una diosa virgen, Atenea, que lleva el timón de toda la obra y del resto de los personajes”, defiende. “Todas ellas tienen una personalidad propia y ninguna está supeditada a un varón. Ayudan al héroe, pero no dependen de él”.
Una situación muy chocante en la Grecia arcaica, donde “la mujer no tenía participación en la vida pública ni personalidad jurídica. Era propiedad de un varón, ya fuera este el padre o el marido si pertenecían a una familia libre, o el amo si eran esclavas”. Situación que nunca mejoraría, apunta la autora, ni siquiera en la Atenas clásica considerada la cuna del pensamiento filosófico, el triunfo de la razón y la democracia, en la que “la diferencia entre hombres y mujeres se hizo aún mayor”.
"Lo que demuestran sus personajes femeninos es que quienquiera que los creara fue alguien con una sensibilidad muy especial", opina la autora
En base a todo esto, Estrada aventura una atrevida pero plausible hipótesis sobre la autoría del clásico heleno, pues la duda de la propia existencia de Homero lleva años planeando entre los expertos. “Hay evidencias que indican que la Odisea fue escrita con posterioridad a la Ilíada y muchos filólogos piensan actualmente que por distinto autor. Lo que demuestran sus personajes femeninos es que quienquiera que los creara fue alguien con una sensibilidad muy especial. Pudo ser una mujer... o no, nunca lo sabremos”, confiesa.
“Sobre todo, teniendo en cuenta que si hubiera sido una mujer habría tenido buen cuidado en ocultarlo, como han hecho tantas mujeres escritoras a lo largo de la historia", se lamenta. "Pero lo que tampoco podemos es dar por hecho que fuera un hombre, que es lo que suele hacerse cuando se habla del autor de la Odisea. Si se pudiera demostrar que una mujer la escribió sería un hallazgo semejante a cuando se encontró el nombre de Enheduanna en los primeros versos firmados de la historia, allá por el 2.250 a. C., unos catorce siglos antes de que se escribiera la Odisea.
Reconstruyendo los mitos
Independientemente de cuál sea su autor, la reivindicación de Estrada se centra en lograr desplazar la visión patriarcal con la que ha llegado el clásico a nosotros pues, como explica, “salvo contadas excepciones, la interpretación machista de los personajes mitológicos ha formado parte del mainstream hasta nuestros días”. Una tendencia que empieza a cambiar en los últimos tiempos.
“A diferencia de otros mitos clásicos, las mujeres de la 'Odisea' ya tienen en el texto original una voz propia”, asegura Estrada
“Hoy en día, la conciencia feminista —que siempre ha existido— se ha popularizado y se ha abierto al público en general. Eso está llevando a la recreación de los mitos con variantes que aportan a las mujeres el protagonismo que debieron tener y que se les negó durante tantos siglos”. Entre los muchos ejemplos están El silencio de las mujeres, donde Pat Barker recrea la Ilíada desde el punto de vista de Briseida, la concubina de Aquiles o Penélope y las doce criadas, donde Margaret Atwood da voz a la esposa de Ulises.
“Pero lo que me fascina de verdad en el caso de la Odisea es que la visión feminista no necesita una recreación, sino, por el contrario, una lectura atenta y desprejuiciada. La mujeres independientes, poderosas, atrevidas, testarudas, o incluso crueles y contradictorias ya estaban ahí”, remarca Estrada. Solo hay que devolverles su voz.