Del nicho al dicho: entrevistas que nunca ocurrieron
'Entrevistas de ultratumba' (Kultrum) reúne una treintena de charlas delirantes, acidas y reveladoras, donde escritores actuales entrevistan a personajes fallecidos de la cultura global
28 julio, 2021 09:00“¿De verdad seguís así? Me alegra que aún se me lea, pero siempre he dicho que España es un país arcaico, del Antiguo Régimen, muy limitado a la hora de enjuiciar a particulares”. El que habla es Jaime Gil de Biedma, fallecido en 1990, que se muestra irónico y sorprendido al saber, por boca del ensayista Andreu Jaume, que todavía hoy varios pasajes de su póstumo Retrato del artista en 1956 siguen escandalizando, como hemos visto en polémicas recientes.
En esta charla mordaz mantenida en el limbo, el poeta explica, justifica y defiende, como sólo hacen hoy sus textos, una obra y una vida dedicada a “encontrar un lenguaje que fuera capaz de hablar de la intimidad”, algo, a su juicio, inexistente en la tradición española desde la mística barroca. La pieza abre el volumen Entrevistas de ultratumba (Libros del Kulturm), un apasionante y delirante volumen híbrido que reúne casi una treintena de charlas donde escritores vivos dialogan con personajes históricos de la cultura como Henry James, Nietzsche, Paul Newman, Jane Austen, Andy Warhol, Rachel Carson, Marcel Duchamp, John Lennon o Anaïs Nin.
Respuestas a una guinea
No siempre son encuentros cordiales. Una intrépida Cynthia Ozick viaja a un Sussex del más allá para charlar con un reticente Henry James, que combina sus buenas maneras del británico que nunca fue, mayordomo incluido, con crecientes evasivas ante preguntas sobre su homosexualidad, su maltrato a los personajes femeninos o su afición a quemar manuscritos y correspondencia privada. “Noakes, ¿sería tan amable de acompañar a nuestra visitante hasta la puerta? Querida señorita, llevemos este intercambio estéril al final que tanto merece”, ladra James al mayordomo, totalmente ignorante de que nuestra reportera llevaba una grabadora escondida en el bolso.
¿Qué opina Conan Doyle de la fama actual de Sherlock Holmes? ¿O Warhol del precio que han alcanzado sus cuadros? Estas charlas responden
Más incisiva todavía se antoja Joyce Carol Oates, que elabora un brillante relato de visita al poeta Robert Frost en el que, aunque este intenta defenderse con preguntas, el ojo que todo lo ve de Oates lo muestra como un sabio bruto e intolerante. Y es que la ventaja de los novelistas del presente es manifiesta, pues no sólo su trabajo es invadir los cerebros de extraños, escuchar sus pensamientos y dictar ventrílocuamente las palabras que pronuncian, sino que, además, en muchos casos, conocen los puntos débiles de sus contrincantes.
Así ocurre, por ejemplo, con David Mitchell, que vence las rimbombantes negativas de Samuel Johnson —“¿Acaso presume que puedo ser comprado y vendido como un vulgar nabo?”— al ofrecerle una guinea por cada una de sus respuestas. Andy Warhol, por ejemplo, es ablandado por Douglas Coupland apelando a su proverbial vanidad. Y es que el artista, aunque se queje de que “el más allá no es un lugar muy exclusivo”, claramente disfruta de su estatus póstumo y pasa la charla comentando la llegada de otras estrellas como Michael Jackson o Liz Taylor. Eso sí, lo que lo enfada sobremanera es la desorbitada cotización actual de su obra. “Apenas me llevé las migajas cuando estaba vivo”, se lamenta.
Corrigiendo el pasado
Pero no todas las piezas del volumen satirizan o echan en cara de los autores sus ideas y vidas, otras, por el contrario, sirven hasta cierto punto de reivindicación de aspectos que su época y la tradición popular han malentendido y pervertido. Por ejemplo, el marqués de Sade, a quien Rebecca Miller visita en su prisión con la ayuda de una app para viajar en el tiempo, protesta amargamente por su haberse visto reducido a un adjetivo que etiqueta una perversión sexual. El noble francés prefiere ser recordado como “un hombre de teatro” que dirigió a otros a representar fantasías que demuestran la libertad humana, o, quizás, como un filósofo cuyas orgías conceptuales le hicieron “la guerra a Dios y a la Moral en nombre de la Naturaleza”.
No todas las entrevistas satirizan a los autores, otras sirven de reivindicación de aspectos que su época y la tradición han malentendido y pervertido
También Arthur Conan Doyle, con quien contacta mediante una güija el autor de novela negra Ian Rankin, tiene quejas contra el presente. El creador de Sherlock Holmes abomina de la simpleza a la que, en muchas adaptaciones y películas, ha sido reducido un personaje que creó para demostrar a los aterrados habitantes de Londres que “el crimen no era un problema inextricable”. No obstante, el autor escocés se muestra satisfecho de que se sigan leyendo aún hoy sus libros y sobe todo, de que un pub de su Edimburgo natal lleve su nombre.
Cierto tono de reivindicación guardan también las charlas mantenidas por Pilar Ruiz y Carme Riera con Jane Austen y George Sand. En la primera, la británica, elegantemente comedida, iracunda con rivales críticos como el “vulgar” Nabókov y se muestra agradecida por su fama póstuma, aunque reconoce que “me gustaría haberla disfrutado en vida, reportándome la estabilidad económica que nunca tuve”. También confiesa haberse “reído a carcajadas leyendo el Quijote” y conmina a los lectores de hoy “a que vivan, que recuerden que hay tantas formas de vivir como momentos en el tiempo”.
Con Hollywood hemos topado
Por su parte Sand, también da cuenta de la dureza de ser una mujer escritora en sus días: “la escritura era un terreno vedado para el que necesitaba el simulacro de la masculinidad”. Además, entre chismes sobre sus relaciones amorosas y su tormentoso idilio con Chopin, la autora reniega en cierta forma de su fama de pionera. “Fui revolucionaria y emancipada, sí, pero no trataba de llevar la buena nueva a nadie. Solo pedía un poco más de humanidad”.
Reivindicaciones, chismes, malentendidos… Las grandes figuras culturales del pasado toman la voz en este libro para explicarse
Tras tanto buceo serio en las voces de estos autores del pasado, capítulo aparte merecen otras entrevistas a figuras del cine, donde el talento de los autores conforma piezas que van desde el surrealismo extremo hasta el humor más desopilante. Por ejemplo, Esther García Llovet encarna a una productora de Hollywood empeñada en hacer negocio con Kirk Douglas aprovechando la moda de resucitar en pantalla a actores fallecidos. Lo que no espera la entrevistadora es que junto al actor, que se encuentra alicaído y se empeña en confundirla con Rita Hayworth, se hallen dos de sus personajes más famoso, un despistado Van Gogh y un reivindicativo Espartaco.
Igualmente delirante es la idea de una entrevista a Groucho y Chico Marx realizada por su hermano Harpo o la ácida participación de un Paul Newman que se harta de llamar imbécil al periodista Toni García en una lograda parodia de la clásica entrevista insustancial y pretenciosa a una estrella. Voces del pasado todas ellas que reverberan de nuevo hoy en entrevistas que nunca pudieron ser.