Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) acomete en El Tercer País lo que los estudiosos llaman novela de personaje; o sea, una historia que se centra en desarrollar el carácter de seres imaginarios. Dos mujeres roban el corazón de la obra. La primera en comparecer es la joven Angustias, quien, en compañía de su pusilánime marido, huye de la peste que asola una legendaria tierra fronteriza. El terrible viaje de intensos ecos faulknerianos (el largo recorrido con los dos niños sietemesinos a su espalda primero y luego, ya muertos, guardados en unas pobres cajas de zapatos recuerda la dramática expedición en Mientras agonizo de una familia para enterrar el cadáver que trasportan en un ataúd) persigue localizar a la otra protagonista, Visitación, una sepulturera de edad madura, negra y vigorosa que acoge difuntos desamparados en el cementerio ilegal conocido como El Tercer País, epicentro de la acción novelesca del que toma el título el libro.
Después de que Visitación sepulte a los niños, ambas mujeres, a pesar de sus temperamentos opuestos, forman una pareja cómplice y comparten con profesionalidad el trabajo de enterradoras. Ello tiene lugar en un pueblo llamado Mezquite. Aquí, en Mezquite, encontramos un bloque de personajes menos diferenciados con un papel un tanto representativo: el tirano local; el alcalde vendido al medieval señor de horca y cuchillo o el secuaz asesino sin entrañas.
Entre las mujeres y este grupo se establece una dinámica de confrontación, un tanto al modo de un wéstern, que proporciona a El Tercer País la cualidad de relato de denuncia de un mundo de máxima injusticia y miseria. Con generosidad despliega Sainz Borgo datos de corte testimonial: la especulación que amenaza la existencia del cementerio clandestino, las tropelías del tirano, la venalidad del alcalde, los vandálicos paramilitares o el narcotráfico… Los detalles de semejante degradación se corresponden con la realidad del mundo corriente y la acción se emplaza en un tiempo actual, el de internet. Sin embargo, no estamos ante una historia de simple verismo. Los sucesos se elevan a categoría de parábola dantesca. Todo ello por medio de una imaginería que disuelve lo real en una atmósfera espectral, la de un escenario hostil.
La emocionante y dura historia de 'El Tercer País' coloca a la autora entre los escritores camino de ocupar un lugar sobresaliente
Con técnica no poco tremendista, la autora procede a una copiosa acumulación de brutalidades y diseña un mundo terrorífico donde la vida no vale nada. Ese documentalismo efectivo se somete, sin embargo, a un complejo tratamiento literario que conecta diversos estímulos artísticos y literarios. A los mencionados de Faulkner o el wéstern se agregan la imaginería de fanta-terror, la intriga criminal, la ideación onírica, la tragedia clásica, y, sobre todo, la presencia en clave de homenaje de Juan Rulfo. Del maestro mexicano resuenan en forma de bucle el ruralismo, el tema de la frontera, la mezcla de realidad y fantasía, la naturaleza asfixiante y la violencia.
Sainz Borgo trabaja con personalidad e instinto novelesco, además de con destreza, este agregado de semillas y de ahí se deriva una vigorosa alegoría. Aunque parezca que la novela muestra un inapelable alegato existencialista contra la condición humana, su acorde definitivo señala algo muy distinto. Frente a tanta barbarie, las dos amigas personifican un consumado caso de piedad. Esta emocionante y dura historia de compasión coloca a la autora entre unos cuantos escritores últimos que van camino de ocupar un lugar sobresaliente en nuestra narrativa actual.