Conforme ha ido avanzando la obra poética, ya extensa y siempre de interés, de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) se ha ido ahondando en la reflexión y esta publicación trae buena una muestra de ello, lo que no quita para que temas que la recorren reaparezcan en estas dos colecciones: la muerte acechante, “Nosotros somos de la muerte”, ligada al inevitable paso del tiempo, “Todo frágil […], el humo, el tiempo”, dicho todo sin énfasis, con naturalidad, el contrapeso de ese fatum, el amor, “ el amor la cuestión de la poesía, “¡Aunque sea sobre agua escribe fuego!”, cuestión ética, lo que dicta también poemas sobre el yo y su quehacer, “¡Cultiva la serenidad!”.
No son pocos los versos que se leen, las citas anteriores lo ejemplifican, como aforismos y no es algo nuevo en el autor de la colección denominada “Afolirismos” (Crepúscielo interior), Breviario y otros más, fruto de esa posición reflexiva ya apuntada. Tales pensamientos transmutados a versos recurren no pocas veces a la contradicción (aparente o real), al juego de palabras, que es marca del estilo de Guinda y colabora a la intensidad verbal que lo caracteriza. “¡No leas humo!” dice un verso, en este libro no se lee humo, se lee palabra candente.