En el primer poema de Sublevación, la voz se presenta en camino, un caminar cuya meta, en una caverna, se declara al final: “Un destino de muerte hacia el que avanzo / en busca de mí”, así, sin más, sin otra palabra y sin punto, no hay errata, no hay agramaticalidad, el discurso ahí se suspende, así, declaración sin declaración que deja al lector un hueco verbal al que se le invita a participar del decir y de la búsqueda.
Esta situación de estar en camino vuelve a aparecer en diversos poemas, entre otros, en el de cierre, lo que enmarca el conjunto, y se puede decir que en realidad es todo el libro testimonio de un discurrir, de un ir tras el conocimiento de quién se es, del encuentro con uno mismo, de comprender el mundo y en último término, como el poema ya citado dice, de la conciencia de que se avanza hacia “Un destino de muerte”. Heidegger nos lo recuerda: el Dasein, el ser ahí, es “ser-para-la-muerte”, si es que en algún momento alguien cayera en la ilusión de olvidar la pura realidad.
Ariadna G. García (Madrid, 1977) es autora, además de novelas y de crítica literaria, de un conjunto de libros poéticos de todo interés, y en este libro reincide en la idea del devenir: no hay nada estático, todo está en movimiento. Si en su libro anterior, por mencionar un caso, Ciudad sumergida, había una sección titulada así, “Devenir”, y se abría con “Los ciclos vegetales / son puro devenir”, aquí uno de los poemas comienza y acaba repitiendo “All things go”, que sería traducción del “todo fluye”, las sabias palabras de uno de los fragmentos de Heráclito y también título de una canción de Nicki Minaj, aunque en la lista de citas que se incluyen al final del libro no se menciona que lo sea de ninguno de los dos.
'Sublevación' es testimonio de un discurrir, de un ir tras el conocimiento de quién se es, del encuentro con uno mismo
Importa señalar que una nota que sucede a los poemas hace saber que la escritura se nutre de símbolos de diversas culturas y también que el insertar en los textos frases publicitarias o provenientes del cine, de videojuegos, etc. junto a las literarias, baja y alta cultura, responde a un ideal de “sincretismo estético”, lo que apunta a un deseo, o presupuesto poético, de hacer hablar un imaginario universal y el poema, entonces, se dirige a una comunidad de lectores que trasciende los límites culturales.
Dicho así, pues, en un lenguaje coral y por medio de una especie de pansimbolismo, de manera que la voz no sería ya solo una voz individual, sino la voz del mundo, una multitud de lenguajes en conversación entre ellos con sus similitudes y diferencias —“tengo coraje / como para romper este monólogo / vuelto sobre sí mismo”. Y ¿para qué se sitúa el sujeto en semejante posición de habla? Para reflexionar, entre otras cosas, del individuo, su estar en el mundo, otra realidad más allá de la fenomenológica, su pertenencia a la colectividad.
Uno de los poemas comienza declarando “Soy el amor”, lo que implica su elevación sobre las miserias y las cosas, pero de inmediato declara “Pero no desconecto de mi Época”, negando así un posible ensimismamiento. La poesía de García no cae en ello ni lo ha hecho en publicaciones anteriores.
Sucede, pues, que la atención a uno mismo exige la atención al otro, al mundo. Y todo ello con palabras imaginativas que dicen lo interior, espiritual, místico, y lo exterior, el mundo, el otro, con unas palabras donde brilla lo poético.