El nuevo futuro de Joe Biden
Evan Osnos analiza en esta biografía el optimismo que despierta el presidente recién investido y las claves de su personalidad
20 enero, 2021 09:16Tras el suspiro de alivio que muchos dimos al saber que el peor presidente en la historia de los Estados Unidos deja por fin la Casa Blanca, la incógnita que se plantea es si Joe Biden (Pensilvania, 1942) estará a la altura. La ventaja es que esta vez los votantes no han dado un salto en el vacío, sino que han optado por la experiencia de alguien con casi medio siglo de carrera política, que conoce bien a su país y al mundo.
Se cuenta que cuando a un mandatario extranjero de visita en Washington le estaban presentando a varios senadores, al llegar a Biden se adelantó a saludarlo: ¿Qué tal Joe? Esa es una de las reveladoras anécdotas narradas en el breve libro sobre Biden en que el prestigioso periodista Evan Osnos trata de proporcionar las claves de su personalidad, entre las que se encuentra su facilidad para tratar con personas de todo tipo y lo mucho que le gusta. Tras largos años en la Comisión de Exteriores del Senado y ocho como vicepresidente con Obama ha tenido ocasión de conocer a líderes de muchos países muy distintos, pero también ha sorprendido siempre a sus colaboradores y a los periodistas por su perenne disposición a conversar con cualquier ciudadano anónimo, una virtud suya que la pandemia le ha impedido ejercer en la reciente campaña electoral.
Por supuesto también es famoso por decir de vez en cuando cosas inconvenientes, para desesperación de sus asesores, pero algunas de sus “meteduras de pata” pueden también ser calculadas, como cuando dijo que, para los Estados Unidos, el primer problema en el conflicto sirio lo planteaban sus propios aliados y mencionó explícitamente a Turquía, Arabia Saudí y los Emiratos. Nadie le niega, en cambio su enorme capacidad para sobreponerse a las dificultades y los golpes que la ha dado la vida, desde su tartamudez infantil hasta sus terribles tragedias familiares.
Biden se enfrenta a la difícil tarea de atraer a los ciudadanos moderados y al mismo tiempo atender a los deseos del ala izquierda de su partido
En el ambiente de extrema polarización que se vive en Estados Unidos, como también en nuestro país, Biden se enfrenta a la difícil tarea de reducir la tensión mediante gestos capaces de atraer a los ciudadanos moderados, como en buena medida ha logrado en su campaña electoral, y al mismo tiempo atender a los deseos del ala izquierda de su partido, impulsada por la generación joven que entró en el mercado laboral en los difíciles años de la depresión económica y se sintió frustrada por los limitados cambios que Obama logró impulsar durante su presidencia. Toda la trayectoria política de Biden, desde sus inicios, ha sido la de un centrista al que no le gustaba que le situaran en la izquierda.
Él mismo dijo una vez que era liberal (en el sentido anglosajón del término, es decir progresista en la terminología española) en temas de derechos y libertades civiles, pero conservador en casi todo lo demás. Apoyó por ejemplo la legislación de Clinton destinada a promover la responsabilidad individual, incluida la dura ley penal de 1994 o la reforma de los beneficios sociales de 1996. Sin embargo, no habría ganado las elecciones de este año sin el gran respaldo que ha tenido del electorado progresista, en parte debido, como es obvio, al deseo de perder de vista a Trump. El propio Biden comentó que cuanto más hablara Trump en la campaña, mejor le iría a él.
El tándem Obama-Biden funcionó bien a pesar de que es difícil imaginar una pareja más dispar y no sólo por su edad y su raza. Biden se crio en una familia de clase media modesta y en una cultura convencional, mientras que Obama no sólo se había formado en el ambiente transgresor de los años sesenta, sino que tenía un origen familiar cosmopolita. Obama es un tecnócrata al que el contacto con la gente le interesa lo justo, mientras que Biden es un político visceral siempre dispuesto a estrechar manos. Su grado de locuacidad es también dispar: cuenta Olson que cuando Biden le dijo a Obama que quería participar en todas las reuniones importantes del gobierno, este le dijo que por supuesto estaría siempre interesado en conocer su punto de vista… pero en diez minutos, no en una hora.
Al concluir este libro lleno de anécdotas, se tiene la sensación de que con Biden Estados Unidos retomará su papel en el mundo
Lo cierto es que Obama confió en su vicepresidente para tareas muy delicadas, en las que la capacidad de Biden para acuerdos transversales resultaba crucial, como ocurrió cuando consiguió los tres votos de senadores republicanos que resultaban imprescindibles para sacar adelante una determinada ley. Mostraba también una notable perspicacia para darse cuenta de en qué dirección se movía la sociedad en cada tema y si por tanto había que girar hacia la derecha o hacia la izquierda, una cualidad utilísima no sólo para los automovilistas sino para los políticos. Así es que, para sorpresa de ambos, Obama y Biden terminaron por hacerse buenos amigos.
“El presidente me manda a los lugares a los que él no quiere ir”, comentó en una ocasión Biden, sin excesiva delicadeza, refiriéndose a que Obama recurría a él en temas de política exterior, un área en la que el presidente tenía poca experiencia y al vicepresidente le sobraba. Así es que a Biden le tocaba lidiar con Ucrania o con Irak, recurriendo a menudo a un estilo directo poco frecuente entre los diplomáticos. Respecto a las intervenciones en el exterior su actitud ha sido en general prudente: se opuso a la intervención contra Gadafi en Libia, con razón según se ha visto, y también a la operación para eliminar a Bin Laden.
En este caso todo salió bien, pero quizá Biden estuviera en lo cierto al advertir que, de no ser así, le podría haber costado a Obama la reelección. En definitiva, al concluir el libro, se tiene la sensación de que con la presidencia de Biden Estados Unidos podrá superar sus dificultades internas y retomar su hoy tan cuestionado papel en el mundo.