Las mañas y manejos de la poderosa Agencia Wylie, con el temible y casi mítico Andrew “chacal” Wylie a la cabeza, son bien conocidos en el mundo editorial internacional. Muchos son los casos donde un premio importante ha alejado a autores hasta entonces minoritarios de las editoriales que los introdujeron en otros países, siendo ofrecidas sus obras al mejor postor, normalmente grandes grupos que hacen imposible la competencia.
Por ello, aunque no exactamente inesperado, sí ha sido “un auténtico atropello” para Manuel Borrás (Valencia, 1952) —fundador y editor de Pre-Textos desde hace más de 40 años— saber hace unas semanas que tras casi tres lustros publicando en España a la poeta Louise Glück, la noticia de su reciente Premio Nobel ha servido para que, a espaldas del editor, la implacable agencia estadounidense haya ofrecido los derechos de sus futuros libros a la competencia.
“Todo esto nos deja, primero perplejos, después decepcionados y, por último, tristes”, reconoce el editor, dolido al ver que “después de 14 años de una apuesta firme por una autora que, hay que decirlo en términos prosaicos, ya que la economía, parece ser, se antepone a cualquier criterio ético, nos daba pérdidas, le dan el Nobel y empezamos a serlos feos de la fiesta. Uno no lo entiende”, repite.
El caso se hace más sangrante al pensar que durante todo este tiempo, que se traduce en siete libros de los once que ha escrito la autora, las ventas de la poeta, prácticamente una desconocida fuera del mundo anglófono, apenas llegaban a los 200 ejemplares anuales. “Lo único que hemos hecho es perder dinero publicando a Louise Glück. Incluso después de la concesión del Nobel, todavía tenemos ejemplares en stock de tiradas muy modestas, de unos 1.000 o 1.500 ejemplares”, argumenta Borrás, que admite que más que todo el especto pecuniario, le duele la falta de lealtad.
“Esta situación se presenta tras haber firmado con la agencia siete contratos, cosa que no había hecho ningún otro editor europeo. En Francia no se había publicado ni sabían quién era; en Italia, sólo se publicó un libro y en una editorial chiquitita que ni siquiera existe hoy y en Alemania se publicó solo El iris salvaje cuando ganó el Pulitzer”, enumera Borrás, que relata que, tras la concesión del Nobel, los grandes medios estadounidenses como el Washington Post o el New York Times le llamaron por ser el único editor europeo que había apostado a ciegas por ella.
Ética versus calculadora
No obstante, el editor insiste en que su postura no se basa en lo económico. “Aquí estamos hablando de otros valores que si no sabemos defender estamos perdidos. Absolutamente nada, por muy bien argumentado que esté desde el punto de vista del mercado, puede conculcar unos principios éticos en el comportamiento profesional”, sostiene rotundo. “Esto tiene que servir de modo ejemplarizante para trazar una línea divisoria entre los que hemos venido al mundo de la cultura a plantear un proyecto serio y gustoso de quienes viene armados de una calculadora para contabilizar beneficios”. Una postura que el editor, sin asomo de cinismo o maniqueísmo, considera “más que legítima, pero hombre, tendremos que mantener un horizonte ético”.
En este sentido, enterarse de todo de forma subrepticia, avisado por la honradez de varios compañeros de profesión, fue la gota que colmó el vaso de Borrás. “ni siquiera se me dio posibilidad de tanteo. La alevosía, lo intolerable, es que mientras están negociando con nosotros, 48 horas después de hacerse público el Nobel, buenos colegas editores comenzaron a llamarme indignados diciéndome: ‘mira Manolo, me están ofreciendo esto a vuestras espaldas y me parece una canallada, así que no voy a aceptar’”.
Llamadas que se fueron sucediendo en las últimas semanas desde varias editoriales, incluso de los grandes grupos, porque “soy un editor al que quieren pequeños y grandes. Los grandes grupos me han confirmado que no van a contratar a Glück. Igual me llevo una sorpresa y me están engañando, pero no quiero pensarlo, porque son amigos de hace muchos años. Incluso se solidarizan con nosotros”, reconoce. Entonces, ¿quién puede estar detrás de la maniobra en suelo español? “Hay muchas especulaciones”, apunta Borrás, “incluso se dice que esto puede ser un movimiento de la propia agencia para encarecer los derechos, pero no sé. En cualquier caso, ya se verá, porque no es algo que quedará mucho tiempo oculto, tarde o temprano se va a saber”.
“Con nosotros se ha cometido un atropello y es algo que hay que decirle al mundo como aviso a navegantes. A la cultura no hemos venido todos con las mismas intenciones. Y creo que es responsabilidad de la prensa y los lectores distinguir quiénes estamos en esto porque creemos que la cultura contribuye a mejorar la sociedad y quiénes vienen con la calculadora en ristre. No estamos todos para lo mismo en esto”, reafirma incansable.
Lo personal y lo literario
A pesar de tener seis de los siete adelantos todavía a favor Borras descarta emprender acciones legales más allá de un manifiesto que ha hecho público y que han suscrito centenares de editores, escritores, periodistas, libreros y gente del sector editorial de todo el ámbito del español, como José Manuel Abad, Eduardo Berti, Lola Larumbe, Juan Bonilla, Piedad Bonnet, Gonzalo Celorio, Jordi Doce, Mariano Peyrou, Margo Glantz o Darío Jaramillo, entre otros.
“Doy el caso por perdido, pero hay que dar testimonio y corresponder a toda la solidaridad recibida. El manifiesto, en el fondo, no va a cambiar nada y no queremos intervenir jurídicamente ni pleitear porque solo nos faltaría eso. El desgaste emocional ya es inmenso y nosotros solo queremos hacer las cosas bien, con todo el cariño del mundo y ni siquiera somos agresivos como editores, pero esa es nuestra manera de ser. Como decía Trapiello, ‘Pre-Textos no es una editorial al uso, sino un modo de estar en el mundo’”.
Por supuesto, tras tanta actividad Borrás trató de ponerse en contacto con la poeta. “Me olí la tostada de que nos estaban haciendo trampa y escribí a Louise hace diez días una carta que parece ser que aún no le ha llegado. Yo no quiero pensar en su incidencia y prefiero pensar que es ajena a todo esto, pero claro, la gente me dice que no sea ingenuo, que es imposible que el agente haya dado este paso sin su anuencia y que hoy en día no lo sepa. Que no haya dicho nada también la señala”, se lamenta el editor.
No obstante, todo el revuelo y el mal trago, Borrás hace justicia a sus palabras afirmando que no se arrepiente de la decisión que tomó hace 14 años. “Aunque esta mujer, que ha estado durante toda su vida denunciando este tipo de malas prácticas, demuestre haber dado un giro copernicano tras haber cobrado un millón de euros, la seguiré defendiendo. Porque, aunque me haya defraudado en lo humano, en lo literario seguiré proclamando siempre la excelencia de su obra. Además, nadie nos quita haber sido los únicos editores europeos en haber apostado por ella”, concluye, satisfecho, al menos, en este aspecto.