La Historia del Arte elemento a elemento
En 'Por qué los girasoles se marchitan', Oskar González Mendia nos demuestra que la química y el arte, las Ciencias y las humanidades, pueden caminar de la mano
5 octubre, 2020 12:11Siglos de especialización técnica han ido separando paulatinamente Humanidades y Ciencias hasta cimentar tópicos poco menos que ridículos, como la ausencia de creatividad de los investigadores o la falta de persistencia y método de los artistas. Contra esta división radical se rebela el doctor en Química y profesor de Bellas Artes Oskar González Mendia (Laudio, Álava, 1983), que en este documentado y sorprendente ensayo subtitulado Los elementos químicos en el arte nos propone un revelador y erudito viaje que aúna la tabla periódica con la historia del arte, la arquitectura y la artesanía.
¿Qué tienen en común una Virgen de Murillo, la porcelana de Delft o las vidrieras de la catedral de Chartres? ¿Y las pinturas de Altamira, la cerámica de la Grecia Clásica y un busto de Jaume Plensa? Todas estas obras de arte, y millones de objetos de uso cotidiano, comparten los elementos de los que están creadas, combinaciones de materiales como el silicio, el oro, el cobre, el mercurio o el titanio, que el ser humano lleva usando milenios o ha descubierto hace pocos siglos e incluso décadas.
Para trazar los hilos que unen las pirámides de Egipto con la Torre Eiffel o el Museo Guggenheim de Bilbao, o las pinturas de Giotto con los cuadros de Munch o los marchitos girasoles de Van Gogh —que se ajan a ojos vista por la degradación del amarillo de cromo con que fueron fijados al lienzo—, González Mendia elabora un cuidado recorrido, elemento a elemento, que desgrana con absoluto rigor químico y una lograda amenidad de investigador histórico los entresijos de un mundo fascinante.
En sus páginas, descubrimos misterios que se pierden en los orígenes del arte, como complejos saberes egipcios y babilonios desaparecidos durante siglos, el celoso secreto del polvo precioso que guardaban con recelo los mejores maestros vidrieros, o leyendas medievales europeas como la que habla del descubrimiento del cobalto, el primer metal encontrado desde tiempos prehistóricos.
También leemos sobre la toxicidad mortal de elementos que afectaron a grandes artistas como Goya, Van Gogh y Frida Kahlo, expuesto durante años al plomo, o a gobernantes como Napoleón, gran aficionado al verde de Scheele, de alto contenido en arsénico y una posible causa de su conveniente muerte. En definitiva, una espectacular conjunción de saber que demuestra que la química y el arte, la Ciencia y las Humanidades, pueden caminar de la mano mucho más de lo que pensamos.