Carlos Bardem: claqueta, Historia, rugby
Actor, guionista y estajanovista de la novela histórica, entiende la Historia como la ciencia que explique la irracionalidad de nosotros mismos
29 julio, 2020 09:30Son los Bardem un clan de saberes plurales, de los que no se callan ante una polémica y que vienen, desde antaño, de esa proliferación de arte y de inconformismo que se da en cada hornada de cómicos más o menos irrepetibles.
En el caso de Carlos Bardem (Madrid, 1963), con sus viajes a Hollywood y sus lecturas enfermizas, su salirse de horma viene por presentarnos un novelón histórico, Mongo Blanco, sobre un negrero español en pleno mogollón social de las estatuas y de las revueltas por lo mucho malo del colonialismo. Ahí, justo ahí, debe entrar la Historia en mayúsculas para "ordenar la vida como relato, tanto como individuos y como sociedad. Explicar la irracionalidad y la locura para sobrevivirlas."
A Carlos Bardem, también, lo vemos en una filmografía en la que ha venido a interpretar -y bien- a los elementos más oscuros de la sociedad. De narco mexicano a hombre del Che, Bardem es un actor completo tocado por un físico particular que no lo constriñe, sino todo lo contrario: ahí está su habilidad para encarnar elementos de gatillo fácil y de palabras escasas. Bardem -en honor a los genes familiares- también es guionista por cuanto los creadores plurales, digamos que en una película, quieren estar en todo eso que los cursis llaman "la totalidad del proceso creativo". Dicho esto, Bardem se sale de horma por todos aquellos hombres que ha interpretado. Y a los que interpretará.
Cuando más calienta eso de la leyenda negra española, nuestro fuera de horma prepara todo un novelón histórico para consignar eso mismo: que España era un país negrero. Bardem, este punto, no admite disquisiciones: "Sería bueno dejar de ver la Historia como el campo de batalla de nacionalistas y antinacionalistas españoles, imperiófilos e imperiófobos. La Historia hay que documentarla e investigarla de la mejor manera posible, pero no para reforzar visiones “presentistas” que la conviertan en un arma arrojadiza. Nuestro país no es mejor ni peor que otros tantos, todas las historias nacionales se escriben a base de atrocidades contra otros pueblos y de momentos brillantes, de progreso. En cualquier caso, a mí me parece que ser nacionalista, pensar que eres mejor que otro por nacer en un sitio y querer apuntalar ese sentimiento con un relato que tiene mucho más que ver con la mitología que con un estudio serio de la historia es, sin más, una forma suprema de estupidez".
Además, en pocas ocasiones un autor asume la investigación del pasado a novelar en unos términos enfermizos y puntillosos. Es la clave de la novela histórica pero Bardem, historiador de formación, exhibe aquí su prurito investigador para reafirmar su tesis de que España fue una nación negrera. ("Lo fue. De eso habla mi novela. Las revoluciones industriales se alimentaron de dos grandes economías de plantación, las dos esclavistas: el algodón y el azúcar. A todos nos suena Kunta Kinte, Lousiana y demás. En parte por la capacidad de generar relato de Hollywood, pero en parte también por la presencia, sin solucionar como demuestra el Black Lives Matter, del tema de la esclavitiud en una sociedad fuertemente multiracial como la norteamericana. ¿Pero y el azúcar? A principios del siglo XIX y tras la revolución de los esclavos de Haití, Cuba se convirtió en el azucarero del mundo. Esa isla no tan grande. Y lo hizo gracias a los esclavos de los ingenios de azúcar, propiedad de esclavistas españoles y surtidos por negreros españoles. Otra cosa es que no nos lo hayan contado porque todo el mundo participaba de la economía esclavista, de la corona para abajo. Muchas de las grandes fortunas de este país y algunas de sus instituciones tienen su origen en la sangre de los esclavos.").
Está bien que, para salirse aún más de horma, Bardem practique el rugby, que es el único deporte intelectual y con valores que hay en el ramillete del ejercicio físico. ("Del rugby me quedó una noción clara de que valemos poco si luchamos solos, la fuerza está en unirte a los que tienen el mismo objetivo que tú, la misma pasión o los mismos sueños. El rugby es el deporte menos individualista que existe, el juego de equipo por excelencia. Nadie es más que nadie, tampoco menos. Por eso nunca verás los nombres de los jugadores en las camisetas").
Del futuro, Bardem sabe que la literatura es todo un caudal. Ya fue finalista del Nadal y ahora irá probando con otros géneros, plurales como él. ("No me gusta repetirme, ser un escritor de fórmula que escribe siempre el mismo libro. A mí me cuesta un mundo escribir, necesito apasionarme al hacerlo, sorprenderme. Mi próxima novela no tiene nada que ver con Mongo Blanco, ni en género ni en la forma").
Sus novelas Alacrán enamorado y Muertes ejemplares confirman su idea de la creación, así en mayúsculas: ("Escribir y actuar son dos formas de una misma pasión, la de contar historias. Escribir es siempre un acto íntimo de creación entre el autor y su imaginación con la intermediación de la palabra. Actuar suele ser aceptar la responsabilidad de contar las historias de otro, en equipo y añadiendo el gesto a la palabra. Ambas me apasionan y, por supuesto, se mezclan y ayudan mutuamente").