Ramón de la Serna, un intelectual fuera de lo común
Bajo el título 'La torre invisible. Antología esencial', la Fundación Banco Santander reúne algunas de las obras de este escritor poliédrico
3 julio, 2020 17:21Hijo mayor de la escritora Concha Espina, Ramón de la Serna y Espina tuvo la mala fortuna de compartir además nombre con uno de los grandes intelectuales del momento. Estas dos casualidades ensombrecieron tanto su trayectoria literaria que, aislado por voluntad propia, en sus últimos años había decidido destruir todos sus manuscritos. Fue su viuda, Eva Cargher, quien desoyó la voluntad de su marido y le encargó su custodia a Alfredo Pérez de Armiñán, descendiente de la familia.
Cuarenta años después, la Fundación Banco Santander publica parte de este legado en un volumen, antologado y prologado por Daniela Agrillo, bajo el título La torre invisible. Antología esencial, que ha presentado hoy y que incluye su obra de teatro Boves sobre la independencia de Venezuela, la novela psicológica Chao, un cuento inédito y varios de sus artículos.
Experta en la obra del escritor, a la que ha dedicado siete años de su vida, Agrillo lo define como "un intelectual fuera de lo común", poliédrico, obsesionado por buscar siempre la palabra exacta y perfeccionista hasta el extremo, cuya "pluma eficaz, mordaz y sofisticada" es capaz "de sacudir al lector". De la Serna y Espina, cuenta su legatario, no era esencialmente un periodista a diferencia de su hermano Víctor. "Era, más bien, un escritor de creación", que entró "en el mundo literario siempre desde los márgenes", como traductor o articulista. "Y él lo sabía -continúa-, pero no le gustaba la idea de aprovecharse del nombre de su madre".
La relación con su madre fue precisamente uno de las cosas que más determinaría su vida. "El hecho de ser su hijo le puso en contacto con las letras -explica Pérez de Armiñán-, pero oscurecía su propia vida. El problema era estar a la sombra de Concha Espina, que en aquella época llegó a ser propuesta hasta tres veces al Nobel. Es difícil superar la barrera de la fama, a pesar de que siempre mantuvieron una relación estrecha".
Conocido es, por ejemplo, que Ramón de la Serna ayudó a su madre en la redacción de El metal de los muertos y en los cuentos de Copa de horizontes, aunque se desconoce hasta dónde llegó su implicación. ¿Fue él el verdadero autor de los cuentos? "En la novela, parece que la colaboración es más intelectual que en lo que se refiere a la escritura. Concha tenía un estilo muy particular que se percibe ahí. En cambio en los cuentos -analiza Alfredo Pérez de Armiñán- parece probable que fueran escritos por él ante las prisas de su madre de cumplir con algún compromiso literario. Y la verdad es que ella no los introdujo después en sus obras completas. Eso es muy significativo".
"Él esperaba -añade Agrillo- que lo mencionara en algún momento de Copa de horizontes, pero no pasó". Las relaciones entre ambos empeoraron bastante después de este acontecimiento. De la Serna y Espina, reflexiona la experta, fue incomprendido por los intelectuales de la época y también por su entorno familiar, lo que le llevó a aislarse más. "Intelectual sui géneris fue muy apreciado por Ortega y Gasset por sus traducciones del alemán al español -cuenta la investigadora italiana-, pero a pesar de su amistad, no acudía a las tertulias ni a los encuentros".
En 1939, Ramón de la Serna, que solía bromear llamándose a así mismo "el otro Ramón", por su homonimia con Gómez de la Serna, regresó a su Chile natal. "Nunca he sabido por qué -confiesa Alfredo Pérez de Armiñán-. Yo creo que se sentía profundamente incómodo en un continente que entraba en una fase de locura". Para entonces, el escritor había vivido en Inglaterra y en Francia, además de en España y hablaba siete idiomas. En Chile paso los últimos 30 años de su vida. "En cierto modo desarragiado. Él era un hombre entre dos mundos".
Dentro de esta selección, señala su antóloga, sus artículos muestran además "su humanismo, su cultura y su profunda sensibilidad". De la Serna y Espina analiza el alma humana "como un cirujano". Como él, añade el custodio de su obra, "sus personajes también son ambivalentes, claroscuros, a veces muy ambiguos". Son sombras, señala Daniela Agrillo, sombras, atormentadas y olvidadas.