Desde la aparición de La novia gitana (2018), las novelas de Carmen Mola traen el sello de “fenómeno editorial” garantizado por la afluencia de seguidores que devoran sus libros. Con ella se iniciaba una serie fiel a los ingredientes clásicos del género policíaco en España: tramas adictivas, investigación criminal en el marco de un escenario reconocible, justo equilibrio entre narración y diálogo y dosificación de pistas hasta llegar a la resolución del enigma que sostiene la trama. A esto se suma el carisma de la inspectora protagonista, Elena Blanco, quien lidera a un equipo que afronta realidades humanas y sociales de muy diverso signo, lo que despierta la empatía de sus lectores. Recordemos que a ella le preceden otras mujeres de marcada personalidad en el ámbito de la novela negra (Petra Delicado, Virginia Chamorro), lo que suma otra razón para seguir sus pasos.
Pero no fue ocasional el éxito: la publicación de Red Púrpura (2019) consolidó al personaje y subrayó la agudeza narrativa de una autora que mantiene su enigmática identidad y que recibe múltiples elogios porque ha sabido agregar la estrategia de hurgar en las biografías de unos y otros para ir profundizando en su recorrido vivencial y emocional. Ahí están sus armas más fuertes, las que hacen que la lectura de cada una de sus novelas funcione. Así ocurre con la tercera, La Nena, otro caso, independiente de los anteriores, pero vinculado a ellos de algún modo. La propia narración aporta la información necesaria.
Verdadero descenso a los infiernos, en esta trama compleja y truculenta no faltan temas de interés garantizado enhebrados a biografías de mujeres de diferente condición y edad
En esta ocasión recuerda la situación de la inspectora Elena Blanco tras desarticular una red criminal sobre snuff movies relacionada con la desaparición de su hijo Lucas. Un caso cuyo desgaste provocó su decisión de renunciar a un oficio con implicaciones emocionales difíciles de esquivar. Ahí la dejamos: con cincuenta años, ex coordinadora de la Brigada de Análisis de Casos (BAC), importantes heridas, y sin querer continuar una relación llena de dudas con su compañero Zárate.
Ella misma eligió a su sucesora: Chesca Olmo, más joven, gran trabajadora y amiga, aunque las distanció un asunto de celos que tendrá continuidad en esta historia. Lo vivido por Elena con su hijo empujara a la nueva inspectora Olmo a reaccionar frente a un pasado que todos desconocen y que dificultará la resolución de este caso, que comienza con su inexplicable desaparición, en el centro de Madrid, y conducirá a los personajes hasta un territorio remoto en el que anidan la bestialidad y el primitivismo.
Un verdadero descenso a los infiernos para esta brigada, enfrentada a una trama compleja y truculenta en la que no faltarán temas de interés garantizado (inmigrantes sin derechos, abuso de menores, infancia desprotegida), enhebrados a biografías de mujeres de diferente condición y edad (la boliviana Valentina y la propia Nena). No es posible aportar más datos, salvo el apunte de que hay muchas vidas ligadas a la inspectora Blanco, algunas quizá objeto de nuevos casos en futuras entregas.